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JOAQUÍN ESTEFANÍA
Periodista y escritor. Fue director de EL PAÍS entre 1988 y 1993, y acaba de publicar el ensayo La larga marcha. Medio siglo de política económica en España

Al finalizar la cumbre del G-8 del mes de junio, en el pueblecito alemán de Heiligendamm, los expertos financieros analizaron con lupa el comunicado final. Muchas palabras sobre el cambio climático, buenas intenciones sobre la ayuda a África y la condonación de la deuda a los países más pobres de la tierra, pero ni rastro sobre lo que ellos más temían y a la vez esperaban: criterios para la regulación de los nuevos operadores de la economía global, cada vez con más protagonismo: las empresas de capital riesgo (private equity) y los fondos de alto riesgo (hedge funds). Desde hace algún tiempo, políticos, economistas y sindicalistas advierten de la posibilidad de que un fallido en uno de estos gigantes sea la cerilla que encienda la mecha de una nueva crisis financiera, que –esta vez sí- sería la primera crisis de la economía global: una crisis global.
Ha pasado ya un lustro largo desde que el semanario The Economist, una de las biblias de la economía de nuestro tiempo, denominase a estos nuevos actores globales los reyes del capitalismo y los dedicase un número casi monográfico. Y entonces todavía no tenían una presencia tan abrumadora como ahora… tan abrumadora que en muchas ocasiones hacen pasar a segundo término a las otras instituciones centrales del sistema financiero, anuladas por la agresividad de esos nuevos reyes del capitalismo. Por ejemplo, empresas como Iberia y Altadis en España, antiguos monopolios públicos, son en estos momentos objeto de tentación por parte de private equity tan formidables como Texas Pacific Group (TPG), Carlyle, Blackstone o Kohlberg Kravis Robert (KKR).

"El capital riesgo pone en su punto de mira a empresas con altos flujos de caja y bajos niveles de endeudamiento, las compra, las excluye de las bolsas de valores  y al cabo de un tiempo, una vez eliminadas sus ineficiencias y con gestores más agresivos, las saca a la venta, obteniendo enormes beneficios"

¿Cómo funciona en general una empresa de capital riesgo? Primero pone en su punto de mira a empresas con altos flujos de caja y bajos niveles de endeudamiento; a continuación las compran, las excluyen de las bolsas de valores (con lo que alzan una cortina ante los ojos de las entidades supervisoras y reguladoras), y al cabo de un tiempo, una vez eliminadas sus ineficiencias (reducciones de costes y de plantillas, cierre de algunas de sus actividades,…) y sustituidos los gestores tradicionales por otros más agresivos, las sacan a la venta con el perfil anterior o debidamente troceadas, obteniendo enormes beneficios. La diferencia con otros momentos es que ahora el capital riesgo compra más empresas, no hay sectores tabús (un private equity acaba de comprar Chrysler a la alemana Daimler) y da igual cuál sea el volumen de la adquirida. Para ello aumentan espectacularmente sus niveles de endeudamiento.
En las cátedras de las principales universidades, en los organismos multilaterales y en los servicios de estudio de las grandes entidades privadas se estudian ahora las consecuencias de ese protagonismo irresistible del capital riesgo. Hace escasas fechas, el Grupo Socialista del Parlamento Europeo ha hecho público un análisis del funcionamiento de las nuevas estrellas de la economía con una propuesta sobre su necesaria regulación y con el propósito de extenderlo al resto de las fuerzas políticas. A mitad del pasado mes de mayo y en el seno de la OCDE en París, el presidente del BBVA, Francisco González, advirtió sobre los riesgos aparejados al auge de los agentes financieros no bancarios ya que “pueden afectar a la estabilidad del sistema financiero”. González subrayó que el crecimiento financiero está yendo a un ritmo muy superior al de la economía real por lo que hay un riesgo de corrección brusca si vienen mal dadas para la economía; y exigió la máxima transparencia en la actuación del capital riesgo y de los hedge funds pidiendo que los mismos se ajusten a los códigos de conducta apropiados. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la presentación de su Informe de estabilidad financiera global identificaba entre los riesgos del sistema el incremento de las compras apalancadas (mediante endeudamiento) por parte de los grupos de capital riesgo, que se han multiplicado por diez en el último lustro; en ese informe se dice que el desmoronamiento de una operación de alto perfil podría dejar expuestos a un alto riesgo a los bancos que conceden los préstamos para las adquisiciones.

"Otra modalidad de privatización: no se trataría de la venta del patrimonio del Estado sino de sacar a una empresa de la exposición pública (de la vigilancia de los supervisores de los mercados de valores) para hacerla más eficaz en el corto plazo, apretando todas las tuercas a la vez"

Algunos analistas han interpretado el papel de estos agentes financieros no bancarios como otra modalidad de la privatización de la economía. Ahora no se trataría de la venta del patrimonio del Estado sino de sacar a una empresa de la exposición pública (de la vigilancia de los supervisores de los mercados de valores) para hacerla más eficaz en el corto plazo, apretando todas las tuercas a la vez (por ejemplo, en algunos casos, sin las limitaciones del buen gobierno o de la responsabilidad social corporativa).
El sector no deja de cambiar de apariencia y de formas. La última fase del capital riesgo se denominaba private equity como modo de diferenciación del public equity, que es el que tiene lugar en las bolsas de valores, con su legislación y su regulación. Las compañías que adquiere una sociedad de capital riesgo cotizan en la mayor parte de los casos en los mercados de valores, pero no así la entidad compradora. Pues bien, uno de los mayores private equity, Blackstone, ha empezado a cotizarse en Wall Street, para lo que no ha tenido más remedio que desnudarse ante la SEC, el organismo regulador estadounidense. Lo datos son espectaculares: creada en el año 1985 con cuatro empleados y 400.000 dólares como cartera para invertir, Blackstone hacía compras en 2005 por valor de 500.000 millones de dólares y las compañías en las que ha invertido emplean a 375.000 personas y generan unas ventas anuales de 83.000 millones de dólares. Para más inri, el Gobierno chino acaba de invertir 3.000 millones de dólares (una ínfima cantidad del dinero que tiene en reservas de divisas, alrededor de 1,2 billones de dólares, de los cuales al menos el 60% los tiene invertidos en bonos del Tesoro de EEUU) en Blackstone. Ello significa que si un día esta sociedad se acercase a pescar en España, el gobierno chino podría ser el propietario indirecto de Iberia, Altadis, Endesa o cualquier otro exmonopolio público, hoy privatizado.
Ironías de la economía global.

 

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