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JOHN MÜLLER
Periodista, columnista de El Mundo

ECONOMÍA

La existencia de un déficit fiscal recurrente en una economía es una poderosa señal a los ciudadanos de que tarde o temprano les subirán los impuestos o de que, al menos, no se los bajarán lo suficiente. Por eso, al castigar las esperanzas, se convierte en uno de los signos más evidentes de que un país no está en la senda de la virtud económica. Desde 2009, España viene presentando un déficit fiscal abultadísimo, lo que ha repercutido en una deuda pública que en agosto de 2014 superó por primera vez el billón de euros. Muy pronto, dicha deuda será equivalente a toda la riqueza que el país genera en un año. Las autoridades aseguran que están siguiendo una senda de reducción del déficit, bajo supervisión de Bruselas, pero las desviaciones registradas hasta ahora son notables.
Una prueba de lo poco confiables que son las previsiones oficiales de déficit fue el compromiso del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de que en 2011 éste sería del 6%. Al final fue del 9,6%, nada menos que 36.000 millones de desviación. Pero Mariano Rajoy no exhibió al principio un acierto mayor, aunque después mejoró. El objetivo de déficit de 2012 fue del 6,3% y el déficit se disparó hasta el 10,6%, 43.000 millones adicionales, mientras que en 2013 la meta era el 6,5% y el desequilibrio fue del 7,1%, 6.000 millones de diferencia. El ministro Cristóbal Montoro asegura que hemos estado en torno al objetivo porque al descontar las ayudas al sector financiero -procedimiento que le autorizó Bruselas hace dos años-, el déficit de 2012 se reduce al 7,1% y el de 2013 al 6,6%.

"Por eso, al castigar las esperanzas, el déficit y la deuda se convierten en uno de los signos más evidentes de que un país no está en la senda de la virtud económica. Muy pronto, la deuda pública será equivalente a toda la riqueza que el país genera en un año"

Para 2014, la previsión oficial es que el déficit alcance el 5,5% del PIB, es decir, el Estado gastará 55.000 millones más que lo que ingresará. En un intento de sembrar optimismo, el Gobierno corrigió en abril pasado sus previsiones originales –un déficit del 5,8%- y prometió reducir en 3.000 millones la brecha. La senda de consolidación fiscal para que el déficit se sitúe en un rango admisible por la Unión Europea en 2018 es bajarlo al 4,2% en 2015, al 2,8% en 2016 y al 1,1% en 2017.

¿Reducir con ahorros o con impuestos?

La lucha contra el déficit se puede desarrollar desde varios frentes. Uno es el político. Por ejemplo, el Gobierno de Rajoy ha conseguido que la UE le autorice objetivos cada vez más asequibles, hasta el punto de que el objetivo de 2013 fue mayor que el de 2012, año en que se produjo el famoso episodio en que el presidente del Gobierno se auto asignó un déficit del 5,8% desatando el malestar de los socios europeos.
Otro frente es el de la gestión económica y ahí hay que distinguir entre los ingresos y los gastos fiscales.
Montoro sostiene que el déficit español se disparó durante la crisis porque se hundieron los ingresos fiscales. Esto quedó muy claro en el ejercicio del año 2009 que arrojó un déficit del 11,1%, más de 117.000 millones. ¿Cómo se formó este agujero? Ese año, el Gobierno de Zapatero, espoleado por el súbito aumento del paro, añadió 60.000 millones de gasto adicional para impulsar la economía. Al mismo tiempo los ingresos descendieron en 60.000 millones no sólo por la menor actividad que indujo la recesión, sino porque desapareció la recaudación que generaba la burbuja de crédito en la que había vivido el país. Una vivienda o un vehículo normalmente se compran a crédito y las personas los van pagando a lo largo de varios años, pero la operación genera un IVA y otros impuestos que se devengan de una sola vez. Las operaciones con  crédito engañan a las arcas públicas que recaudan hoy un impuesto que quizá deberían recibir a lo largo de la vida del préstamo. La gran mayoría de las transacciones que realizaron las familias españolas con el billón de euros que hoy deben a los bancos ya pagaron impuestos, aunque la deuda aún no haya sido cubierta.  
Al pinchazo de la burbuja de crédito se sumaron otros errores. La recaudación por el Impuesto de Sociedades entre 2007 y 2010 se hundió en más de 40.000 millones. En el informe de la Agencia Tributaria de 2010 ya se apuntaba que la reforma del impuesto de 2007 había provocado una “rebaja particularmente intensa del tipo efectivo”. El problema no era la reducción del tipo general, que se bajó del 35% al 30% en dos años, sino la maraña de deducciones que favoreció que las empresas tunearan sus bases imponibles. Una segunda decisión -el establecimiento de la libertad de amortización sin requisito de mantenimiento del empleo-, dio la puntilla al tributo. Este incentivo lo concedió el Gobierno de Zapatero, atendiendo a presiones de CiU, después de una de sus famosas cumbres empresariales en las que buscaba respaldo para sus políticas. Nunca se oyó a nadie en el PSOE alzar una voz crítica contra esta insólita decisión. Por último, el impuesto no era neutro, sino que incentivaba el endeudamiento de las empresas (se podían deducir gastos financieros) y que éstas invirtieran en el extranjero y no en España.

"Las operaciones con  crédito engañan a las arcas públicas que recaudan hoy un impuesto que quizá deberían recibir a lo largo de la vida del préstamo. La gran mayoría de las transacciones que realizaron las familias españolas con el billón de euros que hoy deben a los bancos ya pagaron impuestos, aunque la deuda aún no haya sido cubierta"

Ajustar con el sacrificio de otros
¿Y quién ha hecho el esfuerzo en España para cerrar la brecha que supone el déficit estatal? Hasta ahora, los números son indiscutibles: el sector privado a través de mayores aportaciones vía impuestos o tasas. Según las cuentas oficiales de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE) y la Actualización del Programa de Estabilidad de 2014, el ajuste fiscal en el período 2012-2014 ha sido del orden del 1,3% del PIB y todo ha sido vía mayores ingresos1. El ahorro del sector público sigue siendo una promesa que aún no hemos visto materializada ya que todo el ajuste que está pendiente hasta 2017 y que equivale a 4 puntos del PIB (unos 40.000 millones) será vía menores gastos según ha dicho el Gobierno.
Esta reducción tan fuerte del gasto y sobre todo la evolución del consumo público prevista para los próximos años es lo que los economistas ponen en duda (ver gráfico). No hay precedentes, ni en los peores momentos de la crisis, de que el Estado haya conseguido someterse a una austeridad parecida. Es cierto, como afirma el Ministerio de Hacienda, que la eficacia de muchas medidas de ahorro sólo se puede apreciar en el largo plazo, pero hay datos de la evolución presupuestaria de 2014 que ya ponen en cuestión el cumplimiento del propio Programa de Estabilidad.
Estas cifras, además, permiten hacerse una idea de cuán virtuoso ha sido el ajuste impuesto por el tándem Rajoy-Montoro. El desaparecido David Taguas, ex director de la Oficina Económica de Presidencia, sostenía que “las consolidaciones fiscales con éxito se han basado en la reducción del gasto no productivo, mientras que las que han fracasado han enfatizado los aumentos impositivos o la reducción del gasto en inversión”. Taguas señalaba cinco mecanismos por los que la reducción del gasto no productivo generaba efectos positivos: la reducción de la incertidumbre, la rebaja de la prima de riesgo del país, el efecto demostración sobre los salarios privados (que bajarán/subirán si lo hacen los salarios públicos), la devaluación selectiva (que combina la bajada de salarios con el aumento del IVA y que impulsa la demanda neta externa) y los llamados efectos no keynesianos de las consolidaciones fiscales2.

"El ajuste del gasto público, pese a los aparentes esfuerzos, sigue siendo una promesa relativa para años venideros. Así las cosas, las posibilidades de que el proceso de consolidación fiscal español descarrile –debido, por ejemplo, a una mala coyuntura internacional que nos lleve a una tercera recesión, el temido triple dip-, son altísimas"

Este último asunto sigue siendo motivo de gran polémica entre los economistas. Al embridar el déficit lo lógico es que el crecimiento económico se resienta, provocando una caída. Otros creen que puede producirse un efecto de expansión económica al anticipar los ciudadanos que serán necesarios menores impuestos. Sin embargo, incluso asumiendo que el crecimiento se resiente siempre al ajustarse, no es lo mismo que el ajuste se base en ahorrar poco y detraer muchos recursos del sector privado con impuestos, que ahorrar mucho y detraer pocos recursos. Al fin y al cabo, el peso de la creación de riqueza recae en el sector privado que, para más inri, en España se encuentra fuertemente endeudado.
Si hablamos sobre los ejercicios ya transcurridos (2012-2013) y no sobre lo prometido hacia el futuro, el ajuste fiscal de Rajoy-Montoro no ha sido suficientemente virtuoso ya que se ha basado fundamentalmente en aumentar la recaudación vía subida de impuestos. El ajuste del gasto público, en cambio, pese a los aparentes esfuerzos, sigue siendo una promesa relativa para años venideros. Así las cosas, las posibilidades de que el proceso de consolidación fiscal español descarrile –debido, por ejemplo, a una mala coyuntura internacional que nos lleve a una tercera recesión, el temido triple dip-, son altísimas.
El problema es que esa salida de la vía puede encontrar al país en mucho peores condiciones que cuando se presentó la primera recesión (a finales de 2008, nuestra deuda pública sólo era el 40,2% del PIB) o la segunda (en 2011, el ratio deuda/PIB era del 70,5%). Un triple dip –bastaría una simple ralentización económica, sin llegar a la recesión técnica-, nos sorprendería con una deuda pública del 100% del PIB, con una brecha fiscal que aún no se ha cubierto de manera solvente, un superávit por cuenta corriente que ya ha desaparecido y una tasa de desempleo del 24%. Una tormenta perfecta.

Fuente: Elaboración propia a partir de la IGAE y del Programa de Estabilidad 2014-2017.

1 Técnicamente los ajustes fiscales se miden corregidos del efecto cíclico, es decir del impacto de la coyuntura económica sobre el nivel natural de producción. Por eso, el ajuste fiscal ajustado de ciclo (1,3%) es menor que el ajuste nominal. Según los cálculos del FMI, el déficit ajustado de ciclo ha pasado de -5,1 en 2012 (frente al -10,6% observado) a -4,3% en 2014.
2 Taguas, David. Cuatro bodas y un funeral. Editorial Deusto, 2013.

Palabras clave: Deuda pública, Déficit, Consolidación fiscal
Keywords: Plublic debit, Deficit, Tax consolidation

Resumen

La existencia de un déficit fiscal recurrente en una economía es una poderosa señal a los ciudadanos de que tarde o temprano les subirán los impuestos o de que, al menos, no se los bajarán lo suficiente. Al castigar las esperanzas, se convierte en uno de los signos más evidentes de que un país no está en la senda de la virtud económica. Desde 2009, España viene presentando un déficit fiscal abultadísimo, lo que ha repercutido en una deuda pública que en agosto de 2014 superó por primera vez el billón de euros. Muy pronto, dicha deuda será equivalente a toda la riqueza que el país genera en un año. Las autoridades aseguran que están siguiendo una senda de reducción del déficit, bajo supervisión de Bruselas, pero las desviaciones registradas hasta ahora son notables.

Abstract

An economy facing recurring budget deficits sends a powerful signal to the citizens who should know that, sooner or later, taxes will increase or, at least, not be cut enough.  A country that is punishing hope is obviously not following the path of economic virtue. Since 2009, Spain has a great budget deficit, which has had a significant impact on public debt: for the first time, over one billion euros in August, 2014. This debt will soon be worth the wealth generated by the country in a full year. Authorities claim they are reducing deficit under Brussels´s supervision, but deviations registered up to now are significant.

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