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REVISTA110

ENSXXI Nº 114
MARZO - ABRIL 2024

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista


LA PERSPECTIVA

Nobleza obliga. Sabemos que cualquier signo o condición mediante el que se atribuyan honores o ventajas conlleva obligaciones a cumplir. La Constitución que nos dimos en 1978 nos reconoce derechos fundamentales y también nos impone obligaciones irrenunciables. Su cumplimiento no es optativo, obedecerla no queda a nuestro libre albedrío, no es de libre disposición, es preceptivo de la A a la Z.

Yendo a los Presupuestos Generales del Estado, el artículo 134 indica en su apartado 1 que “corresponde al Gobierno la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado”. Y determina en el apartado 2 que “tendrán carácter anual, incluirán la totalidad de los gastos e ingresos del sector público estatal y en ellos se consignará el importe de los beneficios fiscales que afecten a los tributos del Estado”. O sea, queda establecida, respecto a los Presupuestos Generales del Estado, la competencia del Gobierno para su elaboración, así como la periodicidad anual con que ha de ser ejercida la mencionada atribución. También en el apartado 3 se prescribe la anticipación con que ha de honrar esa obligación de remitirlos al Parlamento diciendo que “El Gobierno deberá presentar ante el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior”.

"Nobleza obliga. Sabemos que cualquier signo o condición mediante el que se atribuyan honores o ventajas conlleva obligaciones a cumplir”

En línea con estas realidades, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, nos ha estado bombardeando con la importancia de los Presupuestos Generales del Estado, ha insistido en su necesidad ineludible para recibir los fondos europeos, ha ponderado que esa Ley es considerada en todos los países como la más importante de la legislatura conforme al principio venerado de no taxation wthout representation, hasta el momento en que al percibir que la aprobación de los mismos estaba fuera de su alcance -una vez que Pere Aragonés, presidente de la Generalitat, subía al ring y convocaba elecciones autonómicas en respuesta al rechazo del Parlament a sus cuentas públicas para Cataluña- daba un giro a su guion y recuperaba la divisa de su investidura, la de hacer de la necesidad virtud, cuya traducción al caso que nos ocupa viene a ser: para que el Congreso rechace los Presupuestos Generales del Estado, mejor no los presento y las responsabilidades al maestro armero.
Así, de manera fulminante, toda la orquesta que estaba ensayando el Himno a la alegría para acoger la aprobación de la Ley de Presupuestos ha cambiado de partitura y se prepara para interpretar el Bolero de Ravel dejándonos claro que esa Ley, que nos dijeron fundamental e imprescindible, importa cero. Una vez más, los seguidores de Sánchez ni esperan ni reclaman de su líder argumentos, les basta para seguir prestándole su adhesión inquebrantable con dejarse adormecer escuchándole la repetición incansable de sus lemas, aunque para ello deban haber renunciado a la falsa claridad de las abstracciones y al principio de contradicción de la lógica aristotélica según el cual una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto. La tarea, como señala Spinoza, es lograr la liberación de la sofocante ortodoxia giratoria donde está prohibido el pensamiento independiente, se fomenta la estupidez y se cultiva el odio hacia quienes piensan de modo distinto, fenómenos que son parte del populismo en todas sus formas.

“De manera fulminante, toda la orquesta que estaba ensayando el Himno a la alegría para acoger la aprobación de la Ley de Presupuestos ha cambiado de partitura y se prepara para interpretar el Bolero de Ravel dejándonos claro que esa Ley, que nos dijeron fundamental e imprescindible, importa cero”

Por eso, en su libro Nobleza de espíritu (Taurus, Barcelona, 2017) Rob Riemen se pregunta qué futuro le espera a la democracia y a la libertad política cuando la gente se olvida de la libertad, ya no reflexiona y, en lugar de obedecer a la razón, se deja guiar por la superstición, las emociones, la angustia, los deseos y la esclavitud. Más adelante, Riemen cita a Camus para quien lo único que justificaba a la existencia del intelectual es su responsabilidad para con el mundo de las ideas y la nobleza de espíritu. Porque, en su calidad de guardián de la civilización, la principal responsabilidad del intelectual consiste en ahondar en lo mejor de la vida humana y defenderlo en público. Transmitir el conocimiento de los valores, aclarar dudas, establecer distinciones, proteger el significado de los vocablos. Actuando de este modo, el intelectual no cambiará el mundo de la noche a la mañana, pero ya es todo un logro hacer ver al gran público que las mentiras son mentiras y que el poder y la fama no son capaces de elevar a verdad una falacia ni transmutar la verdad en cambio de opinión. Cuestión distinta es que como nos tiene enseñado Peter Esterhazy en Armonía Celestial “es harto difícil mentir sin conocer la verdad”. Mientras, íbamos comprendiendo esa necesidad de ser engañados sobre la que nos ilustraba Isaiah Berlin, quien se abstenía, sin embargo, de despreciar que anduviéramos mendigando el consuelo de las ilusiones. Una viñeta de El Roto de un primero de año en El País iba en esa misma dirección. Dibujaba una manifestación encabezada por una pancarta en la que se leía queremos mentiras nuevas.AGUILAR MA ILUSTRACION
>Los periodistas que informan desde el Congreso de los Diputados dan testimonio de cómo ha subido la temperatura del antagonismo entre las fuerzas políticas más o menos alineadas a ambos lados del muro ideado como garantía de continuidad hasta alcanzar el punto de fusión temperatura que se mantiene invariable pese a que las fuentes suministradoras de calor continúen operando a plena intensidad porque esa energía calorífica se invierte en el cambio de fase de sólido a líquido, sin que se traduzca en aumento de temperatura alguno mientras se está produciendo el cambio de fase. Igual sucede con el registro de temperaturas que suben de nuevo hasta que llegan al punto de ebullición para detenerse hasta que el nuevo cambio de fase de líquido a gaseoso, la vaporización, se ha completado. La energía que se invierte para el cambio de fase carece de efecto en lo referente a un aumento de la temperatura, es lo que se llama calor latente y es lo que requiere una sustancia, en este caso la parlamentaria, para cambiar de fase, de sólido a líquido (calor de fusión) o de líquido a gaseoso (calor de vaporización). Y, en eso estamos, echando humo. Atentos.

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