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JUAN FERNANDO LÓPEZ AGUILAR
Ministro de Justicia

Tengo el honor de ser parte de esta presentación de una obra de juristas para juristas, que enfoca la construcción europea desde lo que constituye su médula espinal: el Derecho. La construcción europea está teniendo éxito, lleva 50 años teniendo éxito, precisamente porque se está haciendo en y desde el Derecho. Se intentó de muchas otras formas en la Historia, como se ha evocado aquí en la intervención apasionada de Carlos María Brú, pero sólo desde que se ha intentado desde la razón del Derecho, Europa está siendo posible, Europa es un proyecto verosímil, es una convocatoria en marcha. En eso estamos.
Yo creo que el valor añadido que puedo aportar aquí quiere centrarse precisamente en el acento que puedo aportar como ministro de Justicia de un Gobierno que se ha comprometido expresa e intensamente con la construcción europea en la medida entera de sus capacidades y la ha incorporado a su programa y así se reflejó en la investidura del presidente Rodríguez Zapatero en el arranque de esta Legislatura. Una modificación escueta y concreta de la Constitución, uno de cuyos objetos señalados e identificados de forma exacta, consiste precisamente en recibir a Europa y lo que Europa importa, en la Constitución española. Que además ha hecho una apuesta rotunda y expresa también por el sí a esa construcción constitucional europea. Para empezar, asumiendo la convocatoria de un referéndum, el segundo de esa naturaleza consultiva que la Constitución establece en su Art. 92 para que los españoles pudieran pronunciarse sobre este estadio, sobre este eslabón que por fin cualifica la construcción europea en derecho como constitucional.
Ese referéndum, como todos tenemos en mente, tuvo lugar el 20 de febrero de este año 2005. El resultado fue un abrumador, rotundo, sólido sí de la ciudadanía española a esa construcción constitucional europea. Por tanto yo no debía faltar a este ofrecimiento que se me brindó de presentación de una obra que contribuye a esa animación del espíritu de la construcción constitucional europea, incluso en un momento como el presente, donde sin duda ninguna es legítimo el debate por las incertidumbres o los desfallecimientos de esta construcción. Precisamente para aportar toda energía que el gobierno pueda poner sobre la mesa en favor de ese sí continuado y de esa ambición constitucional para Europa.

"Este Gobierno se ha comprometido expresa e intensamente en la construcción europea y la ha incorporado a su programa"

Me parece que los juristas hacen bien estando a la altura del desafío. Por lo tanto debe ser reconocido este nuevo ejercicio de contribución del que concurren nada menos que 52 firmas con tres coordinadores: Joan Colom, Luisa Fernández de Soto y Justo Sotelo, y bajo la dirección de Carlos María Brú Purón, un veterano europeísta, como él mismo se ha definido. Un veterano e infatigable europeísta que preside la rama española del Movimiento Europeo desde ese timbre de honor, que también ha sido evocado aquí, de haber sido parte de aquel legendario “contubernio de Munich”, del que también reconozco supervivientes en esta sala, a los que saludo con el reconocimiento que creo que se debe a aquel ejercicio de riesgo precursor de lo que importaba Europa para España. Para lo que era un ideal intergeneracional de superación de muchos viejos traumas de atraso y aislamiento, de soledad de la miseria, y por consiguiente, de apuesta en positivo de futuro.
Ese futuro está teniendo lugar ahora delante de nuestros ojos y estamos siendo partes de él. Es claro que de lo que se trata es de llevarlo a término. Eso significa ser parte entre todos de un ejercicio de muy considerable envergadura. No fue por casualidad que no se pudo hacer Europa militarmente ni a través de ningún nacionalismo expansivo, y mira que los ha habido en el continente y en el suelo europeo a través del derramamiento masivo de sangre, de las guerras de religión o de las guerras interestatales o las guerras de nacionalismos contra nacionalismos. Se ha podido construir Europa en ese ejercicio de paso a paso, que ha sido evocado, de los padres fundadores que lo teorizaron, que lo verbalizaron: Jean Monet, Robert Schumann, en modo que a través de una construcción progresiva y con la herramienta del Derecho, por fin está cobrando sentido.
No tengo ninguna duda de que merece la calificación constitucional. Así la explico como profesor de Derecho Constitucional, que además ha intentado desarrollar en su actividad académica esa dimensión constitucional de Europa y para Europa. He podido ejercer docencia en Derecho Constitucional Europeo desde una de las Cátedras Jean Monet patrocinadas precisamente por la Unión Europea, porque creo que lo que está teniendo lugar en Europa desde hace 50 años es un proceso constituyente. Genuino y singular, único, irrepetible como lo son todos, como lo es cada uno de los que han explicado constitucionalmente los Estados nación, que se congregan en Europa. No hay en Europa un solo Estado miembro que haya experimentado un proceso constituyente idéntico a ningún otro. Como consecuencia perfectamente asumible, ninguna Constitución de los Estados miembros de la Unión Europea se corresponde ni en el procedimiento con que se elaboró, ni en el acto con que se fundó ese respectivo orden constitucional con ningún otro. Cada Constitución es resultante única y genuina de la experiencia de cada uno de los Estados miembros que se embarcaron en ella y exactamente por eso es posible comprender que lo que está teniendo lugar en Europa es un proceso constituyente que no es réplica, ni calco, ni clonación de ningún experimento constitucional previo.

"No se pudo hacer Europa a través de ningún nacionalismo expansivo. Sólo paso a paso y con la herramienta del Derecho está cobrando sentido"

No nos debe extrañar por tanto que tampoco su arquitectura constitucional asemeje o replique a la de ninguno de los Estados miembros, y sin embargo se corresponde por su objeto y por su alcance con lo que merece ser llamado una Constitución. Es un experimento en el que se protegen derechos de ciudadanía, se les ofrecen garantías jurisdiccionales, se establece una arquitectura representativa y se la cimenta y se la somete y se la limita en derecho. Yo diría que ésas son las bases para lo que pueda ser calificado históricamente como un proceso constituyente. Sin duda ninguna está costando trabajo y no era para menos, porque la complejidad de la Constitución Europea está a la vista de cualquiera. Integra a estas alturas cerca de 450 millones de ciudadanos y la ambición no se ha detenido todavía. 25 Estados miembros y la ambición no se ha detenido todavía, y la interacción entre las instituciones que describen esa arquitectura constitucional, inevitablemente se somete a una complejidad que no tiene precedentes ni parangón en el Derecho Comparado, pero está hecha y regida por el Derecho. Es exactamente el Derecho lo que la está haciendo posible.
Una característica diferencial que merece ser subrayada, y me alegro que la haya señalado de forma tan clara Carlos María Brú Perón, al explicar el ánimo con que los autores han concurrido en la elaboración de esta Exégesis, es que en esta ocasión el Derecho está adelantándose a la conciencia popular, que lo explica y que lo legitima. Seguramente que éste es el factor que mejor cualifica a las dificultades que está experimentando esta construcción. El déficit de legitimación de la construcción europea no obedece tanto a un déficit de legitimación de fuentes del Derecho euro-comunitarias ni al déficit de representatividad de sus instituciones, sino a un déficit de implicación, de involucración, a un déficit de reconocimiento, de identidad europea en la ciudadanía, que es en definitiva la depositaria de la soberanía popular sobre la cual se está edificando jurídicamente Europa.
Yo creo que todas las obras que concurren a la superación de ese déficit explicando Europa, convocando a Europa, legitimando a Europa a través de una racionalización de los instrumentos que la definen, de los pilares sobre la que se sostiene, prestan un servicio a Europa. Tenemos mucho trabajo por delante y debemos ser parte de este trabajo. Todas las ocasiones son buenas para redinamizar y reanimar el proyecto europeo, que hemos conocido otras dificultades en el pasado, otros momentos de aparente “stand by”, que por los euro-escépticos o los enemigos de Europa han podido ser utilizados como desincentivación de Europa. Sin embargo Europa sigue teniendo sentido.

"Lo que está teniendo lugar en Europa es un proceso constituyente que no es réplica, ni calco ni clonación de ningún experimento constitucional previo"

Es porque Europa se puso en marcha después de la Segunda Guerra Mundial, que no ha vuelto a tener lugar en nuestro continente un derramamiento de sangre de proporciones tan descomunales, tan absolutamente insoportables, tan humanamente irrepetibles, como el que tuvo lugar precisamente antes de que decidiésemos apostar por construir Europa en Derecho. Esa intuición genial de los padres fundadores, de que sólo de esa manera conseguiríamos transitar desde la CECA, la primera Comunidad, la del carbón y del acero, a la Meca de una constitucionalización verdadera y democrática de Europa en un proceso que sin duda ninguna está recabando energías morales y políticas muy considerables. Pero que tiene sentido porque es la única forma de que podamos acometer y resolver problemas, que lo son para la gente, para la ciudadanía y que ya están completamente fuera del alcance de los limitados poderes de los Estados-nación. Ésta es la consideración con la que yo quería concluir porque es la mía, la de mi experiencia como Ministro de Justicia que está siendo parte de las reuniones del Consejo de Ministros de Justicia e Interior de la Unión Europea.
En Bruselas tendré oportunidad de fijar la posición española contra alguna de las concreciones de ese principio del Derecho del país de origen que denunciaba y censuraba en sus efectos menos admisibles Carlos María Brú. Pero lo que sé, en mi experiencia como ministro de Justicia, es que el Consejo de Ministros de Justicia e Interior con todas las limitaciones, el fárrago y las dificultades de un proceso decisional que integra a 25 Estados miembros, cada uno lógicamente con sus motivaciones y sus prioridades, se habla de temas que están fuera del alcance de los poderes de cada uno de nosotros, y que sin embargo importan al conjunto de la ciudadanía europea: la delincuencia organizada, el tráfico de personas, el blanqueo de dinero procedente de negocios ilícitos, la inmigración irregular, la gestión y defensa de nuestras fronteras exteriores. Y por supuesto, el combate frontal contra la peor forma de criminalidad organizada y que en España nos es tan dramática, tan tristemente conocida durante tanto tiempo, y que sin embargo hemos tardado tanto en compartir en su percepción vivencial más dura con el conjunto de los países de la Unión Europea, que es el terrorismo.
Ninguno de esos desafíos, que son gigantescos, puede ser acometido, no ya digamos resuelto por ninguno de los Estados miembros. Es claro que Finlandia no lleva 30 años llorando por la violencia terrorista, pero ésta es la hora en que Finlandia ya no puede entenderse libre ni de su amenaza ni de su violencia. Nos toca a todos. Yo creo que España tiene derecho a reclamar para sí el orgullo de haber liderado este pilar de la construcción europea que arranca en los años 90 con el Tratado de Maastricht, para llevarlo a su calificación como una política comunitaria distintiva en el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, con el eslabón intermedio del Tratado de Ámsterdam que lo califica como “espacio de libertad, justicia y seguridad”.

"Hay un déficit de implicación, de involucración, de reconocimiento de identidad europea en la ciudadanía, que es en definitiva la depositaria de la soberanía popular sobre la que se está edificando jurídicamente Europa"

España está en la locomotora de esa construcción, está liderando la toma de conciencia sobre la importancia que tiene Europa para poder acometer esos desafíos tremendos, y por tanto, España está aportando en positivo en Europa. Hemos recibido mucho de Europa, y durante mucho tiempo la popularidad del euro-entusiasmo español se explicaba muy bien por ese factor -si se quiere- más elemental de los muchos beneficios que hemos recibido de la adhesión y de nuestra encardinación en Europa. Los dineros, los fondos comunitarios, los fondos de cohesión, pero en el tiempo que tenemos por delante es muchísimo lo que España puede aportar a Europa, es muchísimo el criterio y el liderazgo en positivo.
Tenemos el deber de explicar Europa en la mejor medida de nuestras capacidades y aportaciones tan monumentales como este volumen que hoy se presenta deben ser puestas en valor, reconocidas y agradecidas. Desde todas las fórmulas sectoriales, las distintas disciplinas del Derecho y las experiencias de trabajo en las que concurrimos a ese esfuerzo de explicar Europa, al mismo tiempo estamos abriendo paso y estamos haciendo posible la Europa del futuro, la Europa del siglo XXI. De manera que a todos los colaboradores, partícipes y artífices de esta magna obra, yo les quiero trasladar mi felicitación y reconocimiento, y de forma muy especial al Colegio de Notarios que hoy nos ofrece su hospitalidad y a Carlos Brú que ha coordinado trabajosamente esta obra, que seguramente no es el colofón de las muchas contribuciones que señalan el itinerario de su vida en favor de esa causa que realmente merece la pena. Muchísimas gracias.

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