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J. IGNACIO NAVAS OLÓRIZ
Notario de Fuenlabrada

No se trata sólo de una crisis financiera

Encabezo este artículo con el pronombre indefinido “otras”, y no con el artículo definido “la” para no dejar duda alguna de mi inaceptación del monismo economicista que alimenta la creencia en una sola crisis, la financiera y en la existencia de una sola manera de responder a  la misma.
Esa crisis según esa visión monista, tiene una explicación cíclica,  era inevitable, ya que forma parte de la naturaleza de las cosas. Por supuesto su solución pasa por los ajustes y recortes sociales que aplican los gobiernos y que son los que dicta la razón científica.

"Creo que las crisis que sufrimos son varias, superpuestas, que han sido evidenciadas por la financiera pero que tienen un diferente origen, se han producido por  diferentes causas"

Llamo monismo economicista a esa forma de pensamiento que quiere hacernos creer:
/que para toda pregunta solo hay una respuesta correcta y son incorrectas todas las demás,   
/que existe un solo método por el que alcanzar esa respuesta, /que las reglas económicas son totalmente inteligibles para los iniciados que son los únicos legitimados para enunciar la pregunta y emitir la respuesta,
/y que la respuesta correcta a cada una de las manifestaciones de la crisis, han de ser compatibles entre sí; no pueden entrar jamás en conflicto. Por lo que  una vez emitida la respuesta general, las subordinadas surgen de modo armónico ya que forman parte de un universo conformado por la verdad, la unidad y la razón.
Isahia Berlin, filósofo liberal, alertaba acerca de esa  falacia racionalista consistente en la creencia de que solo hay una respuesta para cada cuestión fáctica o axiológica y que puede ser alcanzada a través de un proceso racional.
Yo no creo en la existencia de una sola crisis, la financiera.
Creo que las crisis que sufrimos son varias, superpuestas, que han sido evidenciadas por la financiera pero que tienen un diferente origen, se han producido por  diferentes causas:

Crisis de pensamiento y de método
El monismo financiero presenta una visión interesadamente despolitizada de como ha de ser la sociedad perfecta y el camino a recorrer para alcanzarla. Hay una única  respuesta. Se trata de la única solución posible.

"Pero la tradición del pensamiento europeo enseña que hay diversos valores y todos ellos son igualmente aceptables. No existe un modelo único. Sólo lo hubo en las experiencias autoritarias de ingrato recuerdo"

A veces parece que el monismo, más que una forma de pensamiento es, en realidad, un talante vital que se apoya en una concepción del mundo  que contempla  un todo unitario repleto de valores objetivos, verdaderos, universales e inalterables. “Las cosas son así y no hay más remedio que aceptarlas” sería su divisa.
Dice Berlin que la tradición alrededor de la que se nuclea el pensamiento occidental desde sus orígenes, se caracteriza por la idea de que el conocimiento proporciona a la humanidad un horizonte prescriptivo hecho de valores que permiten saber como se ha de vivir y que hacer con la propia vida. Este patrón constituye la roca sobre la que han sido fundadas las creencias occidentales.
Y es que hay diversos valores y todos ellos son igualmente aceptables. No existe un modelo único. Sólo lo hubo en las experiencias autoritarias de ingrato recuerdo.
La pluralidad y la confrontación de ideas y valores, aceptando que son imperfectas las respuestas a los diversos problemas que la sociedad genera, desemboca en la constatación de que es necesario el establecimiento de compromisos.
Los valores son plurales y pueden enfrentarse entre sí, son incompatibles y lo seguirán siendo siempre. Hay que elegir y no hay procedimiento racional, ni siquiera para iniciados, que proporcione  la respuesta correcta. Son necesarios los compromisos. Así lo ha demostrado la historia,
Esta es la descripción resumida de una de las crisis que sufre el mundo occidental: impostura del pensamiento y falsedad del método de análisis, que conducen a una  democracia meramente electoral y subordinada al autoritarismo económico.
Ahora bien ¿quienes son los agentes llamados a enunciar, desarrollar y establecer esos compromisos?
Esta pregunta, que de forma retórica me planteo, nos conduce a otra de las crisis, ésta neta y genuinamente española.

"La pluralidad y la confrontación de ideas y valores, aceptando que son imperfectas las respuestas a los diversos problemas que la sociedad genera, desemboca en la constatación de que es necesario el establecimiento de compromisos"

Crisis de representatividad y legitimación
Esos agentes compromisarios habrían de pertenecer, obviamente, a la sociedad civil y a la sociedad política.
Es cierto que esta división es en gran medida una división meramente conceptual y que las dos –sociedad civil y sociedad política-  pueden,  y de hecho lo están, mezclarse en la práctica.
En el capitalismo moderno la élite económica ha podido mantener su control económico permitiendo que la esfera política satisfaga ciertas demandas de los sindicatos y de los partidos políticos de masas de la sociedad civil. De este modo, como nos enseña Gramsci, esa élite ha llevado a cabo “una revolución pasiva”, al ir más allá  de sus intereses económicos y permitir que algunas formas de su hegemonía se vean alteradas.  
Ese proceso, puede decirse que  terminó con la caída del telón de acero. Muerto el comunismo, el capitalismo se hizo global y perdió su rostro humano. 

"La idea de que una sociedad civil organizada, participativa y, en consecuencia, fuerte, supone un Gobierno despistado de su acción, celoso de su protagonismo y, en definitiva, débil, supone alejar del ideario ciudadano la idea del bien común y desprestigiar, calificándolo de político, al ámbito público"

El neoconservadurismo thatcheriano y reaganiano pretendió ejercer la dirección moral y cultural de esas sociedades. Alimentados por un espíritu de cruzada propusieron como objetivo – como destacó Hirschman- “el asalto retórico contra el Estado de bienestar en Occidente.”
La estrategia argumentativa contra el intervencionismo del Estado pasó por dos momentos distintos:  la acción del Estado iba en detrimento de las libertades individuales, y esa intervención debilitaba la capacidad de iniciativa de la sociedad civil.
Lo más notable - e inaceptable en todo caso -, resultaba ser la operación reduccionista que tendía a identificar la sociedad civil con las relaciones mercantiles.  Partiendo del postulado de un mercado autorregulado y de la tesis doctrinaria de un Estado mínimo se promovió una cruzada a favor del mercado, las privatizaciones y sólo subsidiariamente de la democracia electoral. Con ello se robusteció la desconfianza en las burocracias y en los políticos ( nuestra propia experiencia tiene causas y desarrollo originales) y se estimuló la confianza exclusiva en el sector empresarial de la economía, al mismo tiempo que se rechazaban y se descalificaban las reivindicaciones de los sectores subalternos , cuyas demandas eran vistas como expresión regresiva de intereses meramente corporativos. Nuestros periódicos están repletos de frases lapidarias de políticos españoles que haciendo gala de autoritarismo glandular e incultura castiza, rechazan reivindicaciones legítimas con el único argumento de ser extrañas a su ámbito partidista.
Como señala Oscar Fernández, es necesario diferenciar la sociedad civil de la sociedad política a la que no pretende capturar ni sustituir, y deslindarla de las relaciones mercantiles para evitar su identificación con el mercado, sólo de esta manera puede, la sociedad civil, revelar su especificidad propia y superar la concepción dicotómica sociedad civil-Estado que como apuntó Foucault conduce  imperceptiblemente a una representación maniquea  en la que el Estado se convierte en la principal fuente de los males de nuestro mundo contemporáneo, mientras que la sociedad civil se preserva como el recurso salvífico para sanar las dolencias y descalabros que socialmente hoy nos pueden agobiar.
Se plantea en definitiva una acción de colisión entre el Estado y la Sociedad Civil.
Una contradicción excluyente que recuerda aquella frase de Pascal: “dos extravagancias: excluir la razón, admitir sólo la razón”.

"Los dos pilares del sentido de responsabilidad cívica y de la cohesión ciudadana y que hacen grande a un pueblo, nuevamente desprestigiados"

No resulta acertado ni conveniente plantear la eficacia de una sociedad civil potente y su convivencia con un Estado eficaz como un recorrido con un desenlace previsto: el de la confrontación Estado-Sociedad civil.
Estrategia de descrédito del Estado. Pero también existen ciertos discursos políticos en los que el término sociedad civil se emplea en un sentido obstructivo o debilitador de la democracia, al presentarla como opuesta al Estado. La idea de que una sociedad civil organizada, participativa y, en consecuencia, fuerte, supone un Gobierno despistado de su acción, celoso de su protagonismo y, en definitiva, débil, supone alejar del ideario ciudadano la idea del bien común y desprestigiar, calificándolo de político, al ámbito público.
Los dos pilares del sentido de responsabilidad cívica y de la cohesión ciudadana y que hacen grande a un pueblo, nuevamente desprestigiados.  
En nuestro país es perfectamente detectable este clima de desconfianza mutua. Por una parte el protagonismo de la sociedad política resulta agobiante, está presente en todas las manifestaciones sociales por ínfimas que éstas resulten. Por otra, el cansancio y la desconfianza de la ciudadanía es patente.
Esa suplantación provoca una crisis de legitimidad que se ve agravada por la extrema politización de acontecimientos  irrelevantes y por la amplificación que de ellos hace la sociedad mediática.
El comportamiento de la sociedad política española dista mucho de ser ejemplar, y parece no importarle. Es incapaz de ejercer la  autocrítica y diseñar soluciones que le devuelvan algo de prestigio, lo que la convierte en ineficaz y prescindible, y la inhabilita para formular un diagnóstico y buscar soluciones.
Al político español se le profesionaliza en las juventudes de los partidos y se le prepara para ganarse la vida revestido de una piel que le hace impermeable e insensible a los intereses generales de la sociedad. Le hace inverosímil.
La sociedad civil española está o subvencionada o anestesiada; sigue sin vertebrarse, desorganizada y salvo efímeros y aplaudidos destellos, no sabe encontrar el sentido de su evolución.
Esta constituye otra de las causas de esa crisis de legitimidad.
En definitiva la solidez y continuidad de la sociedad civil dependen en gran medida de un Estado eficaz y legítimo.
Es necesario  acabar con el secuestro del voto. El Diputado debe ser responsable ante sus votantes no ante el Secretario General de su partido. La sociedad civil debe concernirse y responsabilizarse.
Entiendo por sociedad civil, no a toda la sociedad, sino al espacio sociopolítico conformado por asociaciones no lucrativas de conformación voluntaria que buscan transformar ciertas regulaciones sociales con arreglo a diversos métodos y finalidades, a los movimientos sociales que llevan a cabo acciones colectivas disruptivas o convencionales, referidas a diversos intereses o demandas que tienen como finalidad transformar una realidad ya sea social, económica, política, cultural o jurídica. Y es aquí dónde se evidencia una disfunción en el notariado español. 

Crisis del notariado
No puedo dejar de hacer una reflexión crítica acerca de mi propia corporación, no sería razonable ni propio de alguien que defiende la vertebración y el vigor de la sociedad civil, no hacerlo.
Los notarios no deberíamos olvidar que los derechos y los deberes son creados y transmitidos, así como las facultades  conferidas, mediante declaraciones verbales y escritas. Mediante palabras conseguimos que, al indicar que una cierta parcela o un determinado piso es propiedad de alguien, se ponga en marcha un proceso mental que consiste en que los demás actuarán con respeto hacia esa declaración porque  consideran que ese terreno o ese piso es propiedad ajena y el dueño puede hacer con ella lo que le plazca. 

"La solidez y continuidad de la sociedad civil dependen en gran medida de un Estado eficaz y legítimo"

Ese es el poder casi taumatúrgico del notario. Es evidente que no se trata de un poder omnímodo sino reglado y sujeto a responsabilidad, de tal manera que no resulta concebible que un notario que no se atenga a las reglas que regulan nuestra actividad pueda seguir ejerciendo, pero ¿cuáles son esas reglas? Al tratar de responder a esa pregunta  es cuando surge la primera sorpresa, la primera enseñanza crítica, las reglas son numerosas y variadas, pero dispersas y claramente insuficientes.
De un lado no hemos sido capaces de auto-dotarnos de un Código Deontológico que a modo de Lex Artis defina las reglas de igual alcance para todos los concurrentes que, al propio tiempo precisen la pauta o el estándar previsible de actuación del notario, sin olvidar las características individuales, el arte,  de su autor.
Estas reglas - Lex Artis - actuarían  de encuadre de la actividad notarial como determinante para la exigencia de un resultado y el sometimiento de su actividad a un régimen claro de responsabilidad.
Cualquier ciudadano tiene derecho a poder conocer y entender no sólo las normas arancelarias – verdadero monumento a la ambivalencia y a la irrealidad social y económica-, sino también aquellas normas que definen el estándar de actuación y la posible responsabilidad como consecuencia del incumplimiento de ese estándar. Así sucede con la profesión médica que no cede en importancia a la nuestra.  
Hoy la dispersión de normas en diferentes cuerpos legales, así como la inexistencia de definiciones de actuación, dificultan enormemente ese derecho.
De otro son frecuentes, por otra parte, las críticas genéricas a la actuación notarial en materia hipotecaria, y sería un suicidio desecharlas por injustas, por ello creo que es evidente que el quehacer notarial impone a los órganos corporativos del notariado la máxima diligencia en el ejercicio de las competencias de ordenación para asegurar y garantizar la ética y dignidad en la actuación notarial. No basta con los testimonios personales por numerosos que estos sean. A nuevos problemas nuevas respuestas, nuevos compromisos. Es urgente el ejercicio de la potestad.

Resumen

No creo en la existencia de una sola crisis, la financiera. Creo que las crisis que sufrimos son varias, superpuestas, que han sido evidenciadas por la financiera pero que tienen un diferente origen, se han producido por  diferentes causas.
El monismo financiero presenta una visión interesadamente despolitizada de como ha de ser la sociedad perfecta y el camino a recorrer para alcanzarla. Hay una única  respuesta. Se trata de la única solución posible.
Pero la tradición del pensamiento europeo enseña que hay diversos valores y todos ellos son igualmente aceptables. No existe un modelo único. Sólo lo hubo en las experiencias autoritarias de ingrato recuerdo.
La pluralidad y la confrontación de ideas y valores, aceptando que son imperfectas las respuestas a los diversos problemas que la sociedad genera, desemboca en la constatación de que es necesario el establecimiento de compromisos.
La estrategia argumentativa contra el intervencionismo del Estado pasó por dos momentos distintos: la acción del Estado iba en detrimento de las libertades individuales, y esa intervención debilitaba la capacidad de iniciativa de la sociedad civil. Lo más notable - e inaceptable en todo caso -, resultaba ser la operación reduccionista que tendía a identificar la sociedad civil con las relaciones mercantiles.
La idea de que una sociedad civil organizada, participativa y, en consecuencia, fuerte, supone un Gobierno despistado de su acción, celoso de su protagonismo y, en definitiva, débil, supone alejar del ideario ciudadano la idea del bien común y desprestigiar, calificándolo de político, al ámbito público. Los dos pilares del sentido de responsabilidad cívica y de la cohesión ciudadana y que hacen grande a un pueblo, nuevamente desprestigiados.   La solidez y continuidad de la sociedad civil dependen en gran medida de un Estado eficaz y legítimo.

Abstract

I don´t think we are just facing a financial crisis. I believe we are going through diverse superimposed ones, with different causes, that became apparent by the financial crisis but have different origins.
Financial monism has been depoliticized on purpose to show a perfect society and the way to reach it. There is just one answer, just one possible solution.
But according to the European tradition there are different values of equal importance. There is no single model, there was one within authoritarian experiences we don´t want to recall.
Plurality and discussing ideas and values require taking for granted that they are imperfect responses to different social problems that make compromising necessary.
The argumentative strategy against state interventionism went through two stages: state action was against individual liberties and state intervention weakened proactivity within civil society. What was more remarkable, and inacceptable, was the reductionist operation that tended to identify civil society with commercial relations.
The idea that an organized civil participatory (end therefore strong) society hinders state action and gives place to a weak government interested in playing the leading role, moves citizens away from the idea of common good, discrediting a public sphere described as “political”. Two pillars make a people great: civic responsibility and civic unity and both have been brought into disrepute. Soundness and continuity of civil society depend, to a large extent, on the existence of a legitimate and efficient State.

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