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En el mes de febrero se publicó, por fin, la nueva Demarcación notarial en unos términos en absoluto favorables para el Colegio de Madrid que vio como el número de plazas en su territorio se incrementaba de forma injustificada y con un claro agravio comparativo. Sin embargo, esta Revista, considerando que incluso la peor demarcación era necesaria, y no deseando interferir en el desarrollo de un concurso que era imprescindible para atender no solo la legítimas aspiraciones de los compañeros que se habían visto privados de la posibilidad de concursar durante demasiado tiempo sino también, y sobre todo, las necesidades del servicio público, estimó prudente mantener un cauto silencio.
Y eso que los motivos de queja no son pocos. Por citar un ejemplo, el número de notarios en Madrid capital se incrementó finalmente en seis plazas y se hizo oídos sordos a las fundadas alegaciones que el Colegio realizó poniendo de manifiesto, entre otras cosas, que Madrid es una de las poblaciones de primera, e incluso de segunda, con menor número de habitantes por notario, que el crecimiento de la población ha sido mínimo en los últimos años, que la media de documentos autorizados por notario ha descendido en un 29,83 % en los últimos seis años, o que el número de pólizas por notario es en Madrid uno de los más bajos de España. También se demostró con datos objetivos que para igualar la media de escrituras con cuantía y pólizas por notario entre las diversas capitales no solo no procedería demarcar ninguna plaza nueva en Madrid sino que en tal supuesto deberían crearse tres en Barcelona, ¡dieciséis en Sevilla! y ¡¡veinticuatro en Valencia!! Sin embargo, el resultado final de la Demarcación ha sido un reparto entre Colegios en el que, una vez más, no predominan los criterios objetivos y las necesidades del servicio sino alguna extraña sintonía que nos gustaría fuese aclarada por quien corresponda. Como ni el Consejo, ni la Comisión Ejecutiva han aprobado ninguna clave de sintonía, es de suponer que haya sido la Dirección General la que la haya marcado. ¿Podría hacerla explícita para que los ciudadanos entiendan dónde pone el bien común o el interés general esta Dirección?
Y es que no sólo se ha hecho incorrectamente, es que además técnicamente en el detalle también está mal.
El Colegio de Madrid hizo todo lo posible para hacer llegar su argumentación a las instancias competentes no solo respecto del tema estrella, el número de plazas a crear y su distribución con arreglo a la tan manida solidaridad ínter territorial, sino respecto de cuestiones aparentemente más inocuas como es el de la concreta localización de las nuevas notarias de barrio. Pero lo baladí del intento salta a la vista, porque ya se sabe que no hay peor sordo que el que no quiere oír, y da la impresión de que las sugerencias del Colegio de Madrid no fueron ni siquiera leídas.
En el informe emitido por la Junta Directiva del Colegio de Madrid se advertía y razonaba sobre la falta de idoneidad de muchos de las localizaciones en las que se pretendía crear notarias de barrio y se proponían, con la correspondiente motivación, alternativas más ajustadas a la situación actual de la población de Madrid y a las necesidades del servicio, todo ello desde la experiencia que la gestión del Colegio y el conocimiento de los problemas cotidianos proporcionan. Por ejemplo, se advertía sobre la confusión entre barrio y distrito, sobre la creación de plazas en lugares que administrativamente no son ni una cosa ni otra, sobre la demarcación de notarias en territorios en los que el servicio estaba perfectamente atendido o sobre la inoportunidad de ubicar notarias en zonas en las que hoy por hoy, y en los próximos años, dada su total falta de población, no es previsible ninguna demanda de servicios notariales.
Como el Colegio de Madrid no parece gozar de ninguna credibilidad en las instancias superiores todas sus advertencias y argumentaciones cayeron en saco roto y el resultado ha sido que el Decreto de Demarcación, a los pocos meses de su aprobación, ha tenido que ser aclarado mediante una curiosa resolución de la Dirección General de 1 de octubre de 2007 que, en respuesta a la consulta planteada por el Colegio de Madrid, pretende resolver las muchas dudas planteadas.

"A las categorías de notario de barrio, de distrito, de núcleo de población y de actuación urbanística hay que añadir otra aún más sorprendente: la de notario de club de fútbol"

El resultado de todo este embrollo es que ahora al tradicional notario de barrio hay que añadir el notario de distrito, que no goza de mayor graduación ni rango pero si de libertad para ubicarse en cualquiera de los barrios que integran su distrito (incluso aunque alguno de ellos ya esté ocupado por uno de los antiguos notarios de barrio), y el notario de núcleo de población que, ajeno a las divisiones administrativas y a las delimitaciones municipales, debe ubicarse en un lugar que, según la Dirección General, carece del grado de definición y listado de los barrios y distritos y es menos preciso ya que, como dice la resolución, ·"no suele recibir un tratamiento municipal diferenciado y, en todo caso, puede constituir un estadio previo a su futura configuración como barrio o incluso, por su importancia demográfica como distrito".
Salta a la vista que si la localización del notario de barrio, aún contando con normas administrativas que fijan con claridad la delimitación de esa demarcación municipal, ha resultado en ocasiones complicada y hasta ha dado lugar a expedientes sancionadores, la delimitación de ese núcleo poblacional en el que debe ubicarse el notario va a resultar especialmente complicada. Así, la Dirección General, ante la necesidad de concretar algo más, acude respecto a núcleos de población ya existentes a criterios tan jurídicamente precisos como el saber popular y respecto de Fuencarral afirma que, aunque no es barrio ni distrito, "es bien conocido desde hace muchos años como un claro núcleo poblacional con su ubicación, y es allí donde debe instalarse la notaria de nueva creación". Categórica afirmación frente a la que no cabe más que preguntarse: ¿dónde es allí?
El problema que se le plantea a nuestro órgano directivo es que quizás sea posible llegar a Fuencarral preguntando pero no ocurre lo mismo respecto de otras ubicaciones que no son popularmente conocidas al ser de muy reciente creación. Para estos casos la Dirección se saca un as de la manga y concluye recurriendo a un criterio tan coyuntural y sorprendente como el de la actuación urbanística dentro de cuyos límites está prevista la futura aparición de un núcleo poblacional en el que la nueva notaría deberá ubicarse, con lo cual acaba un sorprendente periplo que lleva del castizo notario de barrio al moderno notario de actuación urbanística o notario de PAU (o de Plan de Sectorización si se quiere hablar con más propiedad).
Pero no acaba aquí la cosa si se tiene en cuenta las especiales características de una de las actuaciones urbanísticas a las que se ha tenido a bien distinguir con notaría, la que se conoce como Valdebebas. Como advirtió reiteradamente el Colegio de Madrid, y puede comprobar cualquier persona que desde la capital se traslade en coche a la T-4 del aeropuerto de Barajas, el plan sectorial de Valdebebas comprende una zona que hoy por hoy no es más que un inmenso terreno baldío. La actuación urbanística en marcha está en una situación embrionaria, ralentizada además por actuaciones judiciales, y ni se ha aprobado la redistribución de terrenos ni se han iniciado las obras básicas de urbanización. Es prácticamente imposible que el notario que en el dos mil diez tenga que instalarse en Valdebabas encuentre un local adecuado (salvo que las casetas de obra se consideren dignas para tal fin) y tendrá que esperar muchos años hasta que allí exista un número suficiente de vecinos que demanden sus servicios.
Ocurre así que a las categorías de notario de barrio, de distrito, de núcleo de población y de actuación urbanística hay que añadir otra aún más sorprendente: la de notario de club de fútbol, ya que el primer notario de Valdebebas no encontrará en su territorio más construcciones que la Ciudad Deportiva del Real Madrid, por lo que sería muy conveniente que ese notario incluya dentro de sus aficiones, lo que quizás pueda ser valorado como mérito preferente en el concurso, el amor por ese club. Lo dicho, no hay peor sordo que el que no quiere oír.

 

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