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JOSÉ LUIS REY PÉREZ
Profesor Propio Adjunto de Filosofía del Derecho de la Universidad Pontificia Comillas (ICADE)
jlrey@der.upcomillas.es

Plan Bolonia

Hacer un balance de la puesta en práctica de los nuevos grados, cuando apenas llevamos algo más de un mes de clase, es quizá prematuro. No obstante, hay que decir que en la Facultad de Derecho (ICADE) de la Universidad Pontificia Comillas tenemos una cierta experiencia porque hace ya varios cursos que hemos incorporado la nueva metodología a nuestras clases. Esta metodología se basa en fomentar la autonomía del alumno para así cooperar en su maduración como persona y estudiante. La tradicional lección magistral en la que el profesor hablaba y los estudiantes se dedicaban a tomar notas, se abandona en favor de una clase más participativa en la que los universitarios cuestionan y plantean al profesor los puntos más complicados y difíciles, en la que se trata de dar una visión práctica de los conocimientos puramente teóricos y en la que son los propios estudiantes los que lideran su proceso de aprendizaje.

"El cronograma es un instrumento, y no podemos hacernos esclavos del mismo"

En mi opinión, esta nueva metodología, si la sabemos aplicar bien, tendrá efectos positivos en los estudiantes de Derecho, porque les hará más maduros y más conscientes de qué es lo que estudian y para qué lo hacen. Obviamente, como todo cambio profundo, nos encontramos con dificultades, pero creo que éstas son comparativamente escasas si apreciamos las ventajas del nuevo procedimiento.
¿En qué consisten estos cambios? ¿Cómo ponemos en práctica todo esto los profesores que estamos dando clase en los nuevos grados? En primer lugar, es necesario hacer una planificación detallada de las actividades que se van a hacer en clase, es decir, hay que fijar lo que se conoce como "cronograma". Los estudiantes tienen que saber con antelación qué actividades van a realizar, cómo se van a evaluar y el peso que eso tendrá en su calificación final. Desde hace ya varios cursos, el primer día de clase de una de las asignaturas que imparto, Ética y Derechos Humanos, les doy una programación con los temas y textos que se van a discutir cada día. Los alumnos han de leer ese texto y para comprobar que efectivamente lo hacen, les paso un test de comprobación de lectura que cuenta un 10% de la calificación final de la asignatura. De esa forma el estudiante viene al aula con una serie de ideas y conceptos ya asimilados y en clase podemos trabajar a partir de ellos y, por lo tanto, ir más allá. Pese a que normalmente los nuevos créditos ECTS vienen a suponer un menor número de horas presenciales, el hecho de que el estudiante lea los temas o lecturas doctrinales con carácter previo a la actividad presencial, significa que luego en clase se puede profundizar y ahondar en cuestiones que quizá antes, por falta de tiempo, se dejaban de examinar. El cronograma tiene por función, por tanto, no sólo ordenar el trabajo en el aula sino también ayudar a planificar al estudiante la tarea que tiene que hacer en la biblioteca o en casa. Obviamente, el cronograma no debe ser algo de lo que uno no pueda salirse. Muchos critican que esto encorseta demasiado la tarea docente, pero en mi opinión no es así. El cronograma es una herramienta que nos debe ayudar a organizar las clases, pero no deja de ser eso, un instrumento, y no podemos hacernos esclavos del mismo. Por ejemplo, si algo ha ocurrido en la actualidad que resulta interesante comentar en clase, no hay nada que impida hacerlo. Se puede alterar la programación inicial. De lo que se trata es de lograr el aprendizaje de los alumnos, no cumplir con un calendario sea al precio que sea.

"Las actividades en el aula se van a orientar sobre todo a la práctica"

En segundo lugar, como he señalado antes, la importancia de la clase magistral se reduce y únicamente queda para aquellos temas o conceptos que son más difíciles para los alumnos y que requieren una explicación detallada y rigurosa. Ello permite centrarse en los puntos particularmente difíciles y esto es algo que también varía de un grupo a otro. Puede ocurrir que haya cursos que tienen una mayor facilidad o dificultad en temas determinados y el profesor ha de saber adaptarse a las necesidades de cada uno de los grupos. En ocasiones, hay determinados temas que un grupo me ha pedido que desarrolle con una explicación más detallada que otros no han necesitado. La clase magistral entonces debe adaptarse también a las necesidades concretas que presentan los estudiantes.
En tercer lugar, las actividades en el aula se van a orientar sobre todo a la práctica. Incluso en las asignaturas de mi área, Filosofía del Derecho, los profesores intentamos que los alumnos tomen conciencia de la dimensión y consecuencias prácticas que poseen los conceptos filosóficos. La filosofía lo que pretende es que la gente piense y la Filosofía del Derecho lo que se propone es que los estudiantes aprendan a pensar como juristas, que se cuestionen la legislación positiva y que sepan utilizar bien determinados conceptos que van a necesitar en su desempeño profesional. Por ello, muchas de las horas presenciales las dedico, en las asignaturas que imparto, a comentar textos de los autores que estudiamos (porque hay que acostumbrar a los universitarios a leer directamente las fuentes), a ver las implicaciones y dificultades que conlleva poner en práctica determinados conceptos, a debatir sobre "casos difíciles" en los que varios derechos humanos entran en colisión, etc. Para ello, lo conveniente es plantear la actividad en el aula como un seminario, donde los estudiantes puedan participar y exponer sus conclusiones, hagan preguntas a sus compañeros, respondan a las cuestiones y, en definitiva, aprendan a argumentar como juristas. Estas actividades pueden prolongarse en la exigencia de algún trabajo escrito en el que el alumno comience una incipiente actividad investigadora. Pienso que es importante que los estudiantes sepan que las Universidades son centros de investigación y por eso hay que intentar despertar en ellos la satisfacción de esta actividad tan apasionante. No obstante, en esta época de internet, los trabajos pueden quedar un poco devaluados. En la asignatura de Ética y Derechos Humanos no les exijo un trabajo escrito, les pido que elijan un tema entre varios propuestos relativo a la materia y un día de clase les reparto un cuaderno donde deben dejar constancia de las conclusiones de su pequeña investigación. En ese cuaderno se les pide que expliquen por qué han elegido ese tema, cuál era su punto de partida, qué fuentes han utilizado, las conclusiones más relevantes a las que han llegado y si ha modificado en algo la investigación sus concepciones previas sobre el tema. Para ello pueden utilizar todos los materiales que crean convenientes, pero esto me permite evaluar el trabajo realizado y evitar así los casos de plagio.

"El examen ya no es para que el alumno vuelque lo que ha memorizado, sino que tiene una orientación más práctica"

Todo esto, como se puede intuir, implica también un mayor esfuerzo y trabajo para el docente. Es necesario, para que funcione, dar un feedback a los estudiantes de las tareas realizadas, evaluar cada una de ellas para que ellos vean dónde están los fallos y puedan ir mejorando. Se trata de garantizar una evaluación continua para que el proceso de aprendizaje sea también constante y los universitarios puedan ir enmendando sus errores a lo largo del semestre. Esto reduce la importancia del tradicional examen final. El examen ya no es para que el alumno vuelque lo que ha memorizado, sino que tiene una orientación más práctica, se trata de que aplique sus conocimientos teóricos a la resolución de problemas, la discusión de alguna idea o concepto o el comentario del texto de algún autor relevante. En las asignaturas que imparto, el examen tiene un peso del 60% de la calificación final y es previsible que conforme vayamos adaptándonos a la nueva metodología, este peso se reduzca todavía más.
Este proceso no está libre de obstáculos. Por un lado, los docentes tenemos que vencer nuestras propias resistencias a introducir modificaciones en los planes de estudios o en las metodologías que llevamos años utilizando. Pero la innovación orientada a la mejora es siempre un apasionante reto. Por otro, hay que transmitir esta forma de trabajo a los estudiantes. Algunos de ellos, cuando llegan a la Universidad, se encuentran un poco perdidos porque no habían trabajado antes así. Los docentes tenemos que hacer un esfuerzo adicional, sobre todo si impartimos clase en el primer año de Grado, para explicar la metodología y enseñar a los alumnos a aprender de forma autónoma. Ese esfuerzo forma también parte del proceso de aprendizaje en el que consisten los estudios universitarios. Las Universidades deberían reducir el número de estudiantes por aula (pues el seguimiento personalizado de los alumnos únicamente puede hacerse en grupos reducidos) y hacer una apuesta por el uso de las nuevas tecnologías. Estas herramientas son muy útiles tanto para docentes como para estudiantes. A los primeros nos permite colgar en la intranet los textos, apuntes, documentos que queremos que el estudiante consulte, nos permite crear foros de discusión de puntos determinados, hacer chats de resolución de dudas la noche antes de una prueba, intercambiar correos electrónicos, etc. El problema es que, en ocasiones, y sorprendentemente, los estudiantes no tienen muchas veces fácil acceso a la red, sobre todo si están en Colegios Mayores. Como se hace en muchas Universidades, deberíamos facilitar que los alumnos puedan disponer de un ordenador portátil que les permita el acceso a estas herramientas que son un elemento clave del mundo en el que vivimos.

"Deberíamos facilitar que los alumnos puedan disponer de un ordenador portátil"

Se suele criticar que, con estos cambios, la formación de los estudiantes se va a resentir, que éstos aprenderán menos o tendrán menos conocimientos concretos. Y esto preocupa especialmente en una carrera como Derecho. Efectivamente, tenemos que intentar que los alumnos, al menos en el Grado, adquieran una formación jurídica básica que luego necesariamente tendrán que completar con algún Máster de especialización. Esa formación básica más que centrarse en la transmisión de una serie de contenidos (que son cambiantes, pues la legislación positiva se modifica cada día) se tiene que orientar a que el alumno desarrolle una serie de competencias y habilidades que le permitan formar su pensamiento como jurista, que le permitan conocer dónde debe buscar la información, que le ayuden a entender el fenómeno jurídico en toda su complejidad. El conocimiento detallado de la legislación positiva debe quedar para los estudios de especialización. Por ello, porque ése es el objetivo del Grado en Derecho, los estudiantes ahora pueden moverse por Europa y el mundo, porque aprender a pensar como jurista puede hacerse en cualquier país. La equivalencia y reconocimiento de los créditos ECTS estudiados en otros países se basa en la idea de que formamos en competencias más que en el conocimiento detallado de una legislación concreta.
En resumen, creo que tenemos ante nosotros un reto apasionante: modernizar el estudio del Derecho y lograr que los estudiantes aprendan a ser juristas con todo lo que eso significa. Que lo logremos o no, depende en gran medida de que seamos capaces de vencer nuestras resistencias e ilusionarnos con un proyecto que está bien concebido. De lo que se trata ahora es de esforzarnos por ponerlo en práctica.

Abstract

The implementation of new degrees of agreement within the Bologna process represents a shift in education methodology. Master classes play a less important role, while independent learning and its practical orientation is encouraged. The experience demonstrates that, despite the reluctance of students and faculty, this is a necessary change which will allow us to modernize law education and to provide students with an array of skills and competences that are necessary in their future professional careers, in such a way that when graduating from university, they will have learned to be jurist.

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