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Ángel Martínez Sarrión es una persona cuyo portentoso saber no abruma. Cualquiera de las cuestiones que le propongo es contestada de inmediato, hablando con sencillez pero al mismo tiempo con la contundencia de una indudable seguridad. Condensa las ideas que quiere transmitir mediante breves explicaciones en latín o alemán, las cuales se apresta a traducir de inmediato para no incomodarme. La tiranía del tiempo y del espacio me obliga a limitar en esta entrevista los temas con él tratados. Sólo puedo recoger aquí una pequeña parte de las muchas consideraciones que Ángel puede hacer, y que deberían ser leídas, sino aprendidas, por todo aquél que sienta la necesidad de ser mejor. Veamos algunas de ellas.

Una entrevista de Miguel Ángel Campo Güerri

La actuación del notario debe centrarse en las necesidades del individuo que ante él comparece, pero ¿nos debemos quedar ahí, o es indispensable ponderar la repercusión que pueda tener en otros ámbitos que le transcienden, como la familia y la sociedad?
Considero adecuado centrar la temática de todo profesional del derecho en torno a los tres ejes que integran su ámbito de actuación y que el jurista debe esforzarse por sincronizar, -y acoplar dado que sólo aparentemente pueden semejar a las veces antagónicos- y más aún los notarios que por razón de oficio penetran en los quereres del hombre, en la esencia de las relaciones familiares y en su repercusión en el ambiente social en el que hombre y familia actúan.
Y es así como el hombre en el seno de la familia deviene, al decir de Ciceron en el tratado de officiis, “principium urbis et quasi seminarium reipublicae”. Como escribía don Jacinto Benavente “Yo, al escribir una comedia ya se cuando me van a aplaudir unos y cuando me van a aplaudir otros. Hay veces en que no me aplauden ni unos ni otros; suele ser cuando me aplaudo yo solo”.
El notario debe marginar el aplauso en su actuación y para ello si es necesario ha de desprenderse de su ideología, al igual que el juez, fortaleciendo a su costa sus ideales para aplicarlos al hombre, a la familia y a la sociedad. Y esto es algo insoslayable para servir al hombre, pues, como suelo y he gustado repetir a lo largo de mi vida notarial, el notario llega a conocer mejor el espíritu y el corazón del hombre que el sacerdote, porque al confesionario se va con pecados y al notario con problemas de intereses. Y lamentablemente no es la filantropía, sino el egoísmo, la constante mimada de la humanidad doliente, en la que todos, sin la mano protectora de Dios, tenemos el riesgo de dejarnos caer.

"La ciencia del derecho es enormemente elástica y maquiavélicamente compleja: con un mismo patrón, no hay dos compraventas iguales"

¿Qué obras y corrientes eidéticas han influido en tu vida personal?
A la requisitoria de qué corrientes eidéticas han influido en mi vida personal, cabe decir que lo importante es el hombre, no el nombre. No el bagaje intelectual, sino el alcance de su proyección constatado en las obras. No lo que pretendemos hacer, sino lo realmente hecho. Y en este sentido lo más frecuente es experimentar la sensación de un sentimiento de frustración o de fracaso por habernos quedado a poco más del medio camino al convertir nuestro pensamiento en acción.
Como don Miguel de Unamuno ya desde mis primeros pasos en el Instituto de Albacete, mi pueblo, y en la Universidad Luis Vives de Valencia prefiero al magisterio de los hombres y a los libros, sólo cuando hablan como hombres, y no meramente como libros. Quizá más la deformación, que la falta de libros actualizados en la posguerra, obligaba a explicar a los profesores y a los estudiantes nos forzaba a tomar apuntes, sobre todo en la facultad de Letras en donde el Catedrático de Historia general de la Cultura, don Manuel Ballesteros Gaibrois, mi maestro, formado en la Humbol de Berlín, empezaba por enseñarnos racionalmente y no de memorieta, como era normal estudiar, permitiendo en los exámenes los libros y apuntes.
Y en la facultad de Derecho se contaba con buenos manuales, el de don José Castán Tobeñas y las explicaciones de don José Viñas Mey de Civil; y el Gascón y Marín, conocido por Tostón y Marín, en Administrativo, así como los magníficos estudios y conferencias de mis venerados maestros don José Corts Grau, de Filosofía del Derecho, y don José Arturo Rodríguez Muñoz, de Penal. Como excepción en Romano el texto de Arias Ramos y las traducciones del Jörs-Kunkel por Leonardo Prieto Castro y el Manual de Max Kaser (no el curso) que tradujera poco antes nuestro catedrático don José Santacruz Teijeiro. Tanto don José Corts como don José Arturo, la mayor inteligencia que he conocido, eran hombres llenos de ciencia, de sabiduría y de bondad.
Pero pecaría de ingratitud si omitiese a mis profesores de Enseñanza Media en el Instituto de Albacete, de Literatura y Gramática, don Demetrio Nalda y doña María Sanjosé Fernández a los que debo mi inclinación desde entonces a don Marcelino Menéndez Pelayo y a don Ramón Menéndez Pidal, al que tuve el honor de conocer en una conferencia en mi Universidad con su nieto Diego Catalán Menéndez Pidal. Su abuelo me regaló “Poesía juglaresca y juglares” con una dedicatoria pidiendo mi colaboración al romancero y que desgraciadamente perdí en la inundación del año 1957 en Valencia. Y a un gran latinista, don Antonio Martínez Ortiz que fue el mejor latinista que he conocido, incluidos los que tuve en Alemania.

¿En qué principios fundas tu pensamiento jurídico?
Mi pensamiento jurídico responde al humanismo cristiano extraído del Curso de Derecho civil de don Federico de Castro, de don Juan Vallet de Goytisolo, de don Ramón Maria Roca Sastre, de don Rafael Núñez Lagos, de don Joaquín Garrigues y de don Manuel de la Cámara Álvarez, enriquecido ya siendo notario por los maestros del notariado catalán a que luego me referiré.

¿Qué destacarías en la formación de tu pensamiento?
Además de los anteriores, papel importante también ocupa la Revista de Derecho privado, los Anales de la Academia matritense del Notariado, el Anuario de Derecho civil y con especial dilección los Trata-dos italianos de Felipe Vasalli, de Cicu-Messineo, de Walter Bigiavi y en las obras de Carnelutti, de Pietro Bonfante, de Contardo Ferrini, de Cariota Ferrari, de Emilio Betti. A ellos he de unir los que una vez aprendido alemán en la Universidad de Heidelberg ya con cuarenta años –y no es un dato despreciable, porque tan apenas lo hablo muy mal-, he asistido todos los años como colaborador extranjero al Instituto Leopold Wenger de Derecho romano y Karl von Amira de Historia del Derecho germánico en la Universidad de Munich, bajo la dirección de los grandes juristas Drs. Wolfgang Kunkel, Dieter Nörr y Dieter Medicus.
Munich resulta familiar para los españoles merced a la labor del Colegio español de Santiago apóstol que el pasado año cumplía cincuenta años. Fue fundado por el Padre José María Javierre para postgraduados, que en número de unos dos mil hemos disfrutado de la tradición de magisterio germánica –entre nosotros la mayoría somos desafortunadamente autodidactas,- al tiempo que dejamos también la ciencia española que no se desdeña como sucedía antaño, salvo la acción ejercida por unos años en Friburgo de Brisgoria por la Institución libre de enseñanza y por mi maestro el profesor Corts Grau, aun recordado.
A ellos he de unir los para mí muy queridos y admirados don Ramón Faus Esteve, don Raimundo Noguera Guzmán, don Eduardo Acha González, don Federico Trias de Bes, don Carlos Fernández Castañeda, don Enrique Gabarró Samsó, don Luís Figa Faura, don José María Puig Salillas, don Alfredo Pastor Pastor de la Seo de Urgel, y don Elías Campo Villegas. Todos los cuales y cada uno de ellos contribuyeron a enseñarme con su entrega y ejemplaridad a seguir sus caminos en el notariado con mis torpezas y limitaciones. Y con ellos don Eduardo López Palop, al que alguien definió como “cabeza y corazón del notariado”. Y por último el Número uno de mis oposiciones entre notarios José María de Prada González, y mis compañeros de grupo Antonio de la Esperanza Martínez Radio, Vicente Font Boix y José Madridejos Sarasola.
Y como más preciado el pueblo de la Cataluña rural de mi notaría de entrada en el Pirineo de Lérida, Esterri de Aneo, de unos setecientos habitantes de quienes aprendí a ser mejor notario y que me contagiaron su amor a Cataluña y a sus gentes.

"La Unión del Notariado Latino ha llevado a su presidencia, por lo general, a las figuras más preclaras del notariado"

En la formación del notario, ¿se puede hablar de un antes y un después de la oposición?
Conviene precisar que, en verdad, el notario no se forma antes de adquirir su “status notarial” ya que requiere como insoslayable condición el ejercicio de su actividad notarial. Antes de ingresar en el notariado sólo debe consagrarse al estudio de los textos jurídicos haciéndoselos familiares, porque los problemas perentorios que se le planteen no se solucionan con doctrinas, sino con leyes o costumbres sin tener a mano los códigos o compilaciones (las leyes se codifican, las costumbres se compilan) por lo que sólo socorren las que apronta la cabeza.
Y en esto la Universidad española, en lo que se refiere a la concepción de los exámenes, es lamentable respecto al Derecho, con la formulación de sus ejercicios escritos, en una profesión en la que los informes de los letrados en los Tribunales es oral, y en los que mediante pseudo silogismos se circunscribe el planteamiento a “sí o no”, “verdad o incierto”, siendo así que en Derecho igual que en la regla de cálculo matemático, “dos y dos son aproximadamente cuatro” y más aún el razonamiento discursivo puede llegar a conseguir que no sean nunca cuatro, sin tres o cinco. Y es que el derecho como ciencia experimental no es exacta sino modalizada por los hechos.

¿Qué opinión te merecen las oposiciones entre notarios?
Las oposiciones restringidas entre notarios permiten mantener la juventud intelectual de un cuerpo renovado periódicamente evitando la hibernación de las materias estudiadas cuando no acumuladas en el panteón del olvido para en el ejercicio documental copiar modelos de andar por casa siendo así que los problemas instrumentales o se resuelven antes de plasmarlos en el documento o quedan sin resolver.
La ciencia del Derecho es enormemente elástica y maquiavélicamente compleja: todas las compraventas se muestran cortadas por un mismo patrón y sin embargo no hay dos compraventas iguales. Y es que en esto perdura el corpus y el animus de las instituciones romanas, con su mismo impulso que primero.
Es aleccionador comprobar la prolongación de la vida de opositor en el que ya es notario y al cumplimiento de su actividad notarial ha de recargarlo sacando horas de estudio.

No obstante, en ocasiones, podemos percibir una cierta frustración tras el esfuerzo de las oposiciones restringidas, ¿compartes esta sensación?
Las oposiciones entre notarios requieren insoslayable reforma trasladando a la reflexión meditada y al estudio racional lo que posiblemente por nuestra tradicional carencia de magisterio confiamos, con un esfuerzo que me atrevería a calificar de sobrehumano, a la memoria.
Recuerdo de un compañero y amigo entrañable que en uno de los días de pasillo, me preguntó si yo había entendido cierto tema, a lo que yo le dije que para mí era muy fácil porque estaba muy bien hecho. Entonces él, por las buenas, me preguntó si quería explicárselo por no haber entendido nada. Difícil lo veo, le contesté, porque me lo he dejado en Valencia y no lo se de memoria. Pero yo si, contestó. Y posiblemente presumo que palabra por palabra escrita me lo repetía andando por el Prado, dejándome boquiabierto, por lo que con toda humildad hube de decirle que así me gustaría a mí saberlo. Mas el tenía motivos para no entenderlo ya que a tres bolillo le faltaban dos o tres folios.
Los jóvenes profesores Tiziana Chiusi y Wolfgang Kaiser, ambos asistentes del profesor Nörr en Munich y actualmente profesores ordinarios en dos Universidades del Rhin, con los que he compartido durantes años el café de las cuatro en Monopteros y  a los que debo mi puesta al día en los asuntos bibliográficos y la lección de sus apreciados consejos y orientaciones por esa tradición alemana de magisterio en el que descansa la ciencia jurídica y que a nosotros, españoles, nos hace sentirnos huérfanos, que una y otra vez, con la confianza de la amistad con unos mismos fines de estudio compartida, se lamentaban de que tan grandes esfuerzos que en el estudio hacían los notarios españoles tan mezquinos resultados que obteníamos. Y en una ocasión el profesor Nör en una conferencia me presentó como un estudioso notario “alemán” por lo que me obligó a tener la boca cerrada para  evitar que con solo que saliese de mis labios una palabra advirtieran de que no podía serlo. Apercibido de mi confusión y nerviosismo: “Pero da la coincidencia que es español, de Barcelona, nacido en la Mancha”.
Las oposiciones restringidas deben seguir la sistemática de las oposiciones a cátedras con la orientación del magisterio de un notario o jurista experimentado. Y no caer en la tentación los tribunales de plantear dictámenes crucigrama porque la lógica del Derecho está en los argumentos. La razón se fundamenta en su exposición. Y sobretodo dar de lado a la práctica, pues en ella han sido y siguen siendo mejores mis oficiales. Y los problemas jurídicos por muy arduos que sean los solucionan la razón y la ciencia. Se necesita un  estudio ponderado de los hechos y unos postulados jurídicos en su planteamiento, individualmente considerados, porque para ello no sirven las comisiones, que ya funcionan lo mal que pueden con los políticos.
Urge epitafiar al procedimiento de la “noria”, que en sus repetidas vueltas vierten sus cangilones el agua que llevan extraída al pozo.

¿Debe el notario dejarse influir por su moral?
El notario, al igual que todo jurista que se precie de tal, no debe dejar de considerar lo que, hace ya algunos años, nos enseñaba Francesco Carnelutti, que en el reinado de la moral, se hacía innecesario el derecho, respecto a la que es un aparato ortopédico, que sólo lo utiliza el que para andar necesita hacer uso de muletas. Y esta concepción huelga de exégesis.

Al inicio de la entrevista comentabas la trascendencia del individuo, en la familia y en la sociedad. ¿Podemos concebir el asesoramiento notarial si no vamos más allá del individuo; si el notario no está embebido de la sociedad a la que pertenece?
Una anécdota expresará mejor lo que pienso. El 15 de septiembre de 1953 tomaba yo posesión de mi notaría de Esterri de Aneo en la vertiente sur del puerto de la Bonaigua que al entonces era barrera casi infranqueable con el valle de Arán. A media tarde, en la capitalidad del Pallars Subirá, el alcalde Sansi, el veterinario Vicente Soto y los señores Eduardo Gallimó y José Palobart me invitaron a presenciar un espectáculo que ellos calificaban de grandioso: la bajada desde el “ Pla de Beret” a la “ conca de Tremp” de alrededor de 50.000 cabezas de ganado lanar, amenizado por unas gotas de agua-nieve que durante unas tres horas, no dejaron de caer. Ya con las luces mortecinas del alumbrado eléctrico, había que atravesar la calle para pasar a la otra acera en que estaba mi residencia. Y en ella los excrementos convertidos en estiércol me obligaban a despojarme de calzado y arremangar los pantalones a media rodilla para franquear el obstáculo. Pero el veterinario que iba equipado con botas de montaña evitó el problema llevándome a sus espaldas y con no mejores modos que mi paisano don Quijote en la venta de marras.
Apenas veinticuatro horas después, antes de agotar mis pocos fondos, me planté en Barcelona para hablar con don Ramón Faus, mi Decano, que a su vez había presidido el Tribunal de mis oposiciones y de buenas a primeras le dejé desconcertado:”Don Ramón, ¿saben ustedes donde me han mandado?”. El contestó: “Me parece que el que no lo sabe eres tú. En Cataluña los notarios no vienen a enseñar el Derecho de los libros sino a aprender el derecho de las gentes que figuran en los protocolos y en sus costumbres. Vuelve a Esterri y si algo necesitas, aquí me tienes a mí. Y no olvides, ahora, como estoy seguro que no olvidarás jamás, cuando experimentes que los buenos notarios se hacen en las malas notarías”.

"Antes de ingresar en el Notariado el aspirante sólo debe consagrarse al estudio de los tectos jurídicos, porque los problemas perentorios que se le planteen no se solucionan con doctrinas, sino con leyes o costumbres"

Y que este camino era el que debía seguir me lo roboraba don Alfonso Machin en mi notaría de Sos del Rey Católico, de una familia arraigada y también veterinario, que cuando dejaba la comarca de las Cinco Villas por no poder continuar con el servicio que conllevaba la notaría, al despedirme en el autobús que paradójicamente se llamaba “La veloz sanguesina”, dándome un fuerte abrazo, me propino el mejor halago de mi vida: “Hombre, don Ángel, ¿qué le hemos hecho a usted para que nos deje, ahora que empezaba a ser tan bruto como nosotros?”.

Finalmente, ¿podrías explicar tus vivencias en el notariado internacional?
La Unión internacional del Notariado Latino ha ocupado el último cuarto de siglo de mi existencia, iniciada al finalizar el Congreso Internacional de Barcelona, como uno de los tres vicepresidentes para Europa con Eduardo Moneta, notario de Argentina de Presidente. El ir a integrarse en la Unión comportaba renuncias por tener que cohonestar la atención de la notaría con informes, viajes y reuniones en distintas partes de Europa y América. Pero se trataba de un honor no retribuido, pues como reconocía Jorge Bollini, en su “Historia de la Unión Internacional del Notariado Latino”, si la Unión se creó por Adrian Negri en Buenos Aires sus cimientos doctrinales fueron obra de nuestro Rafael Núñez Lagos al punto que me refería Ángel Sanz Fernández, cuando vino a Barcelona a operarse de una afección en la vista, en presencia de Vicente Font, que cuando todos los notarios de Madrid pudieron adquirir un coche nacional, (como recogía la conseja jocosa popular, de que los españoles nos clasificamos en “peatones, seatones y amigos de Arburua”, ministro de Comercio), Rafael seguía siendo peatón o usuario de taxi.
La “Unión del Notariado Latino” ha llevado a su presidencia, por lo general, a las figuras más preclaras del notariado que lamentablemente se ha omitido su aleccionadora semblanza. Desde Adrian Negri a Rafael Núñez Lagos; desde Firmo da Silva, brasileño que costeó personalmente la celebración en su país, a Alexandro Guasti, uno de los hombres más inteligentes e intrépidos que con setenta y tantos años en una madrugada salía de Milán, su residencia, para asistir conduciendo su auto a una reunión en Estrasburgo y luego de una ligera comida volvía de regreso a los Alpes para recoger un premio de escalada que había ganado; de Juan Vallet de Goytisolo de quien todos somos discípulos y cuya humildad cierra a cal y canto mis labios, a maître Cheine, notario de Lyon. Y con altibajos después, como en toda creación humana prosigue la lista.
He procurado justificar con los testimonios de Bartolo que comparte con Baldo de Ubaldi, el tránsito de los “glosadores” a los “commentatores et consiliatores” la expresión de “notariado latino”, ya que el invocado “notariado germánico” era tan real como que Aldonza Lorenzo fuese Dulcinea, ya que, la “nación de juristas alemanes en Bolonia” retornaban a su país el “notariado latino”. Así lo recoge Goethe en Götz von Berlichingen, mit der eisernen Hand, cuando volviendo a Bolonia Olearius( que había latinizado el apellido germánico de su padre Öhlmann (hombre de aceite)) al preguntarle Liebetraut, cortesano del obispado de Bamberg, que no conocía a nadie en Frankfurt am Main de ese nombre, da cuenta de haberlo latinizado, ya que, en Bolonia había muchos estudiantes alemanes de la nobleza y de la burguesía, habiendo hecho famoso el aforismo de “So fleissig wie ein Deutsher von Adel” (tan aplicado como un noble alemán). Y refiere al Obispo de Bamberg y al abad de Fulda que fue a recoger la herencia de su padre y el pueblo le habría casi apedreado, cuando se percató de que era un jurista. A lo que el abad de Fulda exhala un “¡Alabado sea Dios¡”. Concluyendo Olearius: “La silla de los escabinos(Schöppenstuhl) goza de gran autoridad en el contorno, y está ocupada nada más que por gentes que ignoran el Derecho romano. Se cree por el pueblo que es suficiente con la nobleza y la experiencia para formarse una idea exacta de dentro y fuera de la ciudad. Y así según las antiguas costumbres y algunos estatutos se rigen los ciudadanos y la vecindad”.
¿Hay quién seriamente pueda argumentar en que se basa, para dando prueba de actuar de espaldas a la historia, omita recordar que el notariado debe más a San Benito que a Justiniano?, ¿y que los tabeliones griegos no han dejado más recuerdo que el de pretender ostentar rangos cortesanos, en tanto que los latinos hasta el nombre de “notarios” tuvieron que tomar de los estenógrafos a los que pertenecía Tiron el secretario de Cicerón que con signos tironianos inventados por él, redactaba sus discursos (oraciones)?.
Como más de cuatro dijimos en Uruguay, el Notariado Latino no discrimina a nadie y mantiene la ventaja de sus principios salvaguardados por el Derecho romano y postulados por la historia. Y no sería deseable ni provechoso, como enojaba a Jorge Bollini y a Ernesto Yaack Ballester, querer hacer de él una ONU notarial.

Acabamos la entrevista y me despido de Ángel. Al volver a casa, mi pensamiento, inconscientemente, busca parecidos con su hijo José Ángel, también maestro, entre otras cosas de opositores entre notarios. Los rasgos físicos comunes no los encuentro fácilmente, pero hay entre ellos una gran semejanza en dos virtudes que no suelen ir acompañadas. Estos días con Ángel he tenido la misma y gratísima sensación que se percibe con su hijo: son dos personas cuya extraordinaria sabiduría se manifiesta con una mayor, si cabe, humildad.

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