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FRANCISCO MOCHÓN MORCILLO
Catedrático de Análisis Económico en la UNED
fmochon@cee.uned.es

La crisis internacional 2007-2009 no es un fenómeno nuevo. Las fluctuaciones cíclicas son características del sistema de economía de mercado, que de forma recurrente entra en fases de expansión y de recesión. Tomando como referencia la economía estadounidense, desde la Gran Depresión de 1929, esta ha incurrido en catorce crisis, si bien de duración e intensidad muy dispar.

"La crisis internacional 2007-2009 no es un fenómeno nuevo por ello deberíamos prestarle mucha atención a las enseñanzas que nos ofrece la historia"

Los referentes históricos: la gran Depresión, la crisis asiática, la crisis sueca y la deflación japonesa

La Gran Depresión
Para evidenciar que no estamos ante un fenómeno novedoso y que deberíamos prestarle mucha atención a las enseñanzas que nos ofrece la historia empecemos por analizar la Gran Depresión. En el origen de la Gran Depresión, y también de la crisis actual, se encuentra una política monetaria expansiva que propició un fuerte aumento del consumo y de la inversión y un endeudamiento excesivo. Durante la fase de euforia se produjo un proceso de sobreproducción generalizada y tuvieron lugar importantes subidas de los precios de los activos. Cuando los excesos de oferta empezaron a hacerse evidentes en algunos sectores, los precios de determinados bienes comenzaron a bajar y la morosidad inició su aparición. Ante este cambio de situación la burbuja se pinchó y los duros ajustes se hicieron inevitables. El sobreendeudamiento de las entidades financieras y la caída de cotización de las acciones hizo que muchos bancos empezaran a tener problemas ante lo cual las autoridades económicas actuaron siguiendo los principios de la economía clásica: dejar que funcionara el libre mercado y combatir el exceso de endeudamiento con una política monetaria restrictiva y con una política fiscal titubeante. El resultado fue un sinfín de quiebras bancarias y la desaparición de los ahorros de muchas familias.
Puede afirmarse, por lo tanto que los errores en la instrumentación de la política monetaria (ante la aparición de los primeros síntomas de la crisis) y en la gestión de las entidades financieras con problemas fueron determinantes para que la recesión iniciada a finales de los años veinte se convirtiera en la Gran Depresión. En este sentido puede decirse que se ha aprendido del pasado pues en la crisis 2007-2009 en general la instrumentación de la política monetaria ha sido correcta.

La crisis asiática
Pero la Gran Depresión no es el único referente histórico que debemos considerar. Entre 1997 y 1998 estalló la conocida como la crisis asiática. En esta ocasión el factor desencadenante fue la  acumulación de déficits por cuenta corriente derivados de un exceso de gasto privado en consumo e inversión. Esta crisis vino a evidenciar la incompatibilidad entre la plena libertad de los movimientos de capital y las políticas nacionales, algo que también en la crisis actual se ha puesto de manifiesto. El resultado fue una crisis bancaria sistémica que provocó la brusca salida de capitales de la región ante una desconfianza creciente. La receta aplicada siguió el esquema siguiente: evaluación rigurosa de las pérdidas, cierre o fusión de los bancos insolventes, recapitalización de los bancos solventes pero con problemas o los insolventes pero demasiado grandes para dejarlos caer y transferencia de los activos tóxicos (que tiene un valor en libros superior al valor de mercado) fuera del balance de los bancos para reactivar la actividad crediticia.
A la crisis asiática, como afectó a países emergentes cuyas monedas no eran consideradas como divisas, no se le prestó mucha atención en occidente. Pero los que sufrieron el duro ajuste de ella derivado si aprendieron la lección: a partir de entonces sus políticas irían encaminadas a evitar nuevas crisis de balanza de pagos. Tomando como referencia el caso de china, sus gobernantes ante la experiencia vivida decidieron implantar políticas de corte mercantilista y recurrir a la devaluación del tipo de cambio, como vía para aumentar las exportaciones. Además se ocuparon de desalentar el consumo y propiciar la acumulación de beneficios empresariales. El resultado ha sido que China ahorra el 60% de su PIB, ha consolidado un 10% de superávit en su balanza por cuenta corriente y ha acumulado una ingente cantidad de divisas, prioritariamente en forma de deuda estadounidense.

Crisis en Suecia y Japón
En el rosario de crisis sufridas por la economía mundial desde 1929 hay otros dos referentes que merece la pena analizar. Su interés radica en que la evolución seguida por las economías fue muy distinta en función de las medidas tomadas en uno y otro caso y por ser dos crisis financieras en las que el componente inmobiliario fue muy relevante. Nos referimos a la crisis vivida por los países nórdicos, especialmente Suecia entre finales de los setenta y principios de los ochenta y la crisis sufrida por la economía japonesa durante la década de los noventa.
Suecia, debido al pinchazo de la burbuja inmobiliaria-financiera entró en un típico círculo vicioso de desendeudamiento: la caída de los precios de los activos redujo la riqueza financiera e hizo menos solventes los balances de forma que las familias y las empresas optaron por vender activos para reducir su deuda y afrontar el aumento de la morosidad. Lo malo fue que con este comportamiento se acentuó la caída de los precios de los activos. Ante esta situación las autoridades suecas actuaron drásticamente interviniendo temporalmente los bancos con problemas y saneando sus balances (esta manera de actuar se le conoce como la ducha sueca). De esta forma las entidades financieras reiniciaron la actividad crediticia, abortándose  la incipiente recesión de la economía real.
En el caso de la crisis japonesa, las cosas fueron mucho más lentamente y la consecuencia fue una década de deflación. Todo ello a pesar de que los gobernantes japoneses llevaron a cabo importantes políticas expansivas monetarias y fiscales. Las razones que parecen explicar la dinámica deflacionaria incurrida por la economía japonesa fueron, por un lado que los activos tóxicos no se retiraron rápidamente de los balances de los bancos y que las empresas percibieron que la caída de los precios de los activos iba a ser un fenómeno duradero de forma que para sanear sus balances optaron por limitar drásticamente sus inversiones.

La crisis financiera 2007-2009
Después de un largo periodo de crecimiento sostenido asociado a la masiva incorporación de las nuevas tecnologías y a la globalización, la crisis 2007-2009 vino a recordarnos que los ciclos siguen teniendo muy buena salud. De nuevo en el origen se encuentra en una política monetaria expansiva que generó unos tipos de interés reales negativos y una notable abundancia de crédito. El resultado fue un sobreendeudamiento generalizado (familias, empresas y entidades financieras).

"Ante una crisis bancaria sistémica la receta a aplicar es: evaluación rigurosa de las pérdidas, cierre o fusión de los bancos insolventes, recapitalización de los bancos solventes pero con problemas o los insolventes pero demasiado grandes para dejarlos caer y sacar los activos tóxicos fuera del balance de los bancos para reactivar el crédito"

Las transformaciones experimentadas por la actividad bancaria han jugado un papel determinante en la crisis. La pérdida de importancia relativa de la banca tradicional, los nuevos productos financieros y la falta de incentivos para garantizar que los clientes fueran solventes y minimizar el riesgo actuaron como factores dinamizadores. En esa loca carrera por el beneficio basado en comportamientos poco prudentes hay que enmarcar las hipotecas subprime, esparcidas por todo el mundo por instrumentos como las titulizaciones y los CDOs, que permitían que las entidades financieras se sacaran de los balances las hipotecas concedidas y pudieran llevar a cabo una imprudente actividad crediticia sin ocuparse de la solvencia de los compradores de inmuebles. Las entidades financieras de los países desarrollados, lideradas por las estadounidenses (prioritariamente orientadas al mercado y no a la banca minorista) actuaron irresponsablemente creyendo que podían crecer ininterrumpidamente sobre la base del ahorro de los países emergentes. Por ello los sistemas financieros más afectados han sido los de los países desarrollados.

Políticas de choque
Las entidades financieras no solo  juegan un papel determinante en el nacimiento de la crisis sino que también desempeñan un papel determinante a la hora de superar los obstáculos que permitan salir de la misma. Para que los mercados crediticios vuelvan a funcionar normalmente es imprescindible restaurar la confianza entre las distintas entidades financieras y de estas en la economía real. Solo así el consumo y la inversión podrán reemprender su camino hacia la normalidad. Además de restaurar la confianza hay que aceptar que la superación de toda crisis de sobreendeudamiento y sobreproducción conlleva asumir importantes costes de ajuste (debido prioritariamente al sobredimensionamiento de los sectores inmobiliario y financiero) que las políticas expansivas no podrán evitar.
En cualquier caso, tanto la política fiscal como la monetaria deben desempeñar un papel importante para propiciar la salida de la crisis. Por lo que respecta a la política fiscal las estrategias seguidas han consistido tanto en iniciativas tendentes a aumentar el gasto público como las dirigidas a reducir los impuestos, estimulando la creación de empleo y el gasto de consumo. Pero es en el campo de la política monetaria donde las autoridades se han mostrado más activas. Además de las medidas convencionales, aumento de la cantidad de dinero y reducción de los tipos de interés, se ha recurrido a una expansión cuantitativa del balance de los bancos centrales (operaciones sin riesgo consistentes en la inyección de liquidez mediante la compra de deuda pública), a una expansión cualitativa del balance (concesión de créditos a las entidades financieras con garantías hipotecarias) y a la compra de deuda directamente de las empresas (compra de papel comercial). Estas operaciones han supuesto profundas transformaciones en el balance de los bancos centrales así como un aumento del riesgo asumido por estas entidades. También es de destacar el riesgo de posibles futuras tensiones inflacionistas, pero el miedo a un escenario deflacionista como el vivido por Japón ha aconsejado este tipo de medidas. 
Otra pieza importante de las medidas llevadas a cabo por las autoridades para combatir la crisis han sido los rescates de los bancos con problemas. A este respecto la enseñanza de crisis anteriores es muy clara: aquellos países que más diligentemente hayan saneado su sistema financiero, antes conseguirán que las entidades dediquen sus mejores esfuerzos a conceder créditos y no a ingeniar como sacar de sus balances los activos tóxicos.

Formas de salida
De lo señalado se puede inferir que la crisis financiera 2007-2009 es una crisis más del sistema de economía de mercado, con problemas que ya han aparecido en anteriores ocasiones. Hay un amplio consenso en el sentido de que ante una crisis como la iniciada en 2007 se debe actuar mediante políticas activas para evitar la entrada en una gran recesión o el inicio de una fase deflacionaria. En cualquier caso esto no supone un aval para cualquier tipo de actuación ni para todo tipo de gasto. Por lo que respecta a las inyecciones de liquidez, para que estas sean eficaces y no solo cristalicen en aumentos de las reservas bancarias, debe llevarse a cabo en paralelo un saneamiento del sistema financiero. Por lo que respecta a los impulsos fiscales lo ideal es canalizarlos hacia inversiones que contribuyan a aumentar la productividad y a dotar a la economía de mejores infraestructuras.
En función de cómo se actué, el tipo de salida que experimentarán las economías sera: en "V", en "U" o en "L". Aquellos países que tengan unas economías flexibles y hayan sido ágiles y eficientes en la implementación de las medidas de política monetaria y fiscal y los cambios estructurales requeridos saldrán con rapidez de la crisis, salida en "V". Los que hayan sido más renuentes a tomar medidas o estas no se hayan dirigido a superar rigideces y sobreproducciones tendrán una salida en "U" o e "L".

La superación de la crisis
La crisis financiera internacional ha encontrado un terreno abonado en España, dado su alto grado de endeudamiento, la importancia de la burbuja inmobiliaria y lo poco competitivo del modelo de crecimiento. Estas debilidades estructurales justifican la alarmante evolución de la tasa de desempleo. Un factor determinante es el sistema de relaciones laborales, que no es homologable con los países de nuestro entorno y que en condiciones como las que está atravesando la economía española se convierte en una máquina de destruir empresas y empleo. La reforma del mercado de trabajo pasa por eliminar la dualidad entre trabajadores fijos y temporales (un contrato único indefinido con indemnización creciente sería lo aconsejable), modernizar la negociación colectiva (no debería centrarse en aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores sino en aumentar la productividad y debería flexibilizarse ajustándose a las circunstancias de la empresa y a las condiciones de la coyuntura) y tomar medidas que incentiven la formación y la búsqueda de empleo por parte de los parados.
Las rigideces de la economía española también contribuyen a explicar el drástico empeoramiento de las cuentas públicas, que han pasado de presentar en 2007 un saldo positivo de un 2,2% a un saldo negativo del 3,8% en 2008. Además, de este drástico empeoramiento solo un 2% se debe a políticas discrecionales y en el resto prima el componente estructural, lo que sugiere una situación insostenible a largo plazo. Estos datos evidencian que el desequilibrio de las cuentas públicas está más que compensando los ahorros del sector privado. Esta dinámica, además contribuirá a aumentar el riesgo país, todo ello sin haber tomado medidas que pudieran propiciar la modificación del modelo de crecimiento ni a aumentar la productividad. Muchas de las medidas tomadas son un un claro ejemplo de despilfarro del gasto público.
En cualquier caso, el hecho que mejor resume los problemas estructurales de la economía española es el déficit exterior, que en 2006 y 2007 superó el 10% del PIB. En 2008, como consecuencia de la crisis el déficit comercial se redujo moderadamente debido al ajuste llevado a cabo por el sector privado (que pasó de un -12% en 2007 a un -5% en 2008) ya que el sector público aumentó su déficit (de un +2% en 2007 a -4% en 2008). Entre los factores que contribuyen a explicar el importante déficit exterior cabe citar los siguientes: 1) la baja competitividad, 2) el fuerte desequilibrio entre el ahorro y la inversión (que se ha financiado sin grandes dificultades por ser miembros de la eurozona lo que nos ha hecho olvidar la necesidad de alcanzar a largo plazo un cierto equilibrio entre ambas magnitudes), 3) el importante gap tecnológico, 4) la preocupante dependencia energética (en los momentos en el el precio del petróleo alcanzó sus máximos el déficit energético llegó a representar un 5% del PIB y 5) el deficiente marco institucional.
La competitividad viene determinada por la evolución de la productividad, los precios, los costes y el tipo de cambio. Tradicionalmente España ha perdido competitividad por los pobres aumentos de la productividad (hemos tenido tasas medias de crecimiento de la productividad negativas en la revolución de las nuevas tecnologías), por el diferencial de inflación y los mayores aumentos de costes. En estas circunstancias cuando el desequilibrio exterior creaba una situación de crisis se recurría a una devaluación. Desde la integración en la eurozona esa posibilidad ya no existe por lo que si se quiere ganar competitividad, no hay más remedio que aumentar la productividad y contener los costes y los precios.
La debilidad del marco institucional es un factor que incide negativamente en la competitividad, en la capacidad de innovar y en la creación de empleo. La maraña normativa, la lentitud judicial y la diversidad y descoordinación entre los distintos niveles de la administración son algunos de los factores que contribuyen a explicar que España haya pasado de ocupar en 2008-2009 el nada honroso puesto número 29 del ranking mundial del Índice Global de Competitividad al puesto 33 en 2009-2010..

Vías de salida
Pero incluso de una crisis como la de 2007-2009 y a pesar de los problemas estructurales esbozados se acabará saliendo. La caída de los tipos de interés, la desaparición del diferencial inflacionista, los estímulos fiscales aplicados, el hecho de que algunos países ya han tocado fondo y puedan ejercer un cierto efecto arrastre y la aprobación de un plan de rescate de las entidades financieras son hechos positivos que terminarán incidiendo favorablemente en la marcha de la economía. El problema es que a la falta de valentía para abordar los problemas de fondo de la sociedad se le une que siempre se ha ido detrás de los acontecimientos y de forma titubeante. Con esa forma de actuar se corre el peligro de que la salida de la crisis sea a la japonesa y que nos encontremos tratando de dar los primeros pasos para superar la recesión pero lo hagamos con el pie cambiado, esto es cuando los países de nuestro entorno empiecen a tomar medidas contractivas para superar incipientes tensiones inflacionistas derivadas de las ingentes inyecciones de liquidez. Además puede que los mercados se muestren reacios a financiar un endeudamiento tan elevado como el español, sino es aplicando unos diferenciales de tipos de interés muy gravosos, pues no hay duda de que la lucha por el crédito a nivel internacional va a ser dura. En fechas recientes esta posibilidad y su negativas consecuencias sobre el sistema financiero, ha sido destada con tintes alarmistas por diversos analistas.
Las reflexiones presentadas no suponen una gran novedad ya que tanto el análisis de lo ocurrido a nivel internacional en anteriores crisis como la síntesis de los males estructurales de la economía española es algo conocido. Por ello la pregunta que cabe plantearse es por qué a las autoridades económicas, de éste y de anteriores gobiernos, les resulta tan difícil afrontar con decisión y agilidad los problemas. Parece como si los políticos de este país pensaran que la situación de partida es inamovible y que no se puede mejorar nada ya que ello empeoraría la situación de algún colectivo y no están dispuestos a afrontar el coste político. Esta hipótesis, que vendría a ser una versión economicista de la obra de Jacinto Benavente Los intereses creados, resulta difícil de justificar en un país con una tasa de paro acercándose peligrosamente al 20%. Esta parálisis a la hora de afrontar los problemas serios de la economía puede deberse a que los gobernantes españoles sean los únicos que no aprenden de la historia y ni escarmienten de errores pasados (los estadounidenses vivieron la Gran Depresión y han dejado atrás todo tipo de ortodoxia para evitar que algo similar ocurra de nuevo, los alemanes sufrieron una hiperinflación que acabó llevándoles al nazismo y se han convertido en los adalides de la lucha contra la inflación, los chinos padecieron una dura crisis de balanza de pagos y han enfocado su política económica para impedir que esto vuelva a suceder). España sufrió hace unos años la lacra de una tasa de paro superior al 20% y todo apunta a que en unos meses estaremos otra vez en las mismas, debido a lo peculiar de nuestro modelo productivo y a las rigideces institucionales que atenazan la economía y en particular al mercado de trabajo.
La tiranía de lo políticamente correcto y la falta de decisión para cambiar lo que funciona mal conduce a situaciones muy perjudiciales en las que prima el populismo y el inmovilismo. Esta actitud tiene unos costes enormes en una economía globalizada en la que los valores cotizados son la eficiencia y la competitividad. Para afrontar con garantía de éxito los verdaderos problemas de la economía española habría que intervenir con urgencia pero dejando de lado el cortoplacismo electoralista al que nos tienen acostumbrados los políticos de un signo y de otro. Los problemas estructurales requieren planteamientos serios a largo plazo, que precisamente son los que más credibilidad tienen en los mercados internacionales que son a los que tendremos que seguir acudiendo para financiar nuestro preocupante déficit. Por ello, mas que en una Ley de la Economía Sostenible, soportada en consultas exprés, habría que pensar, como se hizo en la década de los ochenta para superar la crisis de la energía, en un gran pacto de estado que evitando planteamientos partidistas, permita sentar las bases de un nuevo modelo de crecimiento competitivo, ajustado a lo requerido por una economía cada día más globalizada.

Bibliografía

Krugman, Paul R. El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual / Paul Krugman. Barcelona : Crítica, 2009
Mendoza, Enrique G. Sudden stops, financial crises and leverage: a fisherian deflation of Tobin´s Q. NBER Working paper  14444. October 2008

1 Mochón Morcillo, Francisco. Economía: teoría y política.  6ª ediciónd  : McGraw-Hill, 2009
Reinhart Carmen M. y Rogoff Kenneth S.  "Banking Crises: an equal opportunity menace" Harvard University and NBER Working paper December 2008.
Shiller Robert J  The subprime solution. Princenton University Press 2008.

Abstract

The financial crisis of years 2007-2009 is not something new. Recent history shows very similar situations and its analysis allows us to know the most suitable strategies to face it. One of the things we have learned is that those countries with a more flexible economy and more diligent when it comes to taking actions and eliminating structural problems will be the ones that will less suffer its effects. Thus, the question is why the economic authorities from this and former governments find it so difficult to act. It seems as if Spanish politicians thought that, from an electoral point of view, the best way would be to take half measures instead of getting to the bottom of the problem because this could worsen the situation of some groups and this is something that can not be allowed to happen. In such a sensible situation as the one we are living these days it would be necessary to act firmly and with long-term proposals. This would be the only way to overcome the problems that weigh down the competitiveness of the Spanish economy

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