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Una entrevista del notario Antonio de la Esperanza

Pepe Madridejos, aunque siempre fue hombre poco dado a los homenajes y reconocimientos públicos, recibió la noticia de su inclusión en la galería de Grandes del Notariado con alegría e ilusión, sin duda incrementadas por  la posibilidad que se le brindaba de proporcionar a sus nietos una reseña de la trayectoria profesional de su abuelo. El lunes 3 de marzo recibió en su casa al fotógrafo que se encargó de realizar el reportaje fotográfico. Esa misma tarde estuvo paseando y fue al cine con Manola, su mujer e inseparable compañera desde hace más de cincuenta años. Por la noche, después de ver el segundo de los debates electorales, comenzó a responder el cuestionario que su entrevistador natural, y amigo del alma, Antonio de la Esperanza, le había remitido. No pudo acabar el trabajo porque ya era tarde y se encontraba cansado. Poco después comenzó a sentirse mal y a las pocas horas, en el hospital al que le habían trasladado, acompañado de sus hijos, entró en coma y ya no se recuperó, falleciendo el 13 de marzo de 2008. Se recoge aquí la trascripción de las hojas manuscritas que contienen las contestaciones a algunas de las preguntas considerando que, aunque se trata de un borrador incompleto,  realizado con la clara finalidad de servir de base para un desarrollo posterior, su valor como testimonio es impagable para todos los que tanto le han querido.

¿Por qué decidiste hacer oposiciones a notarías?
Esta pregunta me la he formulado yo mismo muchas veces sin haber encontrado hasta ahora una respuesta suficiente, pues cuando acabé mis estudios de Derecho no tenía ninguna relación, ni familiar ni de amistad, con ningún notario y no conocía los caracteres de esta profesión. Tampoco tuve ocasión de informarme durante la carrera ya que los estudios los hice por libre desde mi casa. Es posible que hubiese oído alguna alusión indirecta dentro una conversación genérica de la que fui testigo y se me quedó en el subconsciente. En tal caso, siempre he estado muy agradecido al informante desconocido.
Quizás lo que me llevó a decidirme fueron dos cosas: que el ejercicio de la profesión era independiente y que en las oposiciones reinaba la objetividad.

No teniendo ningún precedente notarial en tu familia has tenido tres hijos notarios, ¿te consideras el iniciador de una dinastía?
No lo se, es algo que dependerá de mis nietos, pero la verdad es que para un notario tener tres hijos que sigan sus pasos es un verdadero orgullo. Lo cierto es que yo no creo haberles influido demasiado, o, por lo menos, procuré siempre que eligiesen sus carreras por si mismos, atendiendo exclusivamente a sus vocaciones. De hecho, de mis seis hijos la mitad han salido de ciencias (una arquitecto, un ingeniero y una economista) y la otra mitad (los tres notarios) de letras, y de los seis estoy igualmente orgulloso.

¿Qué recuerdos tienes de Bande, tu primera notaría?
Efectivamente, mi primera notaría fue la de Bande, en la provincia de Orense, lindante con Portugal, en una zona de la Galicia “más profunda”, aislada, totalmente rústica y, en aquel entonces, con un nivel económico y cultural muy bajo, lo que supuso un fuerte contraste para una persona que siempre había vivido en ciudades pero, al mismo tiempo, constituyó una experiencia humana valiosísima que siempre he celebrado haber tenido ya que me permitió conocer las reacciones humana en su aspecto más auténtico.
La experiencia profesional fue muy enriquecedora y me ha sido útil a lo largo de toda mi carrera; y hay que destacar que frente a la proverbial desconfianza gallega, de la que me habían advertido, lo que encontré desde el primer momento fue una plena confianza en el notario además de una entrañable hospitalidad.
También destacaría la buena relación que existía con todos los compañeros de la zona entre los que incluyo, por supuesto a los registradores, y, sobre todo, a “mi” primer registrador, Domingo Blanco, con el que entablé una gran amistad.

"En mi trabajo diario siempre he intentado aplicar el principio, tan extendido en nuestra época, según el cual el 'sentido común' es la cuarta fuente del Derecho”

¡Como ha cambiado el notariado desde que ingresamos! ¿Como se ve desde la óptica de la jubilación la introducción de las "nuevas tecnologías" en el mundo notarial?
En nuestra profesión es esencial la adaptación a las nuevas realidades y eso supone en la actualidad la incorporación al quehacer notarial de las nuevas tecnologías. Es algo que a nosotros, en mucha menor medida, nos tocó ya hacer y que hoy constituye el gran reto del Notariado, cuyo futuro depende en gran medida del mayor o menor acierto en esa adaptación. Aunque, dicho esto, he de reconocer, y que me perdone mi hijo Alfonso, que cuando oigo hablar de firma digital, tarjetas de certificación, índices informatizados, o copias electrónicas, me entran escalofríos y es el único momento en el que me alegro de mi condición de jubilado.

¿Qué destacarías de tus primeros años en la profesión?

En los años cincuenta ser notario significaba necesariamente involucrarse en la vida de los pueblos y de la gente. Acababas conociendo la vida de todos tus clientes y se dedicaba mucho tiempo a cada otorgamiento, lo que permitía que en un mismo acto se redactara y otorgara el testamento y a la vez se  explicara la receta del caldo gallego o que se levantara acta de “a qué hora se pescaban más lubinas”. Ahora, en cambio, el trabajo es más distante y algo más fría la relación personal con la gente aunque la proximidad del notario a su cliente, la cercanía a la persona, es algo que nunca debería perderse.
Para mi esas primeras convivencias en las notarás rurales constituyen un recuerdo imborrable y de ellas nacieron amistades entrañables que se han mantenido a lo largo de muchos años.

Hiciste oposiciones restringidas. ¿Qué te impulsó a ello?

Para mi las oposiciones restringidas, o entre notarios, son una peculiaridad de nuestra profesión que se debe considerar como un factor positivo en la proyección de nuestra imagen en el mundo jurídico y en la sociedad y proporcionan a quienes las preparan, incluso a quienes no las aprueban, una preparación extra muy útil para el ejercicio profesional.
No hay duda que durante muchos años las oposiciones restringidas han sido un aliciente que ha contribuido a la formación de muchas promociones entre las que han surgido los compañeros que más han aportado a la ciencia jurídica y han sido un instrumento útil para elevar el nivel jurídico del Notariado.
En mi primera época como notario estas oposiciones tenían gran atractivo y éramos muchos los que acudíamos a ellas no solo para completar nuestra formación sino también impulsados por un afán de mejorar y, en particular, de superar más rápidamente la etapa de las primeras notarías que eran muy duras. No hay que olvidar que entonces las condiciones de vida en los pueblos eran difíciles, el rendimiento económico de las primeras plazas era casi nulo y el avance en el escalafón era muy lento. Por poner un ejemplo, yo recuerdo que hasta que no llegué a Palencia, mi cuarta plaza y después de ganar dos restringidas, no puede abrir una cuenta bancaria; hasta entonces vivía al día, gastando lo que ganaba, dignamente pero sin poder ahorrar una peseta.
En estas condiciones las oposiciones restringidas eran casi una necesidad para quien quería mejorar no solo económicamente sino en calidad de vida, pero de esta necesidad surgió la posibilidad de conocer un mundo nuevo de gente interesada en el Derecho, empeñada en aprender y en mejorar su formación, entre los que conocí a algunos de los que han sido mis mejores amigos, especialmente a los “tres Antonios”: Presedo, de la Esperanza y Uribe, junto con Vicente Font y Ángel Martínez Sarrión.
Creo que las oposiciones restringidas han sido realmente beneficiosas y deberíamos estar orgullos de esta peculiaridad así como hacer lo necesario para que sigan cumpliendo la función que tan útil ha sido al Notariado.

"Para mi formar parte de tres tribunales ha sido una satisfacción y he seguido con orgullo la trayectoria profesional de todos 'mis aprobados'"

Has formado parte de tres tribunales de oposición. ¿Qué recuerdos conservas?
Para mi formar parte de tres tribunales ha sido una satisfacción y he seguido con orgullo la trayectoria profesional de todos “mis aprobados”, aunque todavía recuerdo el agotamiento que suponía la dedicación y la concentración que la labor de juzgar exige. Quizás podría destacar la decisión de dar plaza de primera directa a dos aspirantes, José Aristónico García e Ildefonso Sánchez Mera, decisión que entonces fue criticada pero cuyo acierto el tiempo se ha encargado de confirmar. Creo que la oposición es la auténtica joya del Notariado y como tal debemos cuidarla al máximo.

Tú eres un fijo de las conferencias que ofrece el Colegio periódicamente. ¿Qué crees que aportan al ejercicio de nuestra profesión?

La verdad es que desde que vine a Madrid he intentado asistir a todas las conferencias que he podido ya que las considero un instrumento insustituible para mantenernos al día, así como para conocer otras interpretaciones y puntos de vista sobre aspectos de gran importancia en el desempeño de nuestra profesión.
Durante todo mi tiempo de ejercicio, e incluso tras la jubilación, he considerado un aspecto importante el estudio habitual tanto de legislación como de doctrina. Si como todos sabemos la realidad varía a un ritmo vertiginoso y el Derecho no hace sino adaptarse a esa realidad lo más rápidamente posible, pero siempre un paso por detrás, de nada serviría ese esfuerzo de adaptación si nosotros, que muchas veces somos los primeros encargados de aplicar tales variaciones, no estamos al día.
Además, esas conferencias también suponen una magnífica ocasión para disfrutar de la compañía de muchos compañeros y amigos de profesión, por lo que yo animaría a que asistan a todos los que se incorporan al Colegio.
¿Cuál es para ti la esencia de la profesión notarial?
Yo siempre he tenido muy presente el doble aspecto, público y privado, de la actuación notarial y su inescindibilidad, sobre la que tan bien nos ilustró nuestro común amigo Antonio Rodríguez Adrados. Creo que un notario no debe olvidar nunca su condición de funcionario público y procurar siempre un estricto cumplimiento no solo de las Leyes y Reglamentos sino también del Código ético y deontológico que nos enseñaron nuestros mayores y que yo he intentado transmitir a mis hijos. Pero, también hay que tener presente que el notario es un profesional del Derecho, un jurista que debe asesorar y redactar el documento y quizás sea en esta labor cuando yo me he sentido más realizado como notario. Por supuesto, para tal actividad es esencial una sólida formación, cuya actualización no hay nunca que descuidar, pero también es necesario que seamos generosos en el tiempo que dedicamos a cada cliente, a cada documento, que, por humilde que sea, debe ser siempre el necesario y un poco más. Junto a esas dos armas fundamentales, estudio y dedicación, yo siempre he intentado utilizar algo para mi esencial: el sentido común. Creo que es el sentido común lo que nos ha permitido a los notarios no solo asesorar sino también aconsejar a nuestros clientes, dar soluciones jurídicas a los problemas nuevos que la legislación todavía no contemplar o adaptar los cambios legislativos a las necesidades reales de los ciudadanos. En mi trabajo diario siempre he intentado aplicar el principio, tan extendido en nuestra época, según el cual el "sentido común" es la cuarta fuente del Derecho”.

Esta entrevista está incompleta. A mi amigo Pepe nos lo arrebataron bruscamente antes de que pudiera contestar a otras preguntas que le hacía, entre ellas su visión de la situación actual del Notariado y aunque sus respuestas las conozco, he preferido respetar y dejar solamente las que él escribió.
Nos conocimos antes de nuestro simultáneo ingreso en las oposiciones, celebras en La Coruña en 1.950 y desde entonces, estamos juntos en el escalafón, separados durante algún tiempo por nuestro común y querido amigo Ramón Pernández Purón (q.e.p.d.)
Aunque en otras páginas, ya se hace una ajustada semblanza del entrañable compañero, quizá sea oportuno resaltar algún aspecto de su personalidad.
Como ya se dice, tenía un peculiar sentido del humor, de un humor sano, soterrado y sutil, que no provocaba una carcajada, sino una persistente sonrisa. Sabía poner la guinda al cóctel. Así por ejemplo, en nuestra inocentada sobre la utilización de las notarias, admitiendo propaganda comercial en las carpetas, introducción de días azules en los que se reducían y hasta se condonaban los honorarios y se sorteaba un viaje a Bolonia, allí ponía Pepe su guinda “visitando la tumba de Rolandino”.
Nunca hablaba mal de alguien, siempre encontraba una disculpa o un lado bueno, la verdad es que de Pepe tampoco se podía hablar mal, porque no había motivo. No le conocí defectos, aunque sí le haré algún reproche. Tampoco se podía hablar bien de él en su presencia, porque se sentía incómodo y no necesitaba él elogio. Jamás presumía de algo y tenía motivos para hacerlo.
Era una mente lúcida que sabía encontrar el centro de gravedad del problema, el quid de la cuestión, contemplaba el otro lado, la otra cara, la distinta versión de caso debatido y allí estaba su opinión, mesurada, sensata, ajustada a la realidad, jurídicamente correcta.
Pero donde brillaba especialmente, era en las oposiciones restringidas que hicimos juntos, ya que los temas que habían correspondido a Pepe eran esperados con ansiedad por los compañeros de grupo, porque se ajustaban a “la veracidad en el concepto, la propiedad en el lenguaje y la severidad en la forma”. Recuerdo especialmente un inaprensible tema “El perjuicio del crédito por acto de tercero”, sobre el que no se había escrito nada en nuestras revistas jurídicas y que, naturalmente, le fue adjudicado. La respuesta fue un prodigio de claridad, de profundidad, de sistemática y de rapidez en la entrega a los ávidos compañeros de grupo.
Y aquí viene mi reproche, Pepe Madridejos no publicó en revistas jurídicas todo lo que de él podíamos esperar. Quizá porque su natural modestia se lo impedía. No le gustaba alardear de nada. Aparte los trabajos citados sobre cesión de créditos, las sociedad de responsabilidad limitada y el tema mencionado –incluido en los “Estudios de Derecho Privado”- privó a los juristas de su pensamiento sobre tantas cuestiones en las que su opinión habría sido justamente valorada.
Pepe Madridejos, hizo un sacerdocio de la familia y una profesión de la justicia, de la verdad. Y fue un amigo en la mayor extensión y en la mejor calidad de la palabra. Un amigo de amistad “no se le supone”, sino de amistada “probada”, mi consejero, mi paño de lágrimas en muchas ocasiones. A él pueden también aplicarse los versos de Antonio Machado: “Hay en mis venas gotas de sangre jacobina –pero mi verso brota de manantial sereno- y más que un hombre al uso, que sabe de doctrina, soy en el mejor sentido de la palabra, bueno”. Y eso era nuestro querido y añorado amigo. Nada más y nada menos que un hombre bueno, un hombre de bien.
Estaba muy satisfecho de sus títulos de Patrón de Yate y de Comodoro de la Marina Mercante Panameña. Sabía por tanto, que los navegantes se orientan por la brújula, pero que, cuando ésta se estropea, se vuelve loca, han de hacerlo por las estrellas. Ahora estará en donde puedan rozarlo “las manos de Dios y las alas de los ángeles”, por lo que también nosotros hemos de mirar al cielo en busca del esposo, del padre, del abuelo, del amigo fraternal.
Pepe, cumpliste fiel, puntual, alegre y escrupulosamente tu misión en esta vida. Era tu estilo. Gracias por tu lección. Descansa en Paz.


Antonio de la Esperanza

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