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LOS LIBROS por JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ

Turquía indefinida

No hay país que haya sufrido más la angustia de su identidad, su indefinición entre oriente y occidente, que Turquía. A caballo entre Asia y Europa, protagonista de un imperio que abarcaba desde las puertas de Viena y los Balcanes hasta Túnez y el Magreb, hoy en su versión republicana iniciada en 1923 no termina de salir de su eterna encrucijada entre oriente y occidente, secularismo y religión, europeísmo y tradición islámica. Parecía irreversible la apuesta por la occidentalización del fundador de la república Kemal Atatürk que decididamente abolió el califato, secularizó el estado, dio igualdad a las mujeres, prohibió el turbante y --lo más importante-- sustituyó el viejo alfabeto otomano por el latino occidentalizando la universidad, la medicina y la arquitectura con modelos europeos. La entrada en la OTAN en 1952 parecía confirmar definitivamente esta apuesta. Pero una serie de gobiernos islamistas elegidos democráticamente --siempre interrumpidos por golpes militares-- han hecho oscilar sistemáticamente el péndulo turco hacia posiciones semirreligiosas y tradicionalistas de retorno. Hoy Turquía llama insistentemente a la puerta de la CEE, aunque la perspectiva de una ingente invasión de turcos y kurdos, la oposición griega y esas deficiencias congénitas de su sistema democrático están paralizando su ingreso.

"La obra se extiende y se detiene, con manifiesta complacencia, en la formación, el cenit, la decadencia y el derrumbe tras la Gran Guerra del gran imperio otomano"

En la amalgama de las dos culturas se ha formado también el escocés Norman Stone, académico, historiador, profesor en Oxford y Cambridge y al mismo tiempo en la Universidad más selecta de Ankara, la Bilken University, y Director también del Centro turco-ruso de esta universidad, que reparte sistemáticamente su residencia y su magisterio entre Oxford y Ankara. Su profundo conocimiento de la cultura turca le ha permitido abordar, desde los parámetros culturales de Occidente, la difícil tarea de exponer la historia de Turquía, más allá de tópicos y prejuicios de una y otra parte, en una obra recién publicada Breve historia de Turquía (Ed. Ariel, febrero 2012). 

"Más interés histórico y político tiene el capítulo final dedicado a la Turquía moderna, la República turca, fundada por el gran Abdul Atatürk, el padre de la patria, que se convirtió en objeto de culto, con estatuas en calles y edificios oficiales"

Su narración, que nunca alcanza el virtuosismo literario de los mejores historiadores ingleses, no arranca con los primeros pobladores de Anatolia o de Asia menor. Comienza con la llegada en el siglo XI de las primeras tribus turcas, los turcos persas o grandes selyúcidas, y las posteriores llegadas en oleadas inmensas de tribus mongolas y turcas (o tártaras) al mando de Gengis Kan a principios del siglo XIII y de Tamerlán en el siglo siguiente. Pero sobre todo la obra se extiende y se detiene, con manifiesta complacencia, en la formación, el cenit, la decadencia y el derrumbe tras la Gran Guerra del gran imperio otomano. Son los capítulos centrales de una obra dedicada esencialmente a cantar las glorias de la época imperial de la raza otomana, con especial dedicación y loor al Gran Turco, der grosse Tuerke como le llamaron los alemanes, al que Tiziano rindió homenaje con un retrato soberbio que se conserva en Viena, el hijo de Selim, el magnifico Soliman I. Stone le considera el rival de Carlos V en la lucha por el dominio del orbe a comienzos del siglo XVI, como su hijo Selim II lo fue de Felipe II en la continuación de idéntica batalla en la segunda mitad de ese siglo.

"Es un capítulo muy trabajado que describe pormenorizadamente hasta el propio siglo XXI, los vaivenes de un país enquistado en la encrucijada entre democracia y golpe militar, modernidad y tradición, secularización e islamismo"

No es por cierto la única vez que el autor compara a España con Turquía a lo largo del libro. Además de en esa batalla por el dominio del mundo, que se simbolizaba como la lucha de la cristiandad contra el Islam, a partir del siglo XVII, sostiene Stone, ambos países siguieran un destino similar: quedaron en una relación tangencial y problemática con Europa, tuvieron problemas con las minorías, catalanas y vascos por un lado y griegos y armenios por otro, y ambos sufrieron implicaciones de los militares e ingerencias de la religión en la política. A partir de ahí se embarca el autor en unas concomitancias y paralelismos a veces fundados y en la mayoría de los casos buscados peregrinamente, que pueden deslumbrar a los no iniciados pero que carecen de fundamento real.
Más interés histórico y político tiene el capítulo final dedicado a la Turquía moderna, la República turca, fundada por el gran Abdul Atatürk, el padre de la patria, que se convirtió en objeto de culto, con estatuas en calles y edificios oficiales, que en un golpe de audacia depuró al sultán, aplastó con fuerza las rebeliones kurdas y dio un impulso decisivo a la secularización y occidentalización del país, lo que ha complacido sobradamente a las clases altas, los militares y los intelectuales, aunque no a los ulemas y a las clases rurales aferradas aún a las viejas tradiciones de raíz islamista. Es un capítulo muy trabajado que describe pormenorizadamente hasta el propio siglo XXI, los vaivenes de un país enquistado en la encrucijada entre democracia y golpe militar, modernidad y tradición, secularización e islamismo. La obra, de indudable curiosidad, tiene una extensísima bibliografía, un magnifico índice analítico, algunas ilustraciones y mapas, y una traducción aceptable aunque probablemente mejorable.

Gente peligrosa, ultras de la razón

No hace mucho, en el nº 13 de esta revista, se comentó una excelente obra de Philipp Blom, que narraba una batalla crucial en la historia de la humanidad, la que en el siglo XVIII libraron en París aquel grupo de jóvenes inquietos capitaneados con el joven clérigo Denis Diderot para hacer prevalecer, frente al temible poder del stablishment político de la época, la fuerza de la razón y del pensamiento libre. Y lo lograron mediante la mayor empresa editorial e intelectual de todos los tiempos, la publicación de un Diccionario universal de las artes y de las ciencias conocida como L?Encyclopedie. Su autor Philipp Blom, alemán formado en Oxford y Viena, se documentó concienzudamente sobre la vida intelectual del París del XVIII, y fruto de su estudio y de la extensa y valiosa documentación que almacenó, es la nueva obra que acaba de publicarse en España (Editorial Anagrama, marzo 2012) y que el autor acertadamente tituló Gente Peligrosa, en subtítulo El radicalismo olvidado de la Ilustración europea, en la que se ocupa de las peripecias intelectuales que tuvieron lugar en los salones efervescentes del París de los años 1750 a 1770 en los que, con la divulgación, en general clandestina, de las ideas de la Enciclopedia, destacó sobre todos por su fundamentalismo, como epicentro de un progresismo intelectual revolucionario, el salón parisino del Barón Paul Thiry d?Holbach. 

"Eran los Ultras de las Luces los extremados teorizantes del ateismo, el materialismo, el deísmo, el sensualismo y el empirismo"

La inminencia de la revolución y la trascendencia histórica, política y social que tuvo en la historia de la humanidad, ha determinado que este periodo de la intelectualidad radical quedara oscurecido e incluso olvidado por los historiadores. Philipp Blom reproduce con la misma habilidad narrativa de que hizo gala en su obra anterior, todas los avatares y peripecias intelectuales de esta pléyade, brillante y radical, que capitaneaban Diderot y d?Holbach, pero en la que participaron, además de Voltaire y Rousseau en un violento enfrentamiento, Condorcet, D?Alembert, David Hume y Buffon, Adam Smith y Morellet, Cesare Becaria y Helvetio, Horace Walpole, Benjamín Franklin, Grimm y Galiani, y también el famoso sacerdote renegado G.Thomas Reynal.  Fueron épocas de radicalismo. D?Holbach recibía en su salón de la rue Royale-Saint-Roch conocido como la Sinagoga o la Panadería, entre diez y quince personas los jueves y domingos de dos a siete de la tarde. Los demás días de la semana recibía a grupos mas reducidos. La progresiva aceptación social de las ideas de la Enciclopedia y del liberalismo intelectual que ésta propugnaba envalentonó a estos ilustrados que no dudaron en traspasar la línea de la razón que defendían a sangre y fuego, y abrazar la intransigencia extremada especialmente en materia del dogma y la moral católicas, entonces ?cierto es-- atosigantes. Eran los Ultras de las Luces (Toma IV de la Contrahistoria de la filosofía, M. Onfray, Anagrama 2010), los extremados teorizantes del ateismo, el materialismo, el deísmo, el sensualismo y el empirismo que a veces publicaban clandestinamente o con seudónimo.

"En realidad es el relato de la aventura intelectual de unas mentes lúcidas que en un exceso de pasión provocado por la euforia intelectual que les embargaba, pasan de la racionalidad a la intolerancia y el dogmatismo intransigentes. Con la grave secuela de que a la postre y quizá preterintencionalmente, nutrieron las ideas efervescentes de los revolucionarios de la década siguiente y alimentaron probablemente sus excesos"

La forma y el entusiasmo con que la narra Blom, convierte esta obra casi en un libro de aventuras. En realidad es el relato de la aventura intelectual de unas mentes lúcidas que en un exceso de pasión provocado por la euforia intelectual que les embargaba, pasan de la racionalidad a la intolerancia y el dogmatismo intransigentes.  Con la grave secuela de que a la postre y quizá preterintencionalmente, nutrieron las ideas efervescentes de los revolucionarios de la década siguiente y alimentaron probablemente sus excesos.

La España de 1840 vista por un ruso

Nunca pudo imaginar Napoleón que la fama de los guerrilleros españoles que hostigaron con éxito a sus tropas en España y que imitaron los campesinos rusos acosando a la retaguardia de sus batallones en retirada, iba a generar una corriente de simpatía entre rusos y españoles que cristalizó en el Tratado de amistad, unión y alianza entre ambas naciones firmado por Zea Bermúdez, Ministro de España en san Petersburgo, y el canciller del Imperio ruso conde Rumianset, y ratificado por las Cortes de Cádiz el 2 de septiembre de 1812. El paralelo interés del pueblo ruso por España adquirió su punto álgido cuando el gran Alexander Pushkin y la Rusia romántica se declararon fascinados por este país. La primera mitad del siglo XIX pudo ver cómo numerosos viajeros rusos, algunos ilustres como Turguenev, Glinka o Gogol, comenzaron a visitar España a la que imaginaban y cantaban como país mítico y exótico de gran belleza  y habitado por gente franca y cordial.

"La descripción de las prácticas, usanzas y tradiciones de los pueblos y las gentes de España supera en perspicacia y calidad narrativa a las que en esa época hicieron otros viajeros del Romanticismo"

Entre esos viajeros destacó por su perspicacia y talento literario Vasili Petróvich Botkin, inquieto e ilustrado escritor, que había viajado por toda Europa y colaborado en las revistas culturales más importantes de Rusia. En 1945, empujado por esa corriente, decidió viajar a España visitando Irún, Vitoria, Burgos, Madrid y Andalucía con una extensión a Gibraltar y Tánger. A su regreso a Rusia comenzó a publicar por entregas unas espléndidas cartas sobre sus viajes. La clamorosa acogida que la crítica y el pueblo ruso dispensaron a estos artículos, le indujo a recogerlos todos en un libro que publicó en 1857 y que fue varias veces reeditado. Ahora aparece en español por primera vez con el título original Cartas sobre España (Miraguano Ediciones, Madrid, 2012) en una buena traducción de A. Luis Encinas Moral que firma también una magnífica introducción.

"La descripción de las costumbres populares, de la vida familiar, social y ciudadana, de las corridas de toros y demás festejos con que se divierten las gentes de España, esta envuelta en una orla poética de comprensión, admiración y cariño q1ue no se advierten en otros libros coetáneos de viajes"

Las cartas son un excelente y curioso manual del costumbrismo español de la época. La descripción de las prácticas, usanzas y tradiciones de los pueblos y las gentes de España supera en perspicacia y calidad narrativa a las que en esa época hicieron otros viajeros del Romanticismo como Prospero Merimée o Teofilo Gautier, y en dimensión humana a las crónicas, cartas y diarios de los militares ingleses que sirvieron junto a Wellington y que fueron publicadas bajo el título La guerra de la Independencia vista por los británicos (Antonio Machado Libros, Madrid 2006) comentado en estas mismas páginas. La melancolía de Castilla la Vieja, la efervescencia de Madrid y su calle Toledo, llena de figones, bodegones y hosterías, la ruda Córdoba mora con sus sublimes patios, Sevilla surgida de la confluencia mora y española como algo singular, atractivo, original y poético, la Málaga de alegres costumbres y maravillosas mujeres, el Cádiz vitalista, donde todo es tan tierno, heterogéneo y agradable que se parece mas a un juguete que a una ciudad. O la exquisita cortesía y nobleza de las gentes de España, con esa flema castellana que de todos los puebles de Europa solo los españoles poseen. O esos aldeanos llenos de dignidad, de aspecto orgulloso y maneras de gran señor. O el carácter del andaluz, ante todo un sibarita. Hace también Botkin algunas divagaciones artísticas, literarias y políticas, con alusión a lo Larra al tema enquistado de la carta de recomendación y la obsesiva fijación de los españoles en el gobierno del que olvidan el concepto abstracto porque cada español, piensa, es un gobierno por sí mismo. La ultima carta la dedica a Granada, donde culmina su viaje embelesado en la contemplación desde el Albaicin del monte de la Alhambra y el Generalife, pensando en qué hacer para que la imagen que ve se grabe vivamente y para siempre en su alma. Las cartas son, ya se ha dicho, un excelente ejercicio de costumbrismo. Pero hay algo más. La descripción de las costumbres populares, de la vida familiar, social y ciudadana, de las corridas de toros y demás festejos con que se divierten las gentes de España, esta envuelta en una orla poética de comprensión, admiración y cariño que no se advierten en otros libros coetáneos de viajes. Y la cultura y erudición del autor le permite ahondar en la idiosincrasia social y cultural de nuestro país en aquella época, aunque naturalmente no siempre acierte en sus diagnósticos políticos.

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