Menú móvil

El Notario - Cerrar Movil
Por: FRANCISCO ROMÁN RIECHMANN
Presidente Lyntia Networks y de la Fundación Teaming


DERECHO MERCANTIL: APUNTES SOBRE SOCIEDADES Y EMPRESA

La empresa, motor de desarrollo, valor compartido
Cuando encaramos casi el final del primer cuarto del siglo XXI, no tenemos duda alguna en afirmar que el papel de las empresas está íntimamente ligado al desarrollo de los países. La empresa es uno de los motores principales del bienestar de cualquier país. No hay crecimiento económico, creación de empleo, innovación ni prosperidad sin empresas ni empresarios.

Esta afirmación implica comprender que el impacto de la acción de la empresa va mucho más allá de la creación de valor económico. Implica comprender el papel de la empresa en toda su dimensión y obrar consecuentemente. Esto es lo que ha originado una exigencia múltiple de los distintos “Grupos de interés”, lo que ha impulsado todo el movimiento ESG (Environmental, Social and Governance) como base de la sostenibilidad de una empresa y como visualización de su contribución a la sociedad en la que desarrolla su actividad.
Si tradicionalmente el papel de las compañías era obtener beneficio, en la sostenibilidad de las mismas primas hoy el “ganar dinero” pero también “durante mucho tiempo”. Lo que significa un cambio radical de paradigma, orientado más a aportar valor a la sociedad, y dejar huella, que a centrarse únicamente en el balance económico.
Por eso hoy hablamos de la creación de valor compartido, de cómo una empresa, en el ejercicio de su actividad, crea valor en su entorno y el hacerlo supone, más allá de una legitimación, un beneficio para ella misma. Es, en cierta forma, el intento de crear un círculo virtuoso para conectar progreso económico y social en su acepción mas amplia.

“La empresa es uno de los motores principales del bienestar de cualquier país”

La sostenibilidad como misión
Hoy todos hablamos de sostenibilidad. Y en el uso polisémico de esta palabra se dan la mano durabilidad y responsabilidad, tanto para la sociedad en su conjunto como en cada empresa al atender a su lógico anhelo de crear valor económico a la vez que al impacto de su acción. Esto cristaliza en la necesidad de que la empresa tenga un “PROPÓSITO”, algo que dé sentido a su actividad, que la conecte con la sociedad en general y con algo más grande que ella misma.
A nadie se le escapa como a los cada vez más evidentes efectos del cambio climático, y la acelerada revolución tecnológica y digital, se han sumado una serie de “cisnes negros” presididos por varias crisis económicas, una pandemia global y una situación geopolítica y bélica compleja que exige una mayor responsabilidad a quienes puedan tener mayor capacidad para paliar la incertidumbre; a quienes puedan llegar a amplias capas de la población; y a quienes puedan incorporar lo social a su estrategia. Porque solo con una sociedad más justa y menos desigual se logrará el crecimiento deseado.
Estas palancas solo pueden ser ejercidas por compañías responsables, con sentido y propósito claro, y con el potencial necesario de innovación para abordar la cobertura de necesidades urgentes, como la medioambiental o la que se necesitó durante la pandemia.
Ahora bien, ¿es esto real o se trata de meros hermosos discursos justificativos? Un buen ejemplo en España es la reunión de más de 150 compañías, representando el 30% del PIB y el 70% del IBEX alrededor de la Fundación SERES. Nacida para buscar entornos de colaboración, compartir experiencias, conocimiento y herramientas que fortalezcan la dimensión social, la más exigente en las circunstancias actuales. Pues bien, uno de los grandes focos de su actuación ahora mismo es el desarrollo del “índice de huella social” para poder medir, conocer, comparar y mejorar el impacto social de cada empresa. Sin duda una muestra de cómo las empresas españolas entienden la importancia de la huella, del valor compartido.

El desafío
Tenemos, a nivel global, un enorme desafío. Desde el cambio climático a los efectos de la disrupción tecnológica. Problemas demasiado grandes para ser solucionados por ningún agente en solitario, problemas para los que no existe “business case” y que requieren, entre otras cosas, una fuerte sociedad civil y unas empresas con PROPOSITO en el sentido enunciado mas arriba.
En nuestro país afrontamos, como todos, esos desafíos a los que sumamos nuestras particularidades, ya sea nuestra estructura mayoritaria en pymes, ya sean las dificultades añadidas por normativas sujetas a una cierta fragmentación del mercado. Y es obligación de las empresas comprender el entorno con sus complejidades para poder acertar con su posicionamiento, con el desarrollo de sus capacidades y, en suma, conseguir su valor y su valor compartido.

“Por eso hoy hablamos de la creación de valor compartido, de cómo una empresa, en el ejercicio de su actividad, crea valor en su entorno”

Afortunadamente las empresas españolas, y con ellas sus principales directivos e inversores, hace años que vienen observando esta realidad. Y además de su éxito e internacionalización comparten la convicción de que las sociedades más justas son las que crean un mejor entorno para desarrollar la actividad empresarial. Lo que les lleva a poner en marcha numerosas iniciativas, orientadas a conseguir que nadie se quede excluido del progreso social y económico.
A medida que ha ido calando este planteamiento e involucración conjunta, lo que hemos venido denominando Responsabilidad social empresarial ha tornado progresivamente a la medición de los principales aspectos que debe impulsar la sostenibilidad (Ambientales, Sociales y de Gobernanza, o ESG por sus siglas en inglés).
Esto supone un paso más, pues exige contabilizar con el mayor rigor no sólo el propósito cualitativo de la empresa, sino la medición exacta de estos aspectos. Como una demanda lógica de la sociedad, pero especialmente de inversores y reguladores. Como un ejercicio de trasparencia que unifique criterios y pueda verificar que el compromiso ya no se basa definitivamente en un ejercicio de marketing y “buenismo”. Iniciativas internacionales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y los estándares GRI o SASB, junto a algunas directivas europeas, fijan aún más la idea ya sólida de que el fin último de la empresa es construir un futuro para las generaciones que vienen por detrás.
Un buen ejemplo del esfuerzo por comprender el entorno, encajarse en las tendencias de sostenibilidad y convertirlo en oportunidad es el Observatorio de Sostenibilidad del Círculo de Empresarios. Dado que la UE ha elegido un modelo de crecimiento basado en sostenibilidad hay que estar muy atentos a toda la normativa que nos viene de Bruselas, a su trasposición y ser capaces de emitir recomendaciones de índole práctico para que su adopción sea una ventaja competitiva de las empresas y una oportunidad para nuestro país.
Si bien es oportuno, y además motivo de orgullo, poner en valor que hoy en día la empresa española obtiene una nota por encima de la media europea en los aspectos ambientales, una nota en la media en los aspectos sociales, y una nota por debajo de la media en cuanto a la Gobernanza. Calificación que, con toda probabilidad, será impecablemente corregida en cuanto se adecuen los órganos de gestión a estas cuestiones. 

La obligación moral de ser inteligente
Necesitamos comprender que la sostenibilidad no es una moda, sino una oportunidad de multiplicación de las capacidades de la empresa y de su contribución. Oportunidad que repercute en un mundo mejor y en una sociedad mas justa. Y estamos obligados a ser inteligentes, a trabajar en la huella de las empresas entendiendo que ese es mejor sustrato de progreso para todos. Como estamos obligados a colaborar inteligentemente evitando antagonismos absurdos. Se trata de comprender que la prosperidad futura necesita la acción de las empresas, así como las empresas deben entender que su actitud responsable, coherente con su propósito es la mejor garantía de futuro para ellas y para todos.

“Es obligación de las empresas comprender el entorno con sus complejidades para poder acertar con su posicionamiento, con el desarrollo de sus capacidades y, en suma, conseguir su valor y su valor compartido”

Y esta inteligencia ha de traducirse en tareas para todos. Las empresas deben anticiparse formando a su personal, desarrollando habilidades acordes con el desafío de la sostenibilidad; conviene que en sus consejos incorporen tanto esta visión como la comprensión de sus implicaciones; deben también ir preparando la compañía para que la regulación asociada no sea un costoso lastre añadido a última hora.
Este esfuerzo de las empresas ha de tener su contrapartida en los poderes públicos. Sería necesario alumbrar políticas públicas de incentivación y promoción de la sostenibilidad, huir de complejidades innecesarias para evitar una fragmentación del mercado interior que restaría competitividad y añadiría costes incrementales a la hora de trasponer nuevas normativas provenientes de la Unión Europea.
Y, sobre todo, esta inteligencia ha de traducirse en un enfoque inteligente de la colaboración público-privada, pues, qué duda cabe, solo existirá un futuro y de todos nosotros depende que sea el mejor de los posibles. 

Palabras clave: Responsabilidad de las empresas, Desarrollo de los países, Sostenibilidad.
Keywords: Corporate responsibility, Development of countries, Sustainability. 

Resumen

El autor analiza el papel de las empresas en el desarrollo de los países, afirmando que son uno de los motores principales del bienestar. Además, se destaca que el impacto de la acción de la empresa va mucho más allá de la creación de valor económico, lo que ha impulsado el movimiento Environmental, Social and Governance (ESG) como base de la sostenibilidad de una empresa y como visualización de su contribución a la sociedad. También se menciona la importancia de que las empresas tengan un propósito claro y conecten con la sociedad en general. Por último, se destaca el desafío global que enfrentan las empresas, desde el cambio climático hasta la disrupción tecnológica, y la necesidad de que las empresas comprendan el entorno y se posicionen de manera adecuada para lograr su valor y valor compartido.

Abstract

The author examines the role of companies in the development of countries, and argues that they are one of the main driving forces in well-being. He also points out that the impact of a company's actions goes far beyond the creation of economic value, which has driven the Environmental, Social and Governance (ESG) movement as the basis of a company's sustainability and as a means to display its contribution to society. The importance of companies having a clear purpose and a connection with society in general is also discussed. Finally, consideration is given to the global challenges facing companies, ranging from climate change to technological disruption, as well as the need for companies to understand their environment and position themselves appropriately in order to achieve their value and shared value.

 

 

El buen funcionamiento de esta página web depende de la instalación de cookies propias y de terceros con fines técnicos y de análisis de las visitas de la web.
En la web http://www.elnotario.es utilizamos solo las cookies indispensables y evaluamos los datos recabados de forma global para no invadir la privacidad de ningún usuario.
Para saber más puede acceder a toda la información ampliada en nuestra Política de Cookies.
POLÍTICA DE COOKIES Rechazar De acuerdo