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El juez del caso Malaya, tras dos años de investigaciones, ha dictado auto de sobreseimiento libre de los cuatro notarios que con tantas alharacas habían detenido e imputado hace dos años. Ni siquiera, dice el auto, se les puede acusar de imprudencia, pues ésta debería ser grave o temeraria. La  magistrada de 1ª Instancia nº 5 de Palma exculpa al notario mallorquín acusado de negligencia en un supuesto de suplantación de identidad (carnet de identidad falso de un belga estafador profesional). Y el nuevo juez del “caso Hidalgo” también sobreseyó hace pocos días las imputaciones hechas a  notarios por el terrible delito de no  “haber sospechado” certeramente en algún caso.
Todo ha pasado ya. Pero no del todo. Quedan secuelas. Graves secuelas para todos.

Para la sociedad en general. No hay duda de que la ley es igual para todos y de que los notarios son tan justiciables como los demás, incluso un poco más por la modélica pulcritud acreditada durante generaciones de su conducta. Pero ¿quién lava ahora el honor de esos profesionales vilipendiados? ¿Por qué los medios de comunicación que les lincharon públicamente no pregonan ahora su inocencia con la misma cólera? ¿Por qué no proclaman a los cuatro vientos   –y de ahí la honorabilidad de que puede hacer gala el cuerpo- que nunca, nunca, ha habido ni la más leve sospecha de connivencia de los notarios por los delitos que se le imputan?

"¿Por qué a los notarios, imputados de una cuestión menor, una falta administrativa, omisión de un parte o error en la sospecha, se les detiene al estilo Harrelson y se les encarcela ignominiosamente, y al juez De Urquía, imputado del más grave delito procesal, prevaricación más cohecho, se le mantiene en su domicilio prácticamente bajo arresto de honor?"

Para los jueces: ¿Por qué a los notarios, imputados de una cuestión menor, una falta administrativa, omisión de un parte o error en la sospecha, se les detiene al estilo Harrelson y se les encarcela ignominiosamente, y al juez De Urquía, imputado del más grave delito procesal, prevaricación más cohecho, se le mantiene en su domicilio prácticamente bajo arresto de honor?
Para los notarios: ¿Dónde quedan ahora las dudas y terrores que impidieron al Consejo del Notariado salir en defensa de unos colegiados vilipendiados despiadadamente en los medios, cuya inocencia se entreveía con claridad?
Ha llegado a la redacción de esta revista una carta firmada por Fernando Calpena que reproducimos:
“Lo triste del caso es que el mal ya está hecho y, como casi siempre sucede en esta vida, el desagravio llega tarde. ¿Han recogido los periódicos esta noticia con la misma cobertura con la que dieron la de la imputación? Claro que no.
Es evidente que ni M…. ni B… (y lo cito aquí porque todos sabemos que es él el que realmente manda en el Consejo) han tenido la culpa del calvario al que han sido sometidos nuestros compañeros. Pero me gustaría preguntar algo: ¿en algún momento se ha dirigido nuestro presidente a los imputados para animarlos, ofrecerles apoyo, buscarles abogados....? Cuando en los primeros momentos la campaña contra ellos arreciaba ¿tomó el Consejo alguna medida de defensa o emitió algún comunicado en el que, al menos, se proclamara la presunción de inocencia? Me temo que no.
Que yo sepa, solamente hubo dos luminosos artículos en prensa. Uno del Decano de Madrid José Aristónico y otro del notario jubilado de Granada Vicente Moreno-Torres, poniendo sobre la mesa claridad de conceptos.
También el Colegio de Madrid (de nuevo Madrid) organizó un acto, con unos ponentes excepcionales, en el que indirectamente se demostraba la poca consistencia de las acusaciones. Pero mientras tanto, el Consejo guardaba silencio. Si estoy equivocado y hay algo que hizo el Consejo y yo no lo sé, me gustará que se me dijera. Y con el mayor de los placeres corregiría este comentario”

"¿Por qué los medios de comunicación  que les lincharon públicamente no pregonan ahora si inocencia con la misma cólera?. ¿Por qué no proclaman a los cuatro vientos -y de ahí la honorabilidad de que puede hacer gala el cuerpo- que nunca, nunca, ha habido ni la más leve sospecha de connivencia de los notarios por los delitos que se le imputan"

Pues bien, con harta desazón te respondemos que sí hizo más: reprobar al Decano de Madrid por realizar la política contraria. Según nuestras noticias el Consejo, en la sesión correspondiente al mes de Junio o Julio de 2005 y en ausencia del representante de Madrid que había abandonado la sesión en protesta porque se sometían a votación meros hechos, reprobó al Decano de Madrid, entre otras razones, porque éste en el caso Marbella ha realizado una política totalmente contraria a la institucional del Consejo, publicando su opinión particular en el diario “El País” y organizando un acto en el Colegio sobre esta materia.                                    
(Por cierto que según nos consta, en la siguiente sesión del Consejo el decano de Madrid hizo constar en acta que “consideraba un error la política del Consejo, que él salió a los medios con absoluta responsabilidad y consciencia firmando como notario no como decano, que así lo había hecho siempre y así lo volvería a hacer, porque tenia la absoluta seguridad, contrastada, de que era lo correcto y acertado, y que le resultaba insólito que se estimara contraria a la política institucional del Consejo un acto que presidió el Ministro de Justicia,  que en su intervención agradeció la iniciativa).   
Estos hechos han sido contrastados por esta Revista. No hubo pues sólo inacción en el Consejo. Hubo algo más. Fue un desatino desgraciado. Pero los hechos siempre quedan.

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