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ALBERTO RECARTE GARCÍA-ANDRADE
Técnico Comercial y Economista del Estado

La gran novedad de la economía española es que continúa creciendo a tasas superiores al 3% del PIB. Con tremendos desequilibrios, en concreto con una falta de ahorro nacional cercana al 7% del PIB, un enorme déficit comercial, una fortísima inflación (3,9% en marzo de 2006) y con los precios de todos los activos (la vivienda en primer lugar, pero también la tierra), disparados. Y ni siquiera la subida del precio del petróleo,  -si se mantiene en torno a los 70 dólares el barril en promedio para 2006 frenará sustancialmente el crecimiento, aunque habría que pagar más al exterior, entre 5.000 y 10.000 millones de euros más, lo que supondría más del 1% del PIB, en el peor de los casos, si se mantiene el mismo nivel de consumo. Si eso ocurriera, el sector exterior restaría más al crecimiento, pero el modelo aguantaría. Mucho más de lo que todos esperábamos. Y aunque no es el único riesgo que acecha a nuestra economía, sí es uno de los más llamativos. Nuestra economía es ya muy grande, -en 2006 alcanzará los 970.000 millones de euros de PIB-, y es muy fuerte, pero es muy frágil.

"Sorprende el enorme esfuerzo inversor que estamos haciendo los españoles. Es verdad que no ahorramos lo suficiente, pero también lo es que invertimos más que casi nadie. Podríamos concluir que la economía española quizá siga creciendo más tiempo de lo que yo mismo había aventurado en los últimos años"

Muchas personas, amigas y lectores, me preguntan, igual que a todos los economistas que conocen, ¿hasta cuándo? Yo he vuelto a repasar los datos que tenemos y me ha sorprendido el enorme esfuerzo inversor que estamos haciendo los españoles. Es verdad que no ahorramos lo suficiente, pero también lo es que invertimos más que casi nadie. No sé si invertimos todo lo que deberíamos en bienes de  equipo, no sé si compramos los bienes y servicios que servirán para mejorar que nuestra productividad en un futuro, no sé si fiarme de los datos del Instituto Nacional de Estadística, revisados una y otra vez para tener en cuenta el aumento de la población y del empleo, pero, con tal de que se acerquen a la realidad, podríamos concluir que la economía española quizá siga creciendo más tiempo de lo que yo mismo había aventurado en los últimos años. Y lo digo ahora, cuando creo que son más numerosos los que afirman, posiblemente con razón, que es imposible que la expansión continúe con los desequilibrios que tenemos y que, lejos de moderarse, se agudizan. Y probablemente acertarán, y los desequilibrios nos estancarán en el corto plazo, en contra de lo que yo opino en este momento.

Un breve repaso a los fundamentos de nuestro modelo de crecimiento.
a) Las reformas estructurales. Entre 1992 y 2002, en apenas diez años, se controló el gasto público, se equilibraron las cuentas públicas, se rebajaron algunas prestaciones sociales, se hicieron reformas en el mercado de trabajo, se privatizaron casi todas las empresas públicas, se pactó una cierta moderación salarial con los sindicatos y se hicieron dos reformas fiscales que redujeron los impuestos directos.
b) El descenso de los tipos de interés. Simultáneamente, las cuatro devaluaciones del 92 al 94 no fueron seguidas de inflación a corto plazo, lo que permitió recuperar nuestra competitividad en el exterior y se produjo una reducción drástica de los tipos de interés. Sigo creyendo que el descenso de nuestros tipos de interés no fue causada por nuestra entrada en el euro, sino por las reformas y la seriedad de la política económica a partir de 1996  y que, en cambio, el euro sí es responsable de la reducción absurda de los tipos de interés a los niveles actuales, que propician un consumo y una inversión excesivos, además de provocar la subida de los precios de todos los activos de la economía. Concretamente, el altísimo precio de la vivienda está provocado por los bajos tipos de interés del euro, mucho más que por cualquier otro factor, como podría ser la regulación del mercado del suelo urbano que, es obvio, también influye poderosamente en los precios.
c) El aumento del empleo. Además de las reformas estructurales, de la reducción del gasto público hasta el 40% del PIB y del descenso de los tipos de interés, se produjo otro fenómeno: un aumento espectacular de la oferta de mano de obra; en primer lugar, de desempleados españoles, que en 1994 eran casi 4 millones; en segundo lugar, de inmigrantes de todo el mundo, pero especialmente latinoamericanos; y, en tercer lugar, de mujeres españolas, preparadas y productivas, a las que la llegada de inmigrantes las permite trabajar fuera del hogar. En empleo hemos pasado de 12 millones de personas ocupadas en 1994 a 19,4 millones en 2006. Es un aumento asombroso que, al tiempo que nos ha hecho crecer, ha desequilibrado nuestros patrones históricos de comportamiento, hasta el punto de que resulta muy difícil hablar de la economía española hoy en comparación con la que existía a principios de los noventa.
d) La financiación de la expansión. Reformas, bajos tipos de interés, oferta de mano de obra y, finalmente, e  imprescindiblemente, capitales dispuestos a financiar la expansión resultante. El prestigio de España, hasta la desgracia de la elección de Rodríguez Zapatero como presidente del gobierno, la solidez y solvencia de nuestro sistema financiero y la abundancia de fondos de inversión y de liquidez fuera de España, se han combinado para que haya sido posible que no falten capitales para financiar a las empresas que dan empleo, en España, a españoles e inmigrantes.

Otros ejemplos de países con largos ciclos de crecimiento.
1. Las crisis de países con crecimientos desequilibrados. No hay, con la excepción de China, ejemplos de países en vías de desarrollo que hayan logrado mantener un crecimiento continuo, sin caídas bruscas de la actividad, cuando se han producido  desequilibrios internos como los que afectan, hoy, a la economía española. Ni siquiera los llamados tigres asiáticos aguantaron el cóctel de  déficits de ahorro, de balanza comercial y de servicios, de inversiones excesivas,                         -orientadas políticamente en muchos casos-, a los que se sumó, en un momento del proceso expansivo, la insolvencia del sistema financiero por la falta de rigor en la concesión de créditos, tanto para consumo como para inversión. Y para completar la mezcla explosiva permitieron, también, elevadas tasas de inflación, y déficits crecientes en sus cuentas públicas. Ni Corea, ni Tailandia, Malasia o Indonesia aguantaron los desequilibrios. En un momento determinado, los excesos se pagaron en pérdida de valor de la moneda local, enormes deudas públicas, altísimos tipos de interés, crisis económica, retrocesos del PIB y un durísimo reequilibrio que se saldó con desempleo y pobreza
2. El crecimiento de China. Sólo China sigue manteniendo una expansión, que dura ya más de veinte años, a ritmos altísimos. En China confluyen reformas estructurales, inversiones extranjeras, equilibrio de las cuentas públicas, enorme oferta de mano de obra y unas elevadísimas tasas de ahorro e inversión en relación al PIB. Muchos de esos factores están también presentes en la economía española. China y España coinciden en las altísimas tasas de inversión, aunque la china sea mucho mayor que la nuestra. Por el contrario, China tiene un sistema financiero desastroso, insolvente y que se está equilibrando, ahora, al mejorar la calidad de sus créditos al haber podido seguir creciendo a esas altísimas tasas, mientras España goza de un excelente sistema financiero, probablemente uno de los mejores del mundo; por otra parte, China es capaz de ahorrar mucho más que España, y de mantener, en consecuencia, un superávit en su balanza por cuenta corriente, mientras, en España, se profundizan los desequilibrios en los precios y en el sector exterior.

"Son más numerosos los que afirman que es imposible que la expansión continúe con los desequilibrios que tenemos y que, lejos de moderarse, se agudizan. Y probablemente acertarán, y los desequilibrios nos estancarán en el corto plazo, en contra de lo que yo opino en este momento"

3. El ciclo australiano. Entre los países desarrollados, con la excepción de Irlanda, sólo dos, Estados Unidos y Australia, han sido capaces de mantener ciclos expansivos tan largos como el español, por más que Estados Unidos pasara por una situación de escaso crecimiento en el periodo 2000/2002. En Australia, la parte expansiva del ciclo dura ya tanto como en España; soporta, continuadamente, un desequilibrio del sector exterior -un déficit de ahorro-, parecido al español, si bien no tan grave. La inmigración es importante. Los tipos de interés bajos. El precio de los activos, en particular viviendas, muy alto. La diferencia con España se manifiesta en el sector exterior que, aunque en claro déficit, fluctúa, pues las exportaciones de materias primas se traducen en crecimientos de ingresos muy elevados. Por su parte, el sector de la vivienda ha sufrido ya un ajuste de precios, que ha afectado al crecimiento, reduciéndolo. Pero su expansión, con esos altibajos y esos desequilibrios, y una alta inflación, aunque más baja que la española, continúa.
4. El milagro norteamericano El caso de Estados Unidos es igualmente interesante. Une, al desequilibrio en la balanza de pagos, con un déficit por cuenta corriente que en los tres últimos años ha sido, respectivamente, del 4,6%, 5,6% y 6,2%, una alta inflación, -alrededor del 3,5%-, una fuerte inmigración, bajos tipos de interés -hasta hace aproximadamente un año y medio-, altos precios de la vivienda y fácil financiación del consumo a través de facilidades crediticias con garantías en el creciente valor de las viviendas. Por el contrario, el déficit público es de entre el 3% y el 4% y en España hace años que nos movemos en el equilibrio. Por otra parte, aunque invierte mucho menos que España, lo hace en sectores tecnológicamente muy avanzados, lo que le permite un altísimo crecimiento de la productividad, entre el 2% y el 2,5% anual mientras en España es de sólo el 0,3%, en el mejor de los casos. Para desesperación de los economistas progresistas, el crecimiento del PIB norteamericano se mantiene muy fuerte, por más que se espere una reducción del precio de la vivienda, y ello acarree un efecto riqueza negativo y menores facilidades crediticias; aunque ahora no se habla de que la economía vaya a dejar de crecer, sino de que su ritmo de expansión se va a reducir, después de que en el primer trimestre de 2006 haya registrado una aceleración del crecimiento hasta el 4,8% en términos anuales. Tres casos, pues, China, Australia y Estados Unidos, entre los países grandes, que son capaces de mantener un ciclo expansivo más allá de lo que todos habríamos esperado. España sería el cuarto país.

"El descenso de nuestros tipos de interés no fue por la entrada en el euro, sino por las reformas y la seriedad de la política económica a partir de 1996 y en cambio, el euro si es responsable de la reducción absurda de los tipos de interés a los niveles actuales, que propician un consumo y una inversión excesivos"

5. La importación de la globalización y la abundancia de capitales. Creo que, en todos los casos, se trata de países que se están beneficiando de la globalización, de los bajos tipos de interés, de un aumento más o menos sustancial de la oferta de mano de obra y de un enorme incremento de la capacidad de financiar la expansión, por la existencia de una gran liquidez internacional y de un sistema financiero que permite capitalizar adecuadamente ese proceso expansivo. En cualquiera de esos cuatro países, si fallara la financiación internacional, que no es otra cosa que la expresión de la confianza en el sistema político y jurídico que sea, la expansión disminuiría, hasta desaparecer, lenta o bruscamente, según el comportamiento del resto de las variables económicas. En China, hace ya muchos años que la inversión directa extranjera, con volúmenes superiores a los 60.000 millones de dólares anuales, contribuye a la modernización y al crecimiento de la economía y compensa los déficits de ahorro que antes se producían y hoy han desaparecido. En Australia, la confianza en un auténtico continente, con buen nivel educativo, abundancia de materias primas y una inmigración importante, tampoco hay problemas para financiar los déficits de ahorro. En Estados Unidos, la confianza en la economía mayor y más flexible del mundo, en su poder hegemónico, en su productividad, en su capacidad de corregir desequilibrios, demostrada una y otra vez en el tiempo, permiten financiar cualquier tipo de déficits de ahorro nacional. De hecho sería posible reequilibrar con cierta rapidez sus cuentas exteriores, si el tipo de cambio del dólar se debilitara más de lo que ya lo ha hecho, pero ese ajuste no se produce porque la mayoría de los países -con la excepción del área euro- manejan su tipo de cambio y ninguno quiere perder competitividad frente a la economía norteamericana. De España ya hemos hablado, pero volveremos a hacerlo, porque hay menos razones que en esos países para que se continúe financiando y capitalizando tan fácilmente la expansión; si bien España, con su sistema financiero eficiente y solvente, les sigue pareciendo a todos los prestamistas e inversores internacionales un riesgo perfectamente asumible, a pesar de los nubarrones que empiezan a formarse por decisiones puramente políticas, como la ruptura de la unidad política y el desprecio a la Constitución de 1.978.

La Formación Bruta de Capital en España.
De nuestra contabilidad nacional, por más modificaciones que se hayan introducido como consecuencia de las revisiones de la población residente, de la población activa, de la población ocupada y del peso de la economía sumergida, es posible, con todas las cautelas, elaborar un cuadro con la evolución de la Formación Bruta de Capital; es decir, con todo lo que se invierte en España, ya sea porque se produce aquí o porque se importa; y una vez restadas las exportaciones de bienes de esa naturaleza.
Tasas globales de Formación Bruta de Capital del orden del 26%, las que alcanzamos a principios del actual siglo, son una excepción. Tasas más altas, son fenómenos extraordinarios. Son muy pocos los países que invierten tanto; en particular, los más desarrollados, que cuentan con infraestructuras y viviendas construidas a lo largo de muchas generaciones, en las que la población apenas crece y que, en consecuencia, no necesitan inversiones muy grandes para atender esas necesidades.  
La inversión en viviendas. Es un lugar común la opinión de que el porcentaje de Formación Bruta del Capital dedicado a Construcción, y, en particular a la construcción de viviendas, es excesivo. Aunque creo que, hasta ahora, esa inversión en viviendas se justifica por una demanda enorme. En España existía, ya en 1994, una enorme demanda potencial de viviendas, porque eran muchos los hogares que no se habían podido formar por falta de empleo. En casi veinte años, desde 1976 hasta 1994, la población ocupada estuvo estancada en los 12 millones de empleos y el desempleo alcanzaba a casi cuatro millones de españoles en ese año de 1994. Cuando la economía creció con fuerza llegaron 4, 5 ó 6 millones de inmigrantes, la mayoría para quedarse, lo que significó más demanda de viviendas. A la que se sumó la de los europeos que querían tener una vivienda en España, un país serio, en general, que les ofrecía garantías jurídicas suficientes. Los casi ocho millones de empleos creados desde 1994 probablemente justifican, al menos, cuatro millones de nuevas viviendas y la inversión de los extranjeros explica cerca del millón adicional. Eso justificaría, directamente, la construcción de 5 millones de nuevas viviendas, a las que habría que sumar las segundas y terceras viviendas de muchas familias españolas, de casi imposible cuantificación, pero que no bajarán de los dos millones en este periodo de 12 años. Sólo por esos motivos se explica la construcción de al menos 7 millones de viviendas. ¿Cuántas se han terminado en este periodo? Alrededor de 300.000 por año desde 1994 hasta 2000 y cerca de 600.000 anuales en los últimos seis años. En total, por tanto, estamos hablando de 5,4 millones de nuevas viviendas terminadas y entregadas. Y en construcción hay, probablemente, alrededor de otros 2 millones. Unas cifras enormes, pero que atienden a unas necesidades del mismo tenor. Necesidades que no tiene porqué mantenerse tan altas en el futuro, por lo que lo lógico sería que la demanda se redujera y, con ella, los precios o, al menos, los crecimientos de precios.
Los otros componentes de la Formación Bruta de Capital. Pero, a pesar de la importancia de la vivienda en la Formación Bruta de Capital, que supone, como se observa en ese cuadro, entre el 7% y el 8% del PIB, llegar a casi el 30% del PIB, como parece que ocurrió en 2005, es absolutamente excepcional. Por tanto, la vivienda es mucho, pero, por otra parte, es sólo el 28% del esfuerzo total en inversión en 2005. El resto de la Formación Bruta de Capital es, en primer lugar, inversión en construcción distinta de la vivienda, como oficinas o naves industriales y todo tipo de infraestructuras (alrededor del 8% del PIB); en segundo lugar, bienes de equipo (7% del PIB) y, en último lugar, un sector de Otros, superior ya al 5% del PIB. Se puede decir, con fundamento, que la inversión en vivienda es poco productiva; pero yo no me atrevería a decir lo mismo del resto de las inversiones; y estamos hablando del 20%-21% del PIB. En la mayoría de los casos esas inversiones deberían responder a criterios de rentabilidad y contribuirán a aumentar la productividad global de la economía.
Nuestro déficit de ahorro y la inversión más productiva. Podemos poner en relación nuestro déficit de ahorro nacional (alrededor del 7% del PIB), con la inversión en bienes de equipo (un 7% del PIB), o con el resto de la Formación Bruta del Capital que no es vivienda, (según los años, entre el 20% y el 21% del PIB), y lo que es una carencia de ahorro sustancial se atenúa, porque aunque el consumo continúe creciendo, la inversión crece mucho más. Ante un crecimiento tan excepcional de la economía española, por más esfuerzos que se hagan, es muy difícil tener capacidad para financiarlo todo internamente. Un déficit del orden del que estamos hablando -el 7% del PIB- es enorme, pero, al menos, se está invirtiendo y será posible devolver la financiación con el incremento de productividad que favorecen esas inversiones en bienes distintos de la vivienda. Todo en teoría y siempre que los criterios para invertir hayan sido los adecuados y que las cifras de la Contabilidad Nacional reflejen la realidad.

El final del ciclo expansivo.
Como tuve ocasión de exponer en otro artículo (Libertad Digital, "La economía española en 2006: ¿Crisis o mantenimiento del ciclo expansivo?", 1 de febrero de 2006), nuestro ciclo expansivo terminará cuando se modifiquen algunos de los factores que nos han permitido crecer todos estos años.
Los factores externos. Una subida significativa de los tipos de interés del euro nos afectará profundamente. Afectará al valor de la vivienda, a la inversión futura en este tipo de bienes y a todo tipo de inversiones. La economía española ha estado funcionando con crecimientos espectaculares de la cantidad de dinero en circulación.

"España, con su sistema financiero eficiente y solvente, sigue pareciendo a todos los prestamistas e inversores internacionales un riesgo asumible, a pesar de los nubarrones que empiezan a formarse por decisiones políticas, como la ruptura de la unidad política y el desprecio a la Constitución de 1978"

La M1 ha crecido el 20%, la M2 el 14% y la M3 el 11% en el último año, frente a cifras muy inferiores de aumento en otros países del área euro. Eso significa que una subida de los tipos de interés puede afectar, en España, a la creación de dinero y a la disponibilidad de liquidez, más que a otros países del área euro. La misma falta de proporcionalidad en el crecimiento de la oferta de dinero que se ha producido con unos bajos tipos de interés, puede verse sustituida por un descenso, más que proporcional, de la cantidad de dinero en circulación, si los tipos de interés subieran significativamente.
El otro posible shock externo es el del petróleo. Si el petróleo se mantiene en 2006 en torno a los 70 dólares el barril y el consumo en el año se mantiene también respecto al de año anterior, puede producirse una subida media de 20 $/barril, lo que significaría mayores pagos al exterior por cerca de 10.000 millones de euros, algo más del 1% del PIB. El efecto en nuestro crecimiento nunca sería tan grande, porque los precios de compra del petróleo suelen tener un porcentaje significativo de tipo fijo. Una subida, por tanto, que no pararía el crecimiento, pero que lo frenaría en algunas décimas.
Otro factor que puede afectar negativamente a nuestro crecimiento es la pérdida de impulso del resto del mundo. La balanza por cuenta corriente de los últimos años, a pesar del enorme déficit que registra, no se puede explicar -habría sido mucho peor- sin tener en cuenta que la economía mundial está creciendo a tasas elevadísimas. Este año 2006 puede volver a crecer el 5%, porque tanto Estados Unidos (que crece al ritmo del 4,8%), como China (que crece por encima del 10%, más de lo programado por su gobierno) y la propia Alemania, se están comportando de una forma más dinámica de lo previsto. Ese entorno de crecimiento arrastra positivamente a nuestra economía. Si el mundo se estancara, porque Estados Unidos redujera sustancialmente  su expansión, China se viera frenada por el precio del petróleo o la reevaluación de su moneda o por cualquier otra causa y la Unión Europea, con Alemania al frente, volviera a estancarse, la economía española sufriría; sus exportaciones se estancarían y las importaciones reducirían su crecimiento, pero no excesivamente, porque podríamos importar -y lo haríamos- a precios mucho más bajos que los actuales, con lo que nuestro déficit exterior se ampliaría con rapidez.
Por último, un factor a tener en cuenta es el tipo de cambio del euro. En estos momentos el tipo con el dólar es de 1,26 dólares / euro, frente a apenas 1,20 hace un par de meses. Si el euro se revalorizara hasta 1,30-1,40, como predicen muchos economistas, nuestras exportaciones sufrirían y nuestras importaciones se dispararían. Nuestro déficit exterior volvería a crecer hasta quizá el 10%-11% del PIB, lo que limitaría bruscamente la posibilidad de sostener nuestro modelo de crecimiento.
Los riesgos internos. La mayor amenaza para nuestro crecimiento es nuestra tasa de inflación, situada en torno al 4% (3,9% en marzo de 2006). No está claro que podamos luchar contra ella, pues la inflación es, ante todo, un fenómeno monetario y con los actuales tipos de interés del euro y el crecimiento ya analizado de la M1, M2 y M3, la inflación es inevitable. Podría, por supuesto, evitarse el aumento de precios en sectores monopolísticos o de escasa competencia, si se hicieran las reformas liberalizadoras adecuadas o, en otro ámbito más general, se ampliara el superávit de las cuentas públicas. Pero, por ejemplo, si falta mano de obra, los salarios subirán y tendremos costes de producción más altos e inflación más alta. Una situación posible, porque nuestra tasa de paro es del 9%, pero concentrada en Andalucía, Extremadura, Asturias y Canarias. El resto de España funciona, de hecho, con pleno empleo. Y hay indicios de que no es posible que siga aumentando la oferta de trabajo como hasta ahora. Como es lógico en expansiones tan intensas y largas como la española, ya no hay suficiente mano de obra para seguir creciendo, incluso contando con que la inmigración siga llegando, legal o ilegalmente.
Ese posible aumento general de salarios se trasladará a los precios, que subirán; pero, como los tipos de interés del euro se mueven a impulsos de lo que ocurre en Alemania y Francia, esa mayor inflación en España no provocará un cambio en la política monetaria de la Unión Monetaria ni, como sería lógico para frenar la inflación, un menor crecimiento de la cantidad de dinero vía mayores tipos de interés. Simplemente, tendremos una mayor inflación, una menor competitividad, una ampliación de nuestro déficit exterior y una merma todavía mayor en nuestro crecimiento. El fin del ciclo expansivo en España se producirá, probablemente, por el efecto de la inflación y la consiguiente pérdida de competitividad, antes que por los factores externos a que se ha hecho referencia. Y en esto nos diferenciamos de Estados Unidos, Australia y China, los países con los que podemos compararnos. Todos ellos tienen moneda propia y política monetaria propia. Nosotros no. Por eso nuestro ciclo es tan extremo, tan lineal, tan sin fluctuaciones. Ocurre que, simplemente nuestros desequilibrios no afectan a nuestra moneda, el euro, ni a los tipos de interés ni a la oferta de dinero ni a las disponibilidades de crédito.
Un segundo factor interno que puede provocar la desaceleración económica puede ser el estancamiento, o el descenso, de los precios de la vivienda. Eso ocurrirá, en última instancia, cuando sea evidente el exceso de oferta de vivienda. Si esto ocurriera; mejor, cuando esto ocurra, el consumo se retraerá, porque la riqueza de las familias se verá resentida. Pero, para que este efecto riqueza se note el descenso de precios de las viviendas tendrá que ser significativo porque, mientras tanto, en los últimos 12 años, la riqueza neta de las familias españolas ha pasado a suponer el 600% del PIB, frente al 400% del PIB en 1994. Ese 600% se descompone en un 500% el valor de los inmuebles, un 170% el valor de los activos financieros, y un 70% el endeudamiento total de las familias. Por tanto, un descenso del precio de las viviendas afectará al consumo inevitablemente, pero partimos de unos niveles de riqueza mucho más altos que al comienzo del actual ciclo expansivo. Naturalmente, una crisis de vivienda afectará, también al sector de la construcción y a la población ocupada en ese sector (alrededor de 2,4 millones de personas), en gran parte inmigrante. Probablemente estamos hablando de una pérdida de empleo sustancial, que se sumaría a los otros factores desencadenantes de la crisis y que afectaría bruscamente al consumo y a la inversión.

"Hay 5,4 millones de nuevas viviendas terminadas y entregadas. Y en construcción alrededor de otros 2 millones. Cifras enormes pero que atienden a unas necesidades del mismo tenor y que no tienen porqué mantenerse tan altas en el futuro. Lo lógico sería que la demanda se redujera y, con ella, los precios"

El tercer gran riesgo interno que, en mi opinión, tiene hoy la economía española no es de tipo económico, sino es de tipo político. El gobierno de Rodríguez Zapatero ha roto la unidad política, ha envalentonado a todos los separatismos, no respeta la ley, como pone de manifiesto su intervención en la OPA sobre Endesa y hace caso omiso de la Constitución. Ese comportamiento resultará, en algún momento, en la ruptura del mercado interno, inseguridad jurídica y una reconsideración de las familias y empresas españolas sobre sus perspectivas futuros. Sin olvidar que algunas de las medidas legislativas que se están aprobando tendrán un reflejo cuantitativo muy considerable en el gasto público, en concreto las que afectan a la financiación de las autonomías y a los gastos que se derivarán de leyes como la de Dependencia e Igualdad.
En la medida en que la inseguridad jurídica se traslade a los consumidores y a las empresas y el gasto público corriente crezca significativamente, la Formación Bruta de Capital se verá afectada inmediatamente, lo que frenará nuestro crecimiento económico, nuestra productividad y nuestra competitividad internacional.
Por eso decía en la introducción que la economía española es muy fuerte pero muy frágil.  Fuerte por su tamaño, su empleo, la riqueza acumulada, y la preparación de la mano de obra y frágil por la dependencia de factores económicos externos e internos, y por la inesperada presencia de riesgos políticos, que pueden desestabilizarnos más profundamente que cualquiera de los económicos mencionados.

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