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Por: ÁLVARO ANCHUELO CREGO
Catedrático de Economía Aplicada
Universidad de Alcalá de Henares


ELECCIONES EUROPEAS

(1) Las elecciones europeas del 26 de mayo van a tener un carácter particularmente decisivo. La Unión Europea sufre el acoso interno de movimientos populistas de uno y otro signo, mientras el Reino Unido intenta abandonarla y sus rivales externos (que incluyen ahora a los Estados Unidos de Trump) permanecen al acecho para debilitarla. Solo una ciudadanía que vota de forma responsable e informada puede servir de brújula que permita encontrar la salida de semejante laberinto. Sin embargo, aunque los temas europeos afectan cada vez más nuestra vida cotidiana, siguen siendo en buena medida el coto cerrado de especialistas, que se comunican entre ellos en jergas técnicas de difícil comprensión.

Parte de lo que nos sucede tiene que ver con transformaciones estructurales, que están modificando el papel relativo de Europa en el mundo. Se trata de fenómenos con efectos a largo plazo, como la 4ª revolución industrial y la globalización, el cambio demográfico y sus consecuencias migratorias o la ineludible transición energética.
La 4ª revolución industrial se fundamenta, sobre todo, en la inteligencia artificial y la aparición de una nueva generación de robots más versátiles y baratos. Va asociada a avances en la capacidad de computación, el análisis de datos (Big Data), el número de dispositivos conectados a través de la nube (Internet de las Cosas) y la impresión en 3D. En estos fascinantes desarrollos, liderados por Estados Unidos y bien aprovechados por China, Europa se está quedando rezagada. Para evitar que la brecha con nuestros principales competidores se amplíe, es necesario coordinar los programas nacionales y poner en marcha proyectos europeos comunes, incluyendo los de formación, en vez de actuar en solitario con una anticuada perspectiva meramente nacional.
El fenómeno migratorio es, tal vez, el que mayores tensiones ha generado en la Unión. Los partidos populistas lo instrumentalizan, exagerándolo y deformándolo con éxito, como ha podido verse en el caso del Brexit, pese a tener unos efectos económicos netos positivos en las envejecidas sociedades europeas. Una política migratoria común dotada de recursos suficientes, que permita gestionar y repartir solidariamente esos flujos, además de promover el desarrollo en los países de origen, se ha convertido así en necesaria para la estabilidad de la Unión.

"Aunque los temas europeos afectan cada vez más nuestra vida cotidiana, siguen siendo en buena medida el coto cerrado de especialistas, que se comunican entre ellos en jergas técnicas de difícil comprensión"

El cambio climático es el tercer fenómeno estructural de dimensiones mundiales que tiene inevitables repercusiones en Europa. Con el fin de limitar el calentamiento global, resulta imprescindible reducir las emisiones de gases con efecto invernadero. El sector energético tiene un papel estratégico en este combate, liderando una transición hacia fuentes de energía primaria limpias y renovables, unidas a una mayor eficiencia energética. Aunque en este ámbito la Unión Europea sí que se sitúa en posiciones de liderazgo mundial (gracias a las normas sobre derechos de emisión y habiendo logrado casi un 20% de la energía final de origen renovable) queda aún un largo camino por recorrer. Un ejemplo es la falta de mayores interconexiones entre los sistemas eléctricos nacionales, que permitan crear un verdadero mercado único energético.
Todas estas transformaciones estructurales crean fracturas y divergencias, ganadores y perdedores, tanto entre los países miembros de la Unión Europea como dentro de ellos. Las crecientes desigualdades salariales, las brechas formativas y tecnológicas, las diferencias regionales y generacionales, subrayan la necesidad de potenciar el aún muy débil pilar social europeo.
Junto a estos retos a largo plazo, se acumulan también desafíos más inmediatos, como la normalización de la política monetaria del BCE, la necesidad de complementarla con una nueva política fiscal común, el Brexit o la guerra arancelaria desencadenada por Trump.
El BCE ha sido la institución europea más determinante para superar la Gran Recesión en Europa. Ha salido claramente reforzado tras la crisis, gracias a sus nuevas funciones de supervisión y a la puesta en marcha de políticas no convencionales, como el programa de expansión cuantitativa de compra de deuda. Se plantea ahora el problema de cómo ir normalizando esa política monetaria para abandonar los tipos de interés anormalmente bajos y recuperar margen de actuación ante futuras crisis. Todo ello sin que se vuelvan a disparar las primas de riesgo en países como el nuestro. La secuencia prevista consiste en acabar primero con el programa de compra de activos, después ir subiendo gradualmente los tipos de interés (si la situación económica lo permite) y, por último, reducir el balance mediante la no renovación de los activos que vayan venciendo.

"Los partidos populistas instrumentalizan el fenómeno migratorio, exagerándolo y deformándolo con éxito, como ha podido verse en el caso del Brexit, pese a tener unos efectos económicos netos positivos en las envejecidas sociedades europeas"

Otras cuestiones importantes pendientes de respuesta por parte del BCE son si debe aumentar su objetivo de inflación por encima del 2% actual, la respuesta a futuras burbujas inmobiliarias o de otro tipo, la emisión de una moneda digital propia o la legitimidad democrática de sus actuaciones.
Esas respuestas no dependen únicamente del BCE, pues solo cuando la Unión Europea haya avanzado hacia el desarrollo de una política presupuestaria común, podrá desplegar sus políticas económicas con la misma efectividad que otras áreas económicas (como los Estados Unidos). Su inexistencia fue una de las causas principales de la recaída europea en la crisis durante 2012; una segunda fase recesiva que no se produjo en otras zonas. Durante esa desdichada etapa, las políticas presupuestarias se dedicaron en numerosos países a recortar el gasto y subir los impuestos, agravando así la recesión, mientras los países miembros que tenían margen para hacer lo contrario no actuaban (caso de Alemania). En consecuencia, las diferencias en renta per cápita y tasas de paro se han agravado entre el centro y la periferia de Europa, incumpliendo la promesa de una prosperidad compartida que estuvo en la base del nacimiento del euro.
Un acuerdo político renovado que permita estabilizar el euro ha de dar pasos, por tanto, hacia la Unión Presupuestaria. La eurozona necesita dotarse de un instrumento común de política fiscal, que le permita estabilizar la demanda agregada del conjunto, complementando la política monetaria común del BCE. Con ese fin, es preciso crear un nuevo presupuesto de la eurozona. Podría nutrirse de aportaciones de los Estados miembros y/o de la recaudación de nuevos impuestos sobre los servicios digitales o las transacciones financieras. Esto facilitaría también la creación gradual de un activo europeo sin riesgo, es decir, una deuda pública garantizada de forma conjunta por todos los países miembros de la eurozona (los llamados eurobonos).
Estas reformas habrán de realizarse en medio del entorno inestable y amenazante que dibujan el Brexit y Trump. Por primera vez un país miembro (y uno tan relevante como el Reino Unido) ha decidido dar marcha atrás en un proceso de progresiva integración que parecía imparable. También por vez primera, los Estados Unidos actúan no como aliados e impulsores de ese proceso, sino como desconfiados rivales.
El Reino Unido siempre ha sido un socio problemático: no figuró entre los países fundadores y entró más tarde a regañadientes, manteniéndose fuera del euro y Schengen. La respuesta a la crisis ha puesto en evidencia que la Unión Europea deberá encaminarse hacia niveles aún más intensos de integración, lo que para los británicos supone una cesión de soberanía inaceptable.

"Junto a retos estructurales como el cambio demográfico, la 4ª revolución industrial y la transición energética, se acumulan también desafíos más inmediatos. Es el caso de la normalización de la política monetaria del BCE, la necesidad de complementarla con una nueva política fiscal común, el Brexit o la guerra arancelaria desencadenada por Trump"

El embrollado problema en que se ha convertido el Brexit se entiende mejor distinguiendo con claridad lo que es el acuerdo de salida (las condiciones del divorcio, sobre las que ya existe un texto detallado pendiente de aprobación por el Parlamento británico) y la relación futura (todavía pendiente de negociarse en detalle).
El acuerdo de salida fija las condiciones para una separación ordenada. Establece la metodología para calcular los pagos que el Reino Unido debe realizar a la UE-27 para hacer frente a los compromisos de gasto en que ha incurrido durante su pertenencia como Estado miembro, promesas ya realizadas que tienen respaldo legal. La cuantía total que le corresponde financiar al Reino Unido asciende a unos 40 000 millones de euros.
Otro asunto abordado en el acuerdo de salida son las condiciones mínimas necesarias para mantener abierta e invisible la frontera entre las dos Irlandas, respetando así el acuerdo de Viernes Santo. Éstas consisten en mantener a Irlanda del Norte tanto en la Unión Aduanera (mismos aranceles que la UE-27) como esencialmente dentro del Mercado Único de bienes, de modo que sean innecesarios controles de ningún tipo (ni arancelarios ni regulatorios) en la frontera, pues los productos que la crucen cumplirán los mismos estándares. El problema reside en que, si el resto del Reino Unido deja de cumplir esos mismos mínimos, los controles reaparecerán entre Irlanda del Norte y el resto del territorio británico.
El tercer objetivo importante del acuerdo de salida ha sido preservar los derechos de los ciudadanos de países de la Unión Europea que residen en el Reino Unido (y de los británicos que viven en el continente), una vez que finalice la libre movilidad de las personas.
Cuando lo anterior se apruebe (si se aprueba), aún faltará lo más difícil: acordar la futura relación entre ese Reino Unido ya país tercero y la UE-27. Los modelos posibles están claros (área de libre comercio, unión aduanera o mercado único), pero cuanto mayor grado de acceso al mercado continental, mayores cesiones de soberanía son precisas. El intento británico de lograr una cosa sin ceder en la otra es lo que dificulta adivinar el final de este tortuoso proceso.

"El salto cualitativo en las decisiones supranacionales que ha sido preciso adoptar para hacer frente a la crisis económica, con un mayor componente redistributivo, es una de las razones del mayor cuestionamiento que sufren las instituciones europeas"

Otro reto no menor para la Unión Europea reside en la presidencia de Trump. Sus políticas proteccionistas suponen una grave amenaza para una Unión, primera exportadora e importadora mundial de bienes y servicios, además de principal emisor y receptor de inversiones extranjeras. La Unión ha sido uno de los principales beneficiarios y agentes del proceso de globalización. Debe, en consecuencia, luchar por preservarlo. Esto no quiere decir que no sean necesarias reformas para mejorar el desigual reparto de los beneficios de la globalización, así como su gobernanza. En cualquier caso, la Unión Europea es exactamente lo contrario del bloque proteccionista que sus críticos proclaman. A finales de 2018 tenía 116 acuerdos comerciales vigentes o en proceso de negociación con terceros países, incluyendo los importantes acuerdos recientes de libre comercio con Canadá (CETA) y Japón. Incluso para la agricultura, en contra de lo que suele decirse, la protección ha ido cayendo (o despareciendo para las exportaciones de los países menos desarrollados), siendo hoy menor que la de China, Canadá, Rusia o Japón.
Resulta imposible en el breve espacio de este artículo abordar todos los desafíos que hoy encara la Unión Europea, incluyendo algunos tan relevantes como la posibilidad de crear un ejército común europeo. Tampoco resulta posible hacer plena justicia al libro que se está glosando, donde los temas aquí resumidos (y otros) se analizan con mucha mayor amplitud y profundidad. No querría, sin embargo, terminar antes de haber tratado un último reto: la amenaza populista interna.
Uno de los rasgos que suelen compartir la mayoría de los partidos populistas que han surgido en Europa es su posición crítica respecto del proceso de integración europea (que suelen asociar al elitismo), bien sea porque limita las soberanías nacionales o porque lo asocian a una determinada ideología favorable a los mercados, según se trate de populismos de derechas o de izquierdas. El salto cualitativo en las decisiones supranacionales que ha sido preciso adoptar para hacer frente a la crisis económica, con un mayor componente redistributivo, es una de las razones del mayor cuestionamiento que sufren las instituciones europeas. Ello podría contrarrestarse diseñando nuevos mecanismos de participación ciudadana y rendición de cuentas.
El resultado de las elecciones europeas del domingo 26 de mayo va a definir cómo la Unión hace frente a todos estos trascendentales desafíos. Esperemos que predomine la racionalidad. En cualquier caso, el proyecto europeo ha demostrado repetidamente ser más sólido de lo que sus enemigos desearían.

(1) Principales conclusiones del libro de reciente aparición, La Unión hace la fuerza: Europa ante los desafíos del siglo XXI, en cuya coordinación participa el autor junto a Federico Steinberg y Enrique Feás, publicado por la editorial Deusto.

Palabras clave: Elecciones europeas, Populismo, Brexit, Futuro de la Unión Europea.
Keywords: European elections, Populism, Brexit, Future of the European Union. 

Resumen

Las elecciones europeas del 26 de mayo van a tener un carácter particularmente decisivo. La Unión Europea sufre el acoso interno de movimientos populistas de uno y otro signo, mientras el Reino Unido intenta abandonarla y sus rivales externos (que incluyen ahora a los Estados Unidos de Trump) permanecen al acecho para debilitarla. Solo una ciudadanía que vote de forma responsable e informada puede ayudar a que la Unión Europea resuelva con éxito los numerosos desafíos estructurales y coyunturales a que se enfrenta.

Abstract

The European elections of 26 May have been particularly decisive. The European Union is suffering from internal pressure exerted by populist movements of all stripes, while the United Kingdom is attempting to leave it, and its external rivals (which now include Trump's United States) are seeking opportunities to weaken it. Only citizens who vote in a responsible and informed manner can help the European Union successfully resolve the numerous structural and transitory challenges that it is facing.

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