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Por: CRISTINA DE AMUNÁTEGUI RODRÍGUEZ
Catedrática de Derecho Civil de la Universidad Complutense


FUNCIÓN NOTARIAL

Desde septiembre de 2021, hasta julio de 2022, he formado parte del Tribunal 2 de Oposiciones para obtener el título de notario, todo un curso completo de una gran intensidad, completamente nuevo para mí y que, a pesar de la dedicación prácticamente exclusiva que exige, puedo describir como una experiencia extraordinariamente satisfactoria y enriquecedora.

De los distintos miembros del Tribunal soy la única que no ha pasado por un proceso de oposiciones en el sentido que exigen los cuerpos de notarios, registradores de la propiedad, abogados del Estado o jueces. La carrera universitaria presenta grandes diferencias por cuanto, desde hace años, se exige una previa acreditación curricular del profesor que lleva a cabo una Agencia independiente -la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación)- y una vez obtenida se concursa a las plazas que convocan las Universidades, cada una con sus propios procedimientos, siendo el de la UCM -mi Universidad- para las plazas de titular y catedrático la presentación por escrito del curriculum vitae del candidato, su proyecto docente e investigador y el desarrollo oral de algún aspecto del mismo, como una lección magistral. A la vista está que se trata de un procedimiento radicalmente diferente, parece que definitivamente impuesto, que ha dejado atrás aquellas oposiciones con temarios en los que los temas “salían a sorteo”, con tiempo de preparación ante cada de uno de los exámenes, teóricos o prácticos; así como modelos intermedios que tampoco terminaron de cuajar. Ahora consiste en una carrera de fondo, que exige una experiencia previa en investigación, docencia, transferencia o gestión que se va desarrollando a lo largo de una consagrada “trayectoria universitaria”, cada vez más larga y compleja, cuestionándose incluso la conveniencia de que existan profesores funcionarios en un futuro más o menos próximo. Que algún profesor llegue a ser catedrático antes de los 50 años es una meta prácticamente imposible de cumplir, rondando la media los 50-60 años.

“He formado parte del Tribunal de Oposiciones para obtener el título de notario y, a pesar de la dedicación prácticamente exclusiva que exige, lo describo como una experiencia extraordinariamente satisfactoria y enriquecedora”

Si describo este proceso es porque en los últimos tiempos se viene valorando la idea de cambiar los sistemas de oposición, en los que el opositor debe dominar un exhaustivo temario en su integridad, seguido en el caso de Notarías por la realización de un dictamen práctico, por algún procedimiento alternativo como podría ser la exigencia de un máster, ex ante o ex post, imponiendo una específica preparación previa con la finalidad de compensar la que se presupone falta de formación que define al Grado en Derecho, o incluso recomendándolo después de terminar la oposición como sucede con jueces y próximamente con fiscales. Este proceder implica de suyo una falta de confianza en el propio sistema del proceso de formación de futuros profesionales, incluso una vez aprobada una oposición, y es precisamente en este aspecto en el que quiero incidir, implorando a quien corresponda que nada cambie, pues después de asistir durante este tiempo a los exámenes de tantos opositores en absoluto puedo compartir la idea de exigir una preparación añadida. Hace escasamente un año no tenía una opinión definida sobre esta cuestión, pero ahora hablo con conocimiento desde dentro y creo firmemente que sería un tremendo error cambiar el procedimiento de selección.
No negaré que el nivel que alcanzan los estudiantes después de cursar el grado en Derecho resulta absolutamente insuficiente para afrontar unas oposiciones como las que permiten el acceso a los cuerpos mencionados, de los que ya solo me voy a centrar en Notarías. Existirán estudiantes que nunca habrán estudiado Derecho hipotecario (reducido en muchos planes a una simple optativa), que no hayan visto mercantil porque se les han reconocido créditos “erasmus” cursando, por ejemplo, Derecho marítimo inglés, que vean como si cambian de Universidad pueden llegar a tener que aprobar varias veces la misma asignatura si no coinciden los créditos asignados o que, si se comete el error de incluir los civiles I y II en formación básica -como nos sucedió un tiempo en la UCM-, se convalidaran inexorablemente por quien en su propia Universidad de origen superara oratoria, inglés, habilidades del jurista u otro tipo de opciones en aras de una supuesta mejor formación.

“El nivel que alcanzan los estudiantes después de cursar el grado en Derecho resulta absolutamente insuficiente para afrontar unas oposiciones”

Todas estas iniciativas ministeriales y políticas considero que traen causa y son consecuencia al mismo tiempo del cambio en el sistema de valores que impera en nuestra sociedad actual y que se ha trasladado a la Universidad; así, entre otros, búsqueda de satisfacción inmediata, consecución de resultados al momento, falta de constancia, ausencia de capacidad de sacrificio o desprecio por el estudio en sí mismo. La lamentable transmutación de valores que acompaña a los tiempos que corren afectan sobre manera a nuestros jóvenes alumnos que llegan a la Universidad (y lamentablemente a veces también salen de ella evidenciando nuestro fracaso en su formación) pensando ya dentro del Derecho civil que el que no paga es un héroe, mientras que quien satisface rigurosamente sus deudas es un pobre hombre, que el okupa actúa así porque tiene derecho a la vivienda, que la propiedad de uno no permite la exclusión de los demás en su propio beneficio, que el arrendador es un ser perverso mientras que el arrendatario no tiene por qué comportarse como obligado por un contrato, o que, por supuesto, no terminan de entender por qué las reglas de régimen económico matrimonial protegen a los terceros frente a las maniobras de los cónyuges, por no mencionar la estupefacción que sufren cuando se les explica la responsabilidad ultra vires que en muchos casos sucede a una aceptación tácita de la herencia. En suma, sumidos en la contradicción han perdido los estándares de comportamiento y valores propios de un sistema jurídico que pretende ser coherente en sí mismo bajo unas premisas innegociables.
Por eso he asistido asombrada y agradecida a la presencia de la recuperación de los valores mencionados, aparentemente desaparecidos, en la formación y tiempo que dedican los opositores a preparar Notarías. Para ello resulta evidente la importancia que reviste el método de preparación y el compromiso que ellos mismos adquieren con el propio sistema, llegando a unos óptimos resultados que, a la vista de lo expuesto, consideraría un tremendo error modificar. La profunda transformación entre los insuficientes conocimientos que aporta la formación universitaria y los que exige superar el exhaustivo programa es extraordinaria y se debe, exclusivamente, a un empeño de preparadores y especialmente a un esfuerzo personal titánico de los opositores que llegan a los ejercicios con un profundo y riguroso conocimiento del Derecho. Ese dominio del temario exige un denodado sacrificio al que se enfrenta el aspirante, debiendo afrontar el estudio al modo tradicional, prescindiendo de las nuevas metodologías de aprendizaje que aquí le servirán para poco. Maravilla comprobar que el nivel de los conocimientos que demuestra el opositor en nada se ha devaluado, sino todo lo contrario. Asombra ver cómo se adapta el extenso temario a la inclusión en el contenido de cada materia de lo que se considera más “puntero”, actual o novedoso, incluyendo las últimas resoluciones de los Tribunales y de la Dirección General que los estudiantes dominan perfectamente. Todo ello unido a una rápida exposición, ajustada a tiempos prefijados (si se quiere hablar de todos los epígrafes que exige cada tema), que no posibilita deambular o vagar por las materias de manera superficial, sino abordar directa y rigurosamente la temática correspondiente.

“Los opositores llegan a los ejercicios con un profundo y riguroso conocimiento del Derecho”

Desde aquí querría desmitificar dos grandes equívocos, que se repiten a veces en algunos ámbitos como un mantra, en cuanto a las oposiciones a Notarías. El primero, extendido entre quienes no se han aproximado al conocimiento del proceso, es que basta saberse los Códigos o textos positivos de memoria para ser notario. Desde luego no es cierto, y bastaría para comprobarlo acercarse a escuchar algunos ejercicios, pues en las exposiciones se traduce claramente quién conoce el Derecho, lo entiende, lo interioriza y después es capaz de exponerlo, proceso que evidentemente exige un estudio previo extraordinario, pero también un dominio de las distintas disciplinas. Es cierto que algunos temas, sobre todo los de civil, resulta más rápido y sencillo ajustarlos a tiempo siguiendo el orden del Código, sobre todo si son artículos originarios y sin reformas, que exponerlos con el propio lenguaje del opositor; pero en el momento en que un tema incluye otro tipo de normas en ningún caso se limita el trabajo a repetir preceptos legales sin más. Pero, aunque así fuera el dictamen que deben superar como tercer ejercicio requiere que todo lo que se ha estudiado o memorizado se traslade a la búsqueda y solución de problemas particulares que se encuentran en complejos supuestos de hecho sin previas etiquetas que los conviertan en compartimentos estancos. Ahí no valdría una mera repetición de preceptos sin más, no se obtendría el resultado perseguido de superar el ejercicio. El segundo equívoco -absolutamente infundado y que es el que justifica la presencia en el Tribunal de personas pertenecientes a otros cuerpos-, es que se favorece a quienes son hijos o familiares de notarios. Nada más erróneo, los principios de capacidad, mérito, igualdad y objetividad se llevan a sus últimas consecuencias sin que en nada interfiera que quieran dedicarse los opositores a la profesión de sus padres o personas cercanas, comportamiento que, por otra parte, es propio de muchos otros ámbitos de trabajo.

“Maravilla comprobar que el nivel de los conocimientos que demuestra el opositor en nada se ha devaluado, sino todo lo contrario”

En el día a día he observado como los opositores se esfuerzan extraordinariamente por estar al día -incluso en un año con una reforma de calado y amplitud con reflejo en un buen número de temas-, por mantener el rigor exigido, pero cada uno de su propia manera, reflejo de su personalidad. He asistido a ejercicios absolutamente brillantes, en los que todo el Tribunal presencia la exposición casi con la boca abierta y pasan los minutos de una forma vertiginosa, otros más didácticos o académicos, a veces a una velocidad imposible que permite un mayor contenido, otros que evidencian confianza y seguridad en lo que se está explicando, y en muchos casos opositores que, si se me permite la expresión, “dan el perfil” de notarios o notarias desde el principio. He visto también sus nervios, su mala suerte al extraer las bolas de los temas, sus actitudes al llegar en los angustiosos cinco minutos previos, si escriben o no, si nos miran o buscan un punto fijo, si asienten con la cabeza; y también sus dudas y, lamentablemente, su retirada, algo terriblemente doloroso para los opositores, y también para el Tribunal. Hasta ahora todo parece positivo, pero se pasa mal, se sufre, sobre todo a medida que avanzan los ejercicios y especialmente en la valoración del dictamen que verdaderamente lleva a resultados no esperados ni queridos, en los que se dejan fuera ya no aspirantes, sino personas a las que se pone cara y nombre después de compartir tantas horas.

“Los opositores se esfuerzan extraordinariamente por estar al día, por mantener el rigor exigido, pero cada uno de su propia manera, reflejo de su personalidad”

Y aquí llegamos al aspecto más duro de la oposición que es ver que se quedan en el camino personas preparadas, que alcanzan nivel, pero que en un proceso competitivo que busca la excelencia no continuarán si otros lo han hecho mejor. A ellos y a sus familias habría que animarlos a seguir, a darse otra oportunidad porque no es fácil aprobar a la primera; que sean conscientes de que son unos héroes admirables, lo mismo que aquellos que han aprobado, y que su capacidad de esfuerzo será recompensada en un futuro. Es precisamente en este punto donde sí se evidencia que quienes dejan la oposición puede parecer que han perdido una serie de años de su vida, y quizá esta sea la peor cara de las oposiciones y donde inciden quienes optarían por obligar a la realización de másteres previos en la Universidad que, entre otras cosas, permitan el acceso a la abogacía. Tampoco aquí estoy muy segura de la conveniencia de esta exigencia, pues la preparación de los estudios para opositar a Notarías es notablemente superior a la que proporcionan los títulos que se ofrecen en el mercado del máster. Basta para ello contrastar las predilecciones de los grandes despachos a la hora de seleccionar a sus abogados en formación entre quienes se han dedicado previamente al estudio de grandes oposiciones, recuperando esos valores a los que he hecho referencia que parecían perdidos (1).
Llama también la atención observar que todo el proceso se desarrolla en un marco de profundo respeto por el opositor, respeto que es correspondido por los aspirantes de una forma impecable que se trasluce ya desde que se recibe cada día a quienes aprueban el día anterior, y respeto también al Tribunal por parte todos los notarios con quienes he tenido ocasión de coincidir estos meses. En las reuniones previas al comienzo de las oposiciones se nos hizo saber que en todo momento el protagonismo es del opositor, a quien se debe dedicar la máxima atención por parte de todos los integrantes del Tribunal que, además, debíamos estar siempre presentes. Con todo tacto también se nos sugirió que no deberíamos distraer al opositor con la consulta de móviles, ordenadores o tablets, evidenciando desde el principio una preocupación constante por concederles el sitio que merecen, intentando ayudarles lo más posible en su concentración y esfuerzo, tarea a la que han contribuido sobre manera los notarios miembros del Tribunal guiando nuestros pasos cada día. Incluso dentro del propio Tribunal el respeto hacia el criterio de los “de fuera” a la hora de deliberar se traduce en un trato de plena libertad, en absoluta igualdad de condiciones.

“Mi más sincera enhorabuena a los opositores que ya son notarios y mi más profundo respeto a quienes lo han intentado”

Enlazo ya para terminar con mi valoración sobre el Colegio Notarial de Madrid y el modo en el que se desarrolla todo el proceso de la oposición funcionando como un reloj. Nada supone un problema, todo se soluciona de forma inmediata, casi imperceptible, por cuantos se ocupan de ello, que no son pocos, trabajando con una generosidad, eficiencia, discreción y voluntad digna de mi admiración más profunda. Compartir con ellos estos meses y con los miembros del Tribunal ha sido una experiencia inolvidable, llena de buenos ratos a lo largo de tantas tardes, atendidos y “mimados” en todo momento en un entorno acogedor y en el que me he sentido cómoda, ayudada y apoyada por mis compañeros para estar centrada completamente en la labor que nos correspondía. He aprendido mucho, en todos los sentidos, y pese a la intensidad y dureza del proceso me siendo agradecida por haber participado en el mismo. Concluyo estas reflexiones con mi más sincera enhorabuena a los opositores que ya son notarios y mi más profundo respeto a quienes lo han intentado.

(1) Basta como muestra leer en Cinco Días del 6 de septiembre de 2021 el artículo “Opositores fallidos, caballos ganadores en los bufetes”.

Palabras clave: Oposiciones, Rigor, Respeto.
Keywords: Competitive public examinations, Rigour, Respect.

Resumen

En las siguientes reflexiones quiero compartir la experiencia de haber formado parte de un Tribunal de Notarías durante el curso pasado. Se trata de expresar mi sincera opinión sobre el desarrollo del proceso desde un punto de vista absolutamente personal. El sobresaliente nivel que presentan los opositores tras su profundo y riguroso estudio evidencia que el sistema funciona bien tal y como está diseñado. Todo el proceso de selección se desenvuelve en un impecable clima de respeto alrededor de los aspirantes a quienes se reconoce su denodado esfuerzo e intenta facilitar lo más posible su concentración y tranquilidad. Desde luego, la dedicación de los Tribunales es exhaustiva, exclusiva y excluyente, pero me ha resultado una vivencia grata e inolvidable.

Abstract

In this article I would like to share my experience of having been a member of a Notaries Tribunal over the past year, and express my sincere opinion on the process from an entirely personal point of view. The outstanding level of the candidates after their extensive and thorough studies shows that the system works well in the manner it was designed. The entire selection process takes place in a faultless climate of respect for the candidates, whose extraordinary efforts are recognised, and every attempt is made to facilitate their concentration and peace of mind to the greatest extent possible. The work done by the Tribunals is of course exhaustive, exclusive and excluding, but I found it a pleasant and unforgettable experience.

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