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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista


LA PERSPECTIVA

Cuenta la nobel polaca Wislawa Szymborska en Lecturas no obligatorias (ediciones Alfabia, Barcelona, 2009) que cuando Koch descubrió la bacteria Vibrio cholerae un tal Pettenhoffer -médico que combatía de modo vehemente los estudios sobre la acción patógena de las bacterias- se bebió una probeta llena de esos desagradables gérmenes durante una demostración cara al público tratando de demostrar que los bacteriólogos, con Koch a la cabeza, eran unos mitómanos peligrosos. Szymborska señala como singular grandeza de esta anécdota el hecho de que no le pasara nada a Pettenhoffer, quien conservó su salud y hasta el último de sus días pregonó burlonamente que la razón estaba de su parte. Continúa siendo un misterio para la medicina que permaneciera inmune pero la psicología pudo confirmar cómo, a veces, aparecen personas con una resistencia excepcionalmente vigorosa a los hechos evidentes.

De esta capacidad de resistirse a la evidencia se han multiplicado los casos que han podido observarse entre los políticos de todo pelaje ideológico desde el desencadenamiento de la pandemia del Covid-19 en enero pasado. Y si ese médico obstinado, Pettenhoffer, resistió al bacilo de Koch ahí está también el presidente Donald Trump ingiriendo lejía como antídoto del Covid-19 sin causar daño alguno a su aparato digestivo ni a sus circunvoluciones cerebrales. Los muertos atribuibles a la pandemia universal siguen sumándose y ponen de manifiesto la torpeza desigual de quienes tienen la responsabilidad de hacerle frente mientras cunde la que Max Weber tachaba de abyecta “manía clerical de utilizar la ética como instrumento para tener razón”. Rafael Sánchez Ferlosio (Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado, Alianza Editorial, Madrid 1986) ha denominado esta actitud como “farisaísmo”, restituyendo el sentido riguroso que debe recobrar ese término conforme a la parábola evangélica donde se echa de ver “cómo el fariseísmo consiste en construir, como por arte de contraste, la propia bondad sobre la perversidad ajena”. En ese ejercicio fariseo de cimentar la propia excelencia sobre la abyección del adversario se resumen todos los debates parlamentarios y de modo especial todos los plenos en los que se ha tratado de la pandemia, del estado de alarma proclamado inicialmente por Real Decreto del 14 de marzo, así como de sus sucesivas prórrogas y los surgidos en las sesiones de control al Ejecutivo. Para Pedro Sánchez era una cláusula de estilo arremeter contra Pablo Casado, líder del PP, principal partido de la oposición, intentando que los errores de su adversario de la derecha computaran como aciertos socialistas y, viceversa, los turnos del pepero consistían en denigrar al presidente del Gobierno, como si de ese ennegrecimiento se desprendiera de modo automático una excelsa luminosidad para sí mismo.

"La psicología pudo confirmar cómo, a veces, aparecen personas con una resistencia excepcionalmente vigorosa a los hechos evidentes"

El colega Alex Grijelmo ofrecía algún esclarecimiento volviendo sobre la teoría de la relevancia, a tenor de la cual incrustar una frase referente al inminente comienzo de la tramitación de los indultos -precisión que para nada venía a cuento y que tampoco destilaba mérito alguno para el titular de Justicia, Juan Carlos Campo- introducía un guiño relevante en una respuesta anodina en torno a “la deriva de la justicia española” sobre la que inquiría el miércoles 23 la portavoz de Junts per Catalunya en el Congreso, Laura Borrás. Sucede que luego lo que dicen las figuras políticas es descodificado por los periodistas que subrayan precisamente aquello que estiman de mayor relieve y alteran el cuadro que hubieran querido presentar los protagonistas deseosos, tantas veces, de pasar mensajes a determinados destinatarios sin que la generalidad del público lo advierta.

"Los muertos atribuibles a la pandemia universal siguen sumándose y ponen de manifiesto la torpeza desigual de quienes tienen la responsabilidad de hacerle frente mientras cunde la que Max Weber tachaba de abyecta 'manía clerical de utilizar la ética como instrumento para tener razón'”

En este caso, Campos defendió la independencia de los jueces, pero sus interlocutores independentistas, aquéllos que sumaron sus votos para la moción de censura que hizo presidente a Sánchez, consideran impropio el indulto, quieren la amnistía, figura excluida por la Constitución. Así que el guiño ha venido a remover las aguas y las reclamaciones de una fecha para el referéndum de autodeterminación, del gratis total para la desobediencia y de la inmediata reforma de los tipos delictivos de rebelión y sedición en el Código Penal, a la que el Gobierno se encamina “con normalidad democrática”. Nos cuentan que la revisión “es un compromiso del Gobierno” sustentado en el hecho de que estas figuras están desfasadas, que su definición debe actualizarse y que hacerlo así supondría un alineamiento con la Unión Europea. Algunos maliciosos ofrecen resistencia a estos argumentos y recordando aquello de París bien vale una misa o de mi reino por un caballo, se cuestionan si más que adecuar el derecho penal a la realidad, lo que se estuviera buscando fueran algunos votos para los Presupuestos Generales del Estado.

"Porque como la pandemia acaba de demostrarnos 'nunca los muertos empañaron la gloria de una guerra, ni deslucieron el esplendor de una batalla'”

Mientras, convendría que pusiéramos en revisión esa concepción proyectiva de la Historia que se presta a fundamentar la justificación del sufrimiento y a imponérselo a los demás para impulsar la construcción nacional. Salgamos de esa espiral que describe Ferlosio en la que “las muertes son las que siempre han consagrado como verdadera y justa y grande y santa cualquier Causa”. Porque como la pandemia acaba de demostrarnos “nunca los muertos empañaron la gloria de una guerra, ni deslucieron el esplendor de una batalla”. Continuará.

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