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MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista

Los seguimientos y dossier fabricados a medida de las necesidades de los titulares del poder en la Comunidad de Madrid han tomado estado público mediante la técnica de la filtración a los medios informativos. Una vez más se ha confirmado que el mayor peligro procede de los afines. Ya dijo Rodolfo Martín Villa cuando la primera victoria electoral de José María Aznar en 1996 aquello de “cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”. La afición al espionaje parece consustancial a cualquier poder. Todos quieren tener su propio dicasterio del Santo Oficio para garantizarse que nadie se desvía.
Enseguida estos peculiares servicios aparecen conectados con el delicado sistema de financiación de los partidos. Hemos visto además que los conflictos y rivalidades desprenden energía luminosa y permiten al público conocer realidades que en tiempos de consenso quedan en la oscuridad. Los seguimientos se hacen bajo instrucciones y se llevan a cabo por agentes contratados directamente entre policías y guardias civiles que han abandonado esos cuerpos en busca de mejores condiciones de vida y mayores retribuciones. En otras ocasiones se utilizan los efectivos de las compañías privadas de seguridad, un sector en auge muy vinculado a los cuerpos y fuerzas de seguridad.

"En la Comisión de Investigación constituida en la Asamblea de Madrid sus conclusiones necesitarán el respaldo del grupo que tiene la mayoría. Por eso, puede pronosticarse que aportarán escasos esclarecimientos. En todos los partidos, la lógica es que acabe prevaleciendo el principio pragmático de que entre bomberos mejor no pisarse la manguera"

Parece que en su tiempo el rey Felipe II se dotó de un sistema extraordinario de espionaje que alguien debería contarnos en detalle. En tiempos más recientes es útil acercarse al sistema de los Estados Unidos. Lo acaba de hacer el catedrático de derecho administrativo de la Universidad de Barcelona, Manuel Ballbé en un trabjajo que ha visto la luz en el número 174 de la Revista de Administración Pública que edita el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Allí se refiere a la privatización de la seguridad como una de las perversiones de ese sistema. Cuenta cuán fuerte era el rechazo al modelo de cuerpos de policía profesional –que a mediados del siglo XIX solo existían en las grandes concentraciones urbanas como Nueva York o Chicago- y la forma en que para cubrir ese vacío surgieron investigadores privados y empresas de seguridad. Refiere que la más famosa fue creada por Allan Pinkerton que tenía entre sus principales clientes además de las empresas privadas las Administraciones Públicas como Correos, falsificación de moneda o vigilancia nocturna de las ciudades y explica que llevaban a cabo incluso la investigación de delitos federales por encargo del Departamento de Justicia.
Explica nuestro autor que en 1861 el Presidente recurrió al general McClellan, a la sazón directivo del sector ferroviario, quien encargó a Pinkerton la misión de organizar un servicio secreto militar. De forma que el origen de la CIA y del Servicio Secreto norteamericano está en esa empresa de seguridad privada, que tuvo a su cargo la protección de Lincoln. Por suspicacias surgidas ante ese protagonismo fue rescindido el contrato y años después tuvo lugar el asesinato del prócer. En el debe de Pinkerton figuran las muertes causadas en su intervención para atajar los disturbios subsiguientes a la huelga de 1892. El rechazo abierto de la población a las víctimas causadas impulsó la primera Ley de seguridad privada federal, la Pinkerton Act de 1893 que prohibía por primera vez hacer de policía y de law enforcement a los miembros de las empresas de seguridad privada.

"La Pinkerton Act de 1893 prohibía hacer de policía a los miembros de las empresas de seguridad privada. Esa prohibición acabó obligando a crear en 1905 un cuerpo de policía federal propio con el nombre de FBI al frente del cual fue nombrado Burns, director de una compañía de seguridad privada"

Claro que esa prohibición acabó obligando al Departamento de Justicia a crear en 1905 un cuerpo de policía federal propio con el nombre de FBI al frente del cual, para cerrar el círculo, fue nombrado Burns, director de una compañía de seguridad privada. La confusión de lo público y lo privado en el ámbito de la seguridad se mantiene como puede observarse en la guerra contra el terrorismo y en la invasión de Irak donde, subraya Ballbé, las empresas de seguridad privada han cumplido un amplio espectro de funciones. Desde escoltar a Paul Bremen, máxima autoridad norteamericana en Bagdad, hasta prestar servicios militares y policiales muy diversos. Así por ejemplo puede citarse a Blackwater a la cual se le dotó de la misma inmunidad ofrecida a los integrantes de las fuerzas militares de ocupación. De modo que los Blackwaterboys que tampoco comparecen ante las cortes marciales para responder de sus desmanes quedan por completo exentos de responsabilidad.
De vuelta al terreno inicial de la Comunidad de Madrid se observa que muchas de estas maniobras de seguimientos y fabricación de dossiers traen causa de la intención de eliminar concursantes en las adjudicaciones de suculentos contratos de las administraciones públicas, algunos de los cuales se refieren precisamente a empresas privadas de seguridad. Se trata de invalidar competidores explorando sus posibles vulnerabilidades personales, tanto más decisivas si fueran detectadas en el ámbito sentimental cuyo conocimiento por parte del cónyuge afectado tiene consecuencias letales que casi nadie quiere aceptar. Nada apasiona más a los poderosos que acceder a esta chismografía de alcoba como queda probado en el libro Mis conversaciones privadas con Franco, que publicó su ayudante de tantos años el general Franco Salgado Araujo. Qué interesante además saber los nombres de los ayudantes en Burgos del coronel Ungría, que ocupó la jefatura de los servicios de inteligencia de aquel naciente Estado campamental. Eran Meliá, Banús y Peydró, cuyas trayectorias posteriores en la hostelería, la inmobiliaria y las finanzas para nada desmerecen.
En defensa de los servicios de inteligencia en un momento muy controvertido el entonces presidente del Gobierno Felipe González dijo que defienden al Estado en las alcantarillas. Cuestión distinta es que tengan la invencible propensión a enamorarse de la basura, que les sirve de materia prima y a buscarse una autonomía creciente. Ya se sabe que ningún Estado controla al 100% su policía y otro tanto puede decirse de sus servicios de inteligencia a los que piden resultados sin preguntar por los procedimientos para llegar a ellos. Por eso, las democracias procuran que la actividad de estos servicios quede sometida en la medida de lo posible al escrutinio de los Jueces y del Parlamento. En nuestro país dentro del Congreso de los Diputados no existe una Comisión de Secretos Oficiales y por eso las comparecencias del Director del Centro Nacional de Inteligencia se producen en el seno de la Comisión de Fondos Reservados. Reconozcamos que el caso de la Comunidad de Madrid dista de ser único y que en la Generalitat de Jordi Pujol también afloraron estos peculiares servicios como en el País Vasco donde tuvieron como uno de sus objetivos a Carlos Garaicoechea. 

"Una vez más se ha confirmado que el mayor peligro procede de los afines. Ya dijo Rodolfo Martín Villa cuando la primera victoria electoral de José María Aznar en 1996 aquello de 'cuerpo a tierra, que vienen los nuestros'"

El cocktail de espionajes y seguimientos a la carta resulta de sumar noticia sobre las vulnerabilidades de adversarios, competidores o integrantes del propio equipo, adjudicaciones de contratos por las administraciones, financiación de los partidos políticos y empresas privadas de seguridad. Ahora tendrían que analizarse todos estos componentes en la Comisión de Investigación constituida en la Asamblea de Madrid. Sucede que sus conclusiones necesitarán el respaldo del grupo que tiene la mayoría. Por eso, puede pronosticarse que aportarán escasos esclarecimientos. La bronca inicial tenía naturaleza interna dentro del Partido Popular. Y en el PP, como en todos los partidos, la lógica es que acabe prevaleciendo el principio pragmático de que entre bomberos mejor no pisarse la manguera.

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